¡MUCHAS GRACIAS!
(POESÍA)

A ti, vecinita de mi barrio,
vecinita inolvidable de mi cuadra,
que me hacías apartar de mis tristezas
con tu encanto juvenil de colegiala,
haciendo sonar en tus muñecas
el mágico cascabel de tus alhajas,
y que con tus pulseras de corales
y tus dominicales minifaldas,
bastaba con que sólo me miraras
para hacerme sentir que te admiraba.
A ti, vecina linda, muchas gracias.

Y a ti, estudiante de la calle larga,
del cabello café y de la mirada cálida,
de los ojos verdes y la sonrisa fácil,
que con facilidad me perturbaba
si te asomabas al balcón desierto
de aquella casa por donde yo pasaba,
cuando mi corazón apresurado
hacía que el traje de acólito temblara,
y el único indicio que me habías dado,
el único indicio de que te gustaba,
había sido poner un caramelo
entre mis labios mientras te alejabas.
A ti, niña estudiante, muchas gracias.

Y a ti, joven sencilla e imborrable
de aquel perfume que te identificaba
y que en noches de bohemia y saxofones,
de luces, de canciones, de pachanga,
bailaste conmigo alegres sones
y me inundaste el alma
de aquellas fugaces emociones
que al final de las fiestas se apagaban,
igual que el resonar de los trombones.
A ti, muchacha amable, muchas gracias.

Y a ti también, mujer adinerada,
que cualquier noche sabatina me abrumabas
con la imagen de un piano arrinconado
y el brillo refulgente de unas lámparas,
y escaleras, y pisos relumbrantes,
y costosas esculturas en la sala.
A ti, mujer rica, muchas gracias.

Y a ti, compañera legionaria,
que el cojín del sofá lo aprisionabas
como a un bebé, contra tu pecho joven,
como dándole calor a una guitarra,
después de hacer girar en tu radiola
el acetato que tanto me gustaba,
el que empezaba a inundar aquel entorno
con Gigliola y su Pepito en Pennsylvania,
y que luego, con sonrisa encantadora,
me decías “¿qué más?”, con la mirada.
A ti, legionaria inolvidable,
hoy quisiera decirte: “muchas gracias”.

Y a ti, ilusión desencantada,
que te hiciste imagen del amor ausente,
de ardientes pasiones represadas,
de sueños que crecieron con los años
al final de los años para nada,
pues un instante bastó para que aquellas
en cenizas quedaran transformadas;
mágica mujer de apariciones
y desapariciones impensadas,
que, aun así, mantuviste vivo el fuego,
mi deseo de avanzar hacia un mañana,
y sin siquiera saberlo me ayudaste
a enjugar quizás más de una lágrima.
A ti, mujer inalcanzable,
de todas maneras, muchas gracias.

Y a ti, bella muchacha,
que al aceptar, por fin, que sí me amabas
besaste mis labios sorprendidos
y entibiaste mis manos congeladas;
chica linda de los cabellos largos
y lisos, descendiendo cual cascada,
que le diste a mi vida ese sentido
que por entonces me hacía tanta falta.
A ti, novia primera, muchas gracias.

Y a ti, novia lejana,
que tan sólo por carta me besabas,
escribiendo sobre esquelas de colores,
con seductoras tintas perfumadas,
y encendías mi alegría en el teléfono
diciéndome “te quiero”, a la distancia.
A ti, novia lejana, muchas gracias.

En fin, todas fuisteis una brizna
que pasó por mi vida y hoy no es nada,
todas fuisteis quizás tan solo un soplo
en la inmensa dimensión de mis nostalgias,
turbiones de sueños que se fueron,
ilusiones que me dejaron marca,
que me legaron las huellas de la vida,
o acaso quizás solo añoranzas,
épocas que se fueron sin adioses,
arpegios idos de idas serenatas,
años en que me sentía invencible,
porque el mundo a los pies se me postraba
sin necesidad de tener poder alguno
que no fuera el del Amor y la Esperanza.

A la postre no fuisteis más que un soplo
en una vida que hoy parece larga,
no fuisteis otra cosa que un instante,
no fuisteis otra cosa que una ráfaga,
una fugaz sonrisa de mi rostro,
o una breve caricia en mi quijada,
o un beso que creí que era amoroso,
o un momento de pasión; después, de nada.

Mas así no hayáis sido más que eso:
aquel cometa veloz que viene y pasa,
aquel momento fugaz que ya no vuelve,
aquel destello de luz que pronto apaga,
aquel pasado brumoso que se pierde
entre álbumes añejos y añoranzas,
al evocar, en vosotras, esos años
de alegrías y también de desengaños,
permitidme que os diga: ¡muchas gracias!
