Al Judío Errante suele representársele como un anciano de barba blanca y larguísima. Esa representación tiene sentido lógico si tenemos en cuenta que su peregrinar eterno lo comenzó en el año en que murió Jesús, que para nosotros, y más allá de los debates que se han dado alrededor de ello, fue el año 33 de la Era Cristiana, contando el del nacimiento de Cristo como el año 1. Esto significa, dicho sea de paso, que el Viernes Santo de 2033 el Judío Errante cumplirá dos mil años de su vagar por el planeta a la espera de la segunda venida del Hijo de Dios y el Juicio Final.
Empero, no debe olvidarse que cuando se produce su infortunado encuentro con Jesús camino del Calvario, el personaje tenía alrededor de 50 años de edad. Luego su representación en los comienzos de su periplo debe corresponder a un hombre de aproximadamente esta edad.
Se dice, sin embargo, que cada cien años el Judío Errante vuelve a ser joven, y así sucesivamente, de modo que es incierta la edad a la cual puede ser visto pasar en cualquier lugar de la tierra y en cualquier momento de la historia.
Lo otro que se asevera es que quien lo ve siente que de alguna manera ya lo conoce o – también se afirma – tiene la percepción de que en alguna forma el personaje observado se parece a su observador.
En todo caso, los reportes que se conocen de diversas latitudes y diferentes épocas dicen que al Judío Errante lo vieron, por ejemplo, en Viena en 1599, en Lübeck en 1601 y luego en 1603, en Praga en 1602, en Baviera en 1604, en Bruselas en 1640 y posteriormente en 1774, en Leipzig en 1642, en París en 1644, en Stanford en 1658, en Astracán en 1672, en Múnich en 1721, en Altbach en 1766, en Newcastle en 1790, en Miami en 1868, en Potosí en 1910, en Damasco el 14 de mayo de 1948, en Toledo en 1993 y en Estambul en 2005.
¿Y del Judío Errante en Colombia, qué?
Veamos:
La principal obra literaria publicada en la Nueva Granada (actual Colombia) durante la época de la Colonia, fue, sin duda alguna, El Carnero, de Juan Rodríguez Freyle.
En esta obra se relata uno de los mayores escándalos acaecidos en esa época, que fue el de una mujer venezolana residente en Tunja, casada y tan hermosa como casquivana, de nombre Inés de Hinojosa.
Ya cuando avanzaban las postrimerías del siglo XX el escritor Próspero Morales Pradilla (Tunja, 1920 – Bogotá, 1990) publicó una novela inspirada en ese tormentoso, truculento y sangriento pasaje de nuestra historia titulada “Los pecados de Inés de Hinojosa”, obra que fue llevada a la televisión en el año 1988 a través de una serie que alcanzó altos niveles de sintonía.
Pues bien: en el turbulento pasaje histórico y literario de Inés de Hinojosa aparece el Judío Errante vagando en la oscuridad de las noches por las frías calles de Tunja y, según se decía entonces, apoderándose del alma de aquella mujer casada que, llevada por sus desbordadas pasiones sexuales, y luego de conocer al hombre que se convierte en su amante, pasa a ser la autora intelectual del asesinato de su marido a manos de aquel, pero posteriormente, cuando conoce a otro individuo que entra a reemplazar a su amante, será la autora intelectual del asesinato de éste a manos de quien ha llegado a sustituirlo.
Inés de Hinojosa terminará siendo enjuiciada y condenada a la pena de muerte en la horca.
Pero el tempestuoso paso del Judío Errante por Tunja no habría de quedar perpetuado tan solo en la literatura. También lo sería en el arte escultórico del período colonial. En efecto, se conserva su recuerdo en uno de los sitios más representativos de la memoria histórica de aquella época, cuando todavía estas tierras formaban parte de España (la España peninsular y la España ultramarina habrían de separarse cuando esta se independizara en el siglo XIX). Se trata de la iglesia de Santo Domingo, de la comunidad de los dominicos. A la entrada del histórico templo tunjano el visitante puede leer el siguiente texto:
“Iglesia y convento de la comunidad dominicana iniciados en 1572. La iglesia tenía su entrada donde está hoy el altar mayor y en el siglo XVII se le dio la vuelta. El claustro norte es el antiguo convento de la Orden de Predicadores, hermano del de Santa Clara la Real, es uno de los clásicos de la ciudad. La capilla del Rosario, barroca y mestiza, es considerada la Capilla Sixtina del arte colonial americano. La Virgen del Rosario es una talla del artista Roque Amador traída de Sevilla a finales del siglo XVI. La iglesia es rica en pintura mural, tiene una estatua del Judío Errante, famosa leyenda de este no menos famoso paso de la Semana Santa. Posee en la Capilla del Tránsito un cuadro de la Virgen de la Antigua del pintor Angelino Medoro”.
(CONTINUARÁ)
ILUSTRACIONES: (1), (2), (8) y (9): El Judío Errante. 1856. Gustavo Doré (Estrasburgo, 1832 – París, 1883).
(3), (4), (5), (6) y (7): Jesús y el Judío Errante. Escultura colonial. Iglesia de Santo Domingo. Tunja, Boyacá (Colombia). Fotografías: Guillermo Eduardo Vargas Márquez.
ÓSCAR HUMBERTO GÓMEZ GÓMEZ. Miembro de Número de la Academia de Historia de Santander. Miembro de la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia. Miembro del Colegio Nacional de Periodistas. Miembro del ilustre y desaparecido Colegio de Abogados de Santander.