El proyecto santandereano “Los vestíbulos de Higea”, presentado por la firma ‘Arquitectura Colombiana’, de Bucaramanga, fue uno de los seis proyectos arquitectónicos seleccionados por el jurado calificador en el certamen nacional “Reto Covid-19. Arquitectura por la vida” convocado desde la capital de la República por la Sociedad Colombiana de Arquitectos a través de su Centro de Innovación y Productividad para exhortar al gremio con miras a que la arquitectura nacional hiciera presencia con propuestas encaminadas a asumir dentro de Colombia la nueva realidad mundial generada por la pandemia. El proyecto santandereano fue el único del oriente colombiano que resultó galardonado.
El importante encuentro nacional contó con la vinculación de la Presidencia de la República, la Cámara de Comercio de Bogotá, la Agremiación Colombiana de Facultades de Arquitectura y el Consejo Profesional Nacional de Arquitectura y sus Profesiones Auxiliares, entre otros entes, dentro de los cuales se destaca Tecnoparque Nodo de Bucaramanga.
Como memoria del gran evento, fue editada una lujosa revista con los pormenores de cada una de las propuestas seleccionadas.
La sesión final contó con la presencia del Presidente Nacional de la SCA, arquitecto Alfredo Manuel Reyes Rojas, y del Dr. Héctor Manuel Mejía Hoyos, M.D., Gerente de Hospital Design & Quality, así como de los voceros de los proyectos que fueron exaltados.
Luego de las palabras del Presidente Nacional de la SCA, se dio inicio a la explicación pública de cada uno de los proyectos.
Inició la exposición el joven arquitecto diseñador de la Universidad Santo Tomás Aris Felipe Mena Robledo quien, junto con su equipo de trabajo, presentó el proyecto “Río Atrato de frente. La tradición cultural en tiempo de emergencia. La plaza de mercado de Quibdó”. En una emotiva intervención, el joven arquitecto, cofundador de la empresa EntreCubos – Estudio de Arquitectura, comenzó dando “gracias a Dios por permitir compartir estos espacios tan conmovedores, porque estamos pensando en el bien común y esto es algo que debería ser siempre valorado en nuestra humanidad”.
Hizo la presentación de su equipo, el cual estuvo integrado, además del expositor, por Holmer Esteban Palacio, licenciado en Literatura y Español de la Universidad Tecnológica del Chocó, John Alexander García Mozo, estudiante de Contaduría Pública, y Argensy Andrés Rentería Guerrero, estudiante de Arquitectura de la Universidad Pontificia Bolivariana.
Planteó la necesidad de una reforma educativa sobre el modelo de enseñanza, pues —dijo— siempre se parte de cero, se destruye lo que está y se construye lo nuevo, pero por qué no le sacamos fruto a lo cultural, a lo tradicional, a lo que tiene historia.
Remató su introducción diciendo que quería hacerlo con una bella frase: “Ayudad al planeta y sembrad un árbol”.
Explicó que para la estrategia “Río Atrato de frente” hicieron primero un “Análisis territorial”, de ese análisis escogieron un “Complejo deportivo”, porque vieron las habilidades y fortalezas que tenían los jóvenes del departamento y luego, del análisis urbano del proyecto, extrajimos varios proyectos de magnitud macro, proyectos grandes; los llamamos “Proyectos élites”.
Rememoró la ubicación del Chocó, en el Pacífico colombiano, y que el río Atrato atraviesa todo el centro del municipio que pretenden intervenir.
Pero también hemos visto —dice— que doce municipios podrían enlazar y servir de fuentes de distribución para el mercado, que hoy en día se encuentra en condiciones de deterioro.
El proyecto, en general, está, pues, diseñado para las plazas de mercadeo en el año 2030, pues la aspiración es que Quibdó se convierta en una ciudad que aporte su riqueza natural, sus condiciones geográficas, su belleza turística. Se quiere “Tejer las desigualdades y construir ciudades colectivas”. En cuanto al proyecto concreto que expondrá, advirtió que siempre se empieza con propuestas mínimas y se termina desarrollando proyectos mayores. De ahí surge la conveniencia de adelantar proyectos como un mercado, donde las personas se sientan formidables.
El expositor presentó, entonces, imágenes elocuentes de cómo se están manipulando los alimentos, cómo se están distribuyendo, cómo se les está mostrando a las personas, cómo es su transporte a los corregimientos y a los demás municipios del departamento, cómo se están cubriendo los módulos del mercado. Presentó un “collage conceptual” con que se quiso mostrar la riqueza de alimentos que allí se produce.
Identificó los problemas diagnosticados por su equipo: Puestos de trabajo en malas condiciones, trabajos manuales con poca higiene, transporte fluvial sin control y el hecho de que los residuos son arrojados al río. Planteó, entonces, unas estrategias: Promover el mitigar la problemática desde el mobiliario, facilitar la distribución al cliente, estudiar la ergonomía y el proceso de distribución, diseñar muelles móviles y adecuar sistemas de reciclaje municipal en quebradas y ríos.
Dijo que, en consecuencia, de lo que se trata es de intervenir el mobiliario porque el mobiliario condiciona los espacios.
Relató el recorrido que el equipo hizo por toda el área de influencia —lo llamó análisis sectorial—, en desarrollo del cual entraron a los barrios, compartieron con la gente, etcétera; mostró la quebrada El Caraño, en el barrio Kennedy, así como otros sitios e indicó que el mercado era como la esquina de ese polígono y luego, ahí sí, a partir de mostrar, sobre un gráfico, la sombrilla con la que cubre su ventorrillo un vendedor, habló de la necesidad de brindar sombra y que el entorno motive a las personas, “que sintamos el espacio como propio”. Dijo que no debíamos esperar a que los proyectos lleguen ya con cifras, con números, sino empezar por lo elemental, que es crear conciencia. Mostró a continuación las imágenes de su propuesta, que reemplazaría la condición de los actuales ventorrillos, y explicó que los materiales de composición eran el aluminio, el cobre y el policarbonato.
Aclaró que el mobiliario del proyecto es muy pequeño, de fácil alcance para todos, de 1.95 de alto y 3 metros de ancho, se puede acondicionar en cualquier espacio, posee sistema de reciclaje y tiene una relación con el exterior que permita a las personas ver el producto de cerca, pero en unas condiciones confortables.
La arquitecta Vivian Pérez, de la Universidad del Valle, presentó, en su propio nombre y en el de sus compañeros, quienes son profesionales en otras áreas auxiliares —diseño gráfico, diseño industrial y lúdica, actividades representadas por Mónica García Abadía, Luis Fernando Cardona y Juan David Cardona—, el proyecto denominado “APIS”, basado en la observación de los panales de las abejas, observación con base en la cual ellos abordaron el reto de darle una solución al problema de las zonas de juego de los niños, zonas que hoy permanecen y seguramente deberán permanecer cerradas. APIS propone la “Selección de áreas a intervenir; el reactivar espacios de juego comunes como el PATIO ESCOLAR, manteniendo el distanciamiento físico para mitigar la probabilidad del contagio, sin dejar de aprender, socializar y compartir; y la búsqueda de herramientas en pro de dignificar el uso del espacio de los niños y las niñas”.
Ante las dificultades de espacio que generará el distanciamiento que se está exigiendo, lo que se propone es enseñar a los niños formas novedosas de socializar tomando como “eje de desarrollo morfológico el hexágono, debido a su eficacia geométrica, inspirada en la naturaleza”.
La propuesta plantea, entonces, unidades hexagonales de seis piezas con diferentes alturas y diferentes dimensiones, esto es, cinco piezas combinadas y un dado pivotante.
El arquitecto Alfredo Carrasco, de la firma HGC Arquitectos, de Bogotá, empezó su intervención tomando como premisa la de que “Los mayores riesgos de contagio están en lo cotidiano” y que serán “los ascensores uno de los espacios de más alto riesgo”. Por ello, su propuesta es la de “Implementar divisiones dentro de las cabinas de los ascensores”.
Esas divisiones serían de vidrio templado (vidrio de seguridad) con perfiles de aluminio. Ambos —vidrio y aluminio- son de fácil desinfección. Además, se pueden armar y desarmar.
“Al ser un módulo de fácil armado es posible adaptarlo a cualquier tamaño de ascensor sin afectar su estructura”. Fuera de ello, “existe la posibilidad de aplicar material pedagógico e ilustrativo”.
Precisó que, si bien hasta aquí iba su propuesta de solución, dejaban abiertas las sugerencias a los fabricantes de ascensores acerca de las necesidades futuras que deberán preocuparse por satisfacer a la luz de la nueva realidad y señaló las siguientes: sistema de desinfección con luz UV, realizable mientras la cabina se encuentre desocupada; sistemas de re-ventilación; que todo se haga por control de voz y, finalmente, la implementación de los estrictos protocolos de limpieza que la nueva situación exige.
El arquitecto Julián Quiroz, de la Universidad Javeriana, con maestría en Diseño Urbano, Arte, Ciudad y Sociedad de la Universidad de Barcelona, y su compañero Julián Bahamón, arquitecto de la misma alma mater, con maestría en Arquitectura y Diseño Urbano de la Universidad de Columbia, explicaron su proyecto “Sistema de abastos que salvará vidas”.
Este proyecto partió de la pregunta: “¿Cómo proteger al campesino, al transportador, al vendedor y al consumidor?”.
La propuesta arquitectónica parte de una base fundamental: la de que hay que descentralizar Corabastos. Y ello, porque hoy Corabastos se apoya en tres ejes: desorganización, informalidad y un modelo centralizado, trípode que significa una grave amenaza. Se requiere, pues, un nuevo sistema de abastos. Los retos son: mitigar la aglomeración; implementar el Corabastos Express y reducir drásticamente la huella de carbono generando un uso óptimo de la malla vial, la reducción de intermediarios y que se dé una menor manipulación de los productos. Para ello, se requiere apoyarnos en la tecnología, fortalecer la relación entre el campesino y el consumidor, y formalizar el mercadeo. El proyecto plantea cubiertas verdes, capacitación de la agricultura urbana a través del Sena, tratamiento de los residuos orgánicos y, básicamente, integrar una arquitectura rural al paisaje urbano manteniendo ambas identidades. El módulo propuesto se integraría, pues, al espacio público.
El arquitecto santandereano David Alberto Arias Mantilla, de la Universidad Santo Tomás Seccional Bucaramanga, fue el vocero que ilustró sobre el proyecto “Los vestíbulos de Higea”, propuesta de la firma “Arquitectura colombiana”, de Bucaramanga, en la que tomaron parte, además del expositor, el arquitecto Otto Federico Cala Ardila, la arquitecta Carolina Navas Velásquez y el técnico en carpintería William Arias Mantilla. Como asesores en los temas de Salud, el equipo contó con la asesoría del Dr. Álvaro Enrique Niño Rodríguez, M.D., la Dra. Sylvia Cristina Méndez Díaz, M.D., y el Dr. Gustavo Adolfo Pizarro Nieto, M.D.
El arquitecto Arias Mantilla dio inicio a su intervención exponiendo como contexto introductorio de su propuesta la conciliación necesaria que debe existir entre el espíritu y la materia.
El proyecto persigue la protección de la vida sobre tres aspectos fundamentales: la salud, la arquitectura y la educación.
El nombre del proyecto fue tomado de la mitología griega, en la cual Higea —o Higía— era la diosa de la higiene y de la salud.
La propuesta arquitectónica santandereana rememora que en los tiempos de antaño la vivienda estaba concebida a partir de espacios y de una transición entre ellos, distribución esta que permitía, en casos como este por el cual estamos atravesando, contar con diferentes líneas de defensa. Así, la primera línea de defensa era el vestíbulo.
Pues bien; lo que se propone es la vivienda modular y la vinculación de los colores a la identificación, sencilla, rápida y rutinaria, de los diferentes espacios de la casa o del apartamento, mediante el empleo de un color que identifique los espacios según el nivel de riesgo, empleando el rojo para identificar los de riesgo muy alto (prevención máxima) hasta llegar al blanco, pasando por el anaranjado, el amarillo y el azul.
Así, el lavado de las manos luego de haber estado el residente en la calle se daría en un mueble pintado de rojo, los elementos traídos de la calle se dejarían en su respectiva cuarentena en un mueble de color azul y el blanco indicaría dónde se encuentra la ropa limpia. La comodidad en el espacio destinado a despojarse de la ropa que se trae puesta se aseguraría con elementos como un banquito auxiliar donde la persona pueda sentarse.
El proyecto contempla las facilidades para las personas con discapacidad y la buena ventilación de los espacios, así como también el que los módulos sean deslizables en ambos sentidos.
De igual manera, contempla las posibilidades de implementación en los estratos medios —en los que podría emplearse la madera lavable—, en los estratos altos —donde podría utilizarse el vidrio o el acero—, en el campo, donde se aplicaría la solución de madera para un lavadero donde se pueda dejar la ropa que se trae sucia de las faenas, y, por supuesto, en las viviendas de interés social.
Se trata, en fin, de una arquitectura flexible, modular e incluyente.
El proyecto habla de que estamos ante un nuevo reto: “A los arquitectos -dice— nos corresponde diseñar los espacios en el territorio y los edificios para un nuevo ser humano —un nuevo ciudadano—, un nuevo espíritu, que revitalice nuestra mentalidad colectiva y la confianza”.
“Las deficiencias de buena Arquitectura, Salud y Educación —finaliza— favorecen los efectos nocivos de cualquier pandemia”.
El arquitecto Alejandro Saldarriaga Rubio, de la Universidad de los Andes, quien adelanta su maestría en Diseño Arquitectónico en la Universidad de Harvard, principió su exposición haciendo notar el atraso que presentaba Colombia respecto de los países por donde ya había pasado la pandemia y explicó que eso nos permitía observar cuál era la conducta de las personas después de la cuarentena y a partir de la reactivación de la normalidad.
Su proyecto aborda el punto concerniente al retorno a los parques.
Dijo que el acceso a los parques no tiene un filtro. ¿Cómo asegurarnos, entonces, un distanciamiento social en los parques públicos del país de una manera rápida, sencilla y sostenible?
Se refirió, entonces, a las esculturas paisajistas y mencionó a Lee Kun-Yong, autor de La lógica del lugar (1975), quien formuló el círculo como la figura que, trazada en el piso, señalaba los límites del espacio personal. También hizo referencia a Richard Long, quien señaló ese espacio a través de la reorganización de las piedras.
La propuesta del arquitecto Saldarriaga, entonces, es la de reorganizar el proceso de mantenimiento del césped.
Recordó que el césped crece y, entonces, se poda. La idea es, pues, “Dibujar nubes de distanciamiento social en el pasto de los parques urbanos utilizando el cotidiano quehacer de cortar el césped”.
Explicó el expositor que así “Se asegura el distanciamiento sanitario de los usuarios, se reactivan los servicios y trabajos de jardinería, se reactivan los comercios cercanos y se promueve la salud mental de los ciudadanos al darles un espacio de recreación seguro después de haber permanecido largo tiempo en confinamiento”.
Al enumerar las ventajas de la propuesta, señaló que “su implementación es prácticamente gratis, se puede dar su implementación simultánea en el país, es altamente flexible frente a la posibilidad de que sean levantadas las normativas de distanciamiento y, finalmente, las nubes pueden desaparecer y con su desaparición se celebrará el fin de la pandemia”.
Puso como ejemplo el parque de la 93, de Bogotá, pero insistió en que su propuesta puede ser aplicada en cualquier parque de Colombia.
Al cierre de su exposición citó otras autoridades del tema como Junya Ishigami y el arquitecto y artista Roberto Burle Marxs.
Denominó su proyecto “Parques Nube. Paisajismo para el comportamiento colectivo”.
El arquitecto Henry Gualdrón cerró las exposiciones con la exhibición de la revista, tanto de su portada como de sus páginas interiores, realmente una publicación excelente.
Finalmente, el Presidente Nacional de la SCA puso fin al acto.
“Santander en la Red” felicita a todos y cada uno de los autores de los proyectos seleccionados, pero también a los casi medio centenar de participantes en el certamen, quienes al acoger entusiastas la convocatoria y trabajar con ahínco en sus propuestas pusieron en evidencia su amor por su país, su sensibilidad humana, su interés en buscar soluciones prácticas y sencillas a los desafíos que nos esperan y, por supuesto, su inmenso amor hacia la bella carrera que estudiaron y la hermosa profesión que hoy en día ejercen, más allá de todas las dificultades con las que les tocó hacerlo en estos tiempos de adversidad e incertidumbre: la profesión de la Arquitectura, la misma que, como bellamente dicen los masones, es la profesión de Dios.