
ÓSCAR HUMBERTO GÓMEZ GÓMEZ [Fotografía: Fernando Rueda Villamizar].
Despreciar el estudio de lo que se considera inútil está poniendo en serio peligro la universalidad del conocimiento humano y a importantes actividades que enaltecían al hombre y le daban una particular dignidad.
Así, la literatura clásica —y dentro de ella la poesía clásica—, la música clásica, la filosofía —y dentro de esta la ética— y un largo etcétera se han visto enviadas al olvido y para un número creciente de personas son materias o actividades intelectuales carentes por completo de importancia porque las consideran absolutamente inútiles.
Resulta preocupante, por ejemplo, ver cómo Grecia perdió hace rato su papel de faro orientador de la civilización, como si la Guerra del Peloponeso hubiese extendido sus efectos devastadores hasta a la Atenas de hoy.
Ya en los años 60, la película Nunca en domingo presentaba a un personaje que se había propuesto indagar sobre el terreno las razones que habían conducido a la decadencia de la cultura griega.
Figuras egregias como Sócrates, Platón, Aristóteles y toda la pléyade de grandes pensadores que iluminaron el mundo desaparecieron del interés de la sociedad actual y no son hoy sino referentes de lo anticuado y de lo que a nadie le interesa.

En el mundo mágico de la música, Mozart, Beethoven o Bach y los exponentes de las expresiones representativas de nuestra fértil riqueza musical han sido reemplazados en el contexto social contemporáneo por personajes de manifiesta opacidad, pero que, sin embargo, se dan el lujo de arrastrar multitudes y monopolizar los medios de comunicación aunque su único aporte a la música no haya sido sino el de imprimirle a diario un empujón hacia su decadencia definitiva.
Del joven que manifieste que quiere estudiar Filosofía o Literatura se dice que va a estudiar para desempleado, que se va a dedicar a estudiar cosas inútiles y con las cuales no podrá ganarse el pan.
Y es que, en efecto, desgraciadamente, mientras los intelectuales y quienes cultivan las altas galas del espíritu humano deambulan en busca de un pan para su mesa, abundan los epulones que exhiben la peor carga de ordinariez y de incultura.
Inmerso en la cotidiana rebusca del pan y ausente ya el sentido trascendente de la existencia, el hombre de los tiempos que corren ya no siente interés sino por aquello que le reporte utilidad, y esa utilidad —fin final y único de la vida— guarda relación, directa o indirecta, consciente o inconsciente, con la obtención de dinero.

¿Qué sucedió? ¿En qué momento y por qué el más burdo espíritu materialista y utilitario se apoderó de nuestro país y, al parecer, del mundo?
Hemos leído un interesante texto escrito por Leonardo Rodríguez V., joven e inquieto filósofo, psicólogo, teólogo y escritor santandereano, que nos ha parecido muy pertinente y por ello, con su venia, queremos compartirlo con ustedes.
Acerca de este tema, por supuesto, tendremos que volver después, pues se trata de un asunto de capital importancia para nuestra vida y la de nuestros descendientes.
El escrito —inserto dentro de un contexto de columnas suyas en torno a un tema más amplio— se titula “Características diferenciales de la moderna filosofía, respecto de la medieval. Dominio del conocimiento técnico-instrumental por sobre el filosófico-sapiencial” y dice lo siguiente:

“Con el ocaso de la metafísica tradicional, en la cual el hombre se abría al conocimiento de realidades fuera del espacio-tiempo, llegando incluso a alcanzar racionalmente la existencia de Dios, la sociedad se comienza a decantar poco a poco por una concepción del conocimiento más bien práctica que teórica. Si antes los hombres veían el universo como trampolín para ascender a la contemplación de Dios como su causa primera, ahora los hombres verán el universo como escenario de dominio humano sobre la materia y creación de tecnologías cada vez más asombrosas. Decíamos anteriormente que todo esto coincidió con el auge de la nueva ciencia experimental y se configuró así un nuevo paradigma de progreso social caracterizado por el interés en aumentar el conocimiento de la naturaleza material, con el fin de conocer cada vez mejor sus mecanismos y poder usarlos para mejorar en forma creciente la vida del hombre sobre la tierra.
Ante este panorama era natural que el conocimiento de tipo filosófico-sapiencial obtenido por medio de la especulación metafísica principalmente, fuera poco a poco desapareciendo de la lista de intereses de las sociedades y fuera reemplazado vertiginosamente por un modelo de conocimiento técnico-instrumental, único capaz de ofrecer resultados prácticos a la hora de aplicar la ciencia a la creación de nuevas técnicas y nuevas tecnologías.
Actualmente nadamos en este paradigma y no hay en el horizonte próximo esperanzas de regresar a una visión menos utilitarista del conocimiento. De hecho una mirada rápida a los currículos académicos de universidades e instituciones de educación primaria y bachilleratos, permite ver ese énfasis hegemónico que se hace en las disciplinas consideradas productivas o rentables, en detrimento de las disciplinas consideradas muertas en cuanto a su estatuto económico. En otras palabras, pocos padres de familia verán hoy con buenos ojos que su hijo estudie filosofía en la universidad, mientras que se sentirán seguros y orgullosos si su hijo manifiesta interés por alguna ingeniería.
Lo anterior refleja un estado social de abierto desprecio por las humanidades, agravado por un dominio apabullante de las disciplinas ‘prácticas’ o ‘productivas’.
Se perfila así un tipo de hombre y un tipo de sociedad muy específico, en los cuales desaparece o se adormece el interés por las grandes cuestiones metafísicas: ¿qué es el hombre? ¿De dónde venimos? ¿Para dónde vamos? ¿Existe Dios? ¿Qué es el alma? ¿El mundo ha tenido comienzo? ¿Tendrá fin? Etc. Todos estos interrogantes y otros por el estilo desaparecen del horizonte mental del hombre moderno y la sociedad que resulta de dicha transformación viene a ser entonces una sociedad sumida exclusivamente en la materialidad, en el esfuerzo por construir “el paraíso en la tierra”.
Leonardo Rodríguez V.”.
Quedan estas líneas para la reflexión.
Mesa de las Tempestades, domingo 14 de julio de 2019.
ILUSTRACIÓN: Ruinas de la Atenas antigua. Acrópolis. El Partenón.