
Chinita linda de los ojos negros,
de la piel morena, del cabello al viento:
he visto tus ojos llorando en silencio,
mirando hacia el cielo, mirando a lo lejos.
¿Qué pasa, muchacha de los ojos negros!
Dime por qué lloras, por qué no estás riendo.
Perdóname, te ruego, si yo te molesto,
no más quiero verte por siempre sonriendo.

He visto hoy, chinita, cometas al viento
de muchos colores, besando los cielos,
y me han parecido muy lindas, es cierto,
¡pero mucho más lindos son tus ojos negros!

He visto hoy jardines de flores muy llenos,
azucenas blancas, claveles muy frescos;
son flores hermosas, muy lindas, es cierto,
¡pero no hay nada más lindo que tus ojos negros!


He visto hoy el mundo más bello y más nuestro;
he visto hoy el cielo más azul, más inmenso;
son lindos, es cierto, el mundo y el cielo,
pero, ¡qué va!: más lindos son tus ojos negros!

Nada hay más hermoso que mirarse en ellos,
no hay nada más grandioso que soñar despiertos;
y despierto sueño cuando a ti te miro,
cuando yo suspiro por tus ojos negros.

Chinita linda de la piel morena,
negrita de mi alma, no llores, lucero;
más bien sonríeme con tus labios frescos,
¡y mírame a los ojos con tus ojos negros!

Cuando ya las tardes se vayan muriendo;
cuando triste mire cómo pasa el tiempo;
pensaré que tú estás aquí, a mi lado,
pensaré que tú nunca estarás lejos.
Y entonces, chinita, volveré a mirarte,
volveré a decirte cuánto es que te quiero;
volveré a olvidarme de todas mis penas,
volveré a acordarme de las cosas buenas,
¡volveré a extasiarme con tus ojos negros!
Bucaramanga, enero de 1982.
[Tomada del libro Versos del desorden. 1a edición. (Sic) Editorial. Bucaramanga. 2001, p.p. 36 – 37. ISBN: 958-8150-33-7].