“… HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO” (LUCAS, XXIII: 43)
“De mi mamá aprendí muchas cosas, pero quizás la principal de todas fue la de ser cristiano, y ya dentro del cristianismo la de ser consecuente con sus enseñanzas. Particularmente me refiero a la enfermedad y a la muerte. Mi mamá tenía noventa y ocho años (ella nació el 4 de octubre de 1925 en el Socorro), luego fue una mujer que vivió una larga vida; a mí no me parecía justo, en consecuencia, un sufrimiento que no condujera a ninguna parte. Y en cuanto a la muerte, reforzando mis convicciones cristianas con la Filosofía, leí, entre otros filósofos, a Soren Kierkegaard, y me convencí de que es un contrasentido el que seamos cristianos y al mismo tiempo veamos la muerte como una tragedia terrible que nos debe sumir en el dolor e incluso en el desencanto y en la desesperanza, pues, por el contrario, tenemos que entender la muerte tan solo como una etapa normal de la vida: la de ponernos a disposición del Supremo Hacedor en el cual hemos creído siempre y en el cual hemos depositado lo que somos. Cuando una mujer trabajadora y responsable, como lo fue mi mamá, ha cumplido un trasegar de casi un siglo, debemos entender como algo natural, normal, el que finalice su decurso vital en la tierra; esas son nuestras convicciones, esas son nuestras creencias, esos son nuestros principios, y tenemos que ser coherentes con ellos. Yo, en el fondo no quería que ella sufriera; ya lo había manifestado; entre otras cosas, no me parecía que fuera justo”.
“Quiero agradecerle al Supremo Hacedor por ella, por mi mamá, que me dio la oportunidad de ser quien soy. Ella fue mi primera maestra: yo no cursé primero de primaria; en una época en que no se cursaba preescolar, yo entré directamente a segundo de primaria; lo hice en la Concentración Roso Cala; y entré a segundo porque ya mi mamá en 1962 había sido mi maestra y me había enseñado a leer, a escribir, y las que se llamaban en ese entonces las cuatro operaciones. Por eso, cuando me hacen el examen “de admisión” en la escuela, yo lo apruebo y entro a segundo”.
“De mi mamá aprendí muchas cosas. Sí: inclusive aprendí cosas sin que ella se lo hubiera propuesto, sin que se hubiera propuesto enseñármelas; como por ejemplo la existencia del enclítico. Y es que cuando íbamos a rezar a la capilla del cementerio el viacrucis y ella lo comenzaba con esa oración que decía “Adorámoste, Cristo y bendecímoste que por tu santa cruz redimiste al mundo” (o “pues por tu santa cruz redimiste al mundo”), ahí estaba presente el enclítico; después no fue sino confirmarlo con los libros”.
“Mi mamá me enseñó canciones; canciones que yo cantaba con la guitarra. Me regaló la primera guitarra que tuve en la vida. Ella me aproximó a la poesía… Pero lo más importante, y por lo cual le estoy más agradecido, es que me inculcó el ser un hombre honesto, un hombre honrado, un hombre recto. Lo que, finalmente, unido al estudio y al amor al trabajo, a la irreductible vocación por el trabajo, por entender que lo que le da sentido a la vida es el trabajo, terminó, como se habla del alfarero laborando con la arcilla, en lo que terminé siendo”.
“Obviamente son muchos los recuerdos que quedan, las satisfacciones que quedan y también las sensaciones de fracaso que quedan, porque quizás algunas cosas que se hubiesen querido lograr no se lograron. Pero finalmente y en lo personal me queda la convicción íntima de que aprendí de ella la esencia de lo que soy; lo demás lo complementó la vida académica”.
“Bueno…, finaliza de esta manera, en este anochecer de jueves, de mayo, otra etapa de mi vida; una de las más significativas…”.
“En este momento cobran una especialísima importancia los valores, los principios, las creencias, las convicciones íntimas en las que fuimos formados. Espero no ser inferior al inmenso honor y al gran compromiso de coherencia que significa ser cristiano y que esa difusa y confusa sensación de tristeza que en este anochecer de mayo invade mi alma no me haga perder de vista quién soy y qué soy, y honre el serlo”.
Con pequeños ajustes, los anteriores son apartes del mensaje de voz que remití a nuestro grupo familiar de WhatsApp en la noche del jueves 23 de mayo de 2024 como respuesta al que acababa de enviar desde la clínica mi esposa para informar que mi mamá acababa de fallecer.
Sí: hace un año mi mamá partió de viaje hacia la casa del Padre.
Que Él, en quien siempre creíste, en quien toda la vida confiaste y a quien nos enseñaste a orar en aquellas lejanas e inolvidables noches del santo trisagio en familia, te haya recibido con toda la plenitud del Amor en su espléndida casa, mamá.
Óscar Humberto, Mesa de las Tempestades, área metropolitana de Bucaramanga, domingo 25 de mayo de 2025