El pueblo católico colombiano da inicio todos los 16 de diciembre a la tradicional Novena de Aguinaldos, que se prolonga hasta la noche del 24.
El origen de la novena data de la segunda mitad del siglo XVIII (años 1700).
El cura ecuatoriano Fernando de Jesús Larrea, nacido en Quito en 1700 y fallecido en Cali 73 años después, fue el creador de la novena en su texto original.
El padre Larrea escribió su obrilla bajo el título “Novena para el Aguinaldo”.
La poetisa bogotana Bertilda Samper Acosta — conocida como la madre María Ignacia, pues fue este el nombre que adoptó para su vida religiosa, ya que se hizo monja — modificó el texto original y le agregó los “Gozos”, embelleciendo notoriamente la obrilla del padre Larrea.
La nueva obrilla fue publicada en 1910 y se tituló “Novena del Niño Dios: arreglada y aumentada por la Madre María Ignacia”.
A lo largo de la novena se rememoran las circunstancias que antecedieron el nacimiento de Jesús en Belén y los hechos que siguieron inmediatamente después, aunque presentados con magia poética.
Infortunadamente, las versiones tanto escritas como de Internet que circulan traen algunos errores que son el resultado de querer apartarse del texto original en aras de “modernizar” la novena tradicional.
Uno de esos errores es el de confundir el concepto de padre putativo con el de padre adoptivo, que son nociones totalmente distintas.
La madre María Ignacia utilizó el vocablo preciso.
Lo que afirma la teología católica, en efecto, no es que san José haya adoptado a Jesús, sino que la sociedad judía de entonces lo reputaba su hijo sin serlo.
El cambio de “putativo” por “adoptivo” se justificó diciendo que se debía “modernizar” la novena cambiando algunas palabras “obsoletas”.
Sin embargo, no hay nada que modernizar. En el idioma español actual el vocablo “putativo“ significa “tomar por“ o “creer que“. La lingüista española María Moliner, al definir en su célebre Diccionario de Uso del Español el vocablo “putativo“, pone como ejemplo, precisamente, el caso de san José y Jesús.
Jesús, pues, no fue hijo “adoptivo“ de san José, sino hijo putativo del célebre carpintero de Nazaret.
Otro error que traen las ediciones escritas de la novena y su texto en Internet es el de confundir a “Jesé“, el padre del rey David, con “José“.
La ilustre poetisa bogotana utilizó el nombre preciso para la estrofa de los gozos: “Oh raíz sagrada de Jesé”.
El verso no es, entonces, “Oh raíz sagrada de José“, como se dice erróneamente en las últimas ediciones escritas y en los textos subidos a Internet, sino “Oh raíz sagrada de Jesé”.
Una nota al margen: Jesé era también conocido con el nombre de “Isaí”.
Otro error es escribir “Ve ante mis ojos”. Lo que escribió la poetisa fue “Véante mis ojos”, es decir, “Te vean mis ojos”. La poetisa empleó aquí lo que se conoce como el pronombre enclítico, es decir aquel que se une al verbo para formar con este una sola palabra.
La certera precisión lingüística de la distinguida autora brilló también al utilizar el verbo “prosternarse“ en lugar del verbo “arrodillarse“.
En efecto, también se arrodilla, pongamos por caso, un mecánico cuando está reparando un automóvil, con el fin de apretar una tuerca, o un albañil para pintar con su brocha un zócalo. “Prosternarse“, en cambio, es arrodillarse, pero con respeto y veneración ante algo que es sagrado. (DRAE, Diccionario de Uso del Español, de María Moliner).
De manera que la expresión “prosternado en tierra“ significa “arrodillado en tierra con respeto y veneración“.
En la novena nos reencontramos con nombres como “Adonai” y “Emmanuel”.
“Adonai” es la forma en que las autoridades hebreas antiguas dispusieron que todas las personas debían dirigirse a Dios y mencionarlo, en lugar de dar su nombre (Yahvé), lo que se consideraba algo no respetuoso. Incluso recientemente el anterior papa, Benedicto XVI, apoyó esta posición hebrea.
En hebreo, “Adón” es “Señor” y “ai” es “mío”. “Adonai” significa, entonces, “Señor mío” o “Mi señor”.
En cuanto a “Emmanuel”, en latín significa “Dios con nosotros”.
Y “Preclaro” significa “ilustre”.
“Venerable” es el primer grado en el proceso de canonización, antes de beato (a), que es el segundo, y de santo (a) que es el superior.
La venerable Margarita del Santísimo Sacramento, mencionada en la oración de cierre, fue la joven monja francesa Margarita Perigot (siglo XVII, años 1600), quien impulsó en su país la devoción popular a la infancia de Jesús y a quien se le atribuyen una aparición de este y varios milagros, como el de que el rey de Francia de entonces, Luis XIII, pudiese engendrar un hijo después de muchos años de desearlo en vano y que en otro difícil y tormentoso episodio Francia se salvara de un ataque militar inminente.
La expresión “do” se utiliza solamente en poesía como otra forma de decir o de escribir el adverbio “donde”.
Así que la frase “Do su niño vean” quiere decir “Donde su niño vean”.
Más allá de todo lo anterior, lo cierto es que la Novena de Aguinaldos constituye una de nuestras más bellas tradiciones.
A través de sus textos, breves y poéticos (y que en mi opinión deberían conservarse puros), ella se convirtió en un hermoso aglutinante anual de la familia, de la amistad y de la buena vecindad.
Ese papel, aparentemente modesto, que cumple en cada templo, en cada casa, en cada condominio, en cada centro comercial, en cada barrio, en cada vereda, pero sobre todo en cada corazón, entre el 16 y el 24 de diciembre de cada año, la convierte en un valioso manantial de esa fraternidad que tanta falta le está haciendo a este mundo.