Así podría llamarse la niña en esta foto.
Afortunadamente no; a ella la vida le sonríe, disfruta atendiendo un puesto de productos típicos que abre los domingos en la plaza principal de Zapatoca, donde tomé esta foto. La vida de la verdadera Alina es diferente, no está a su favor, por ahora.
Niños cruzando por campos desolados, sed y hambre, solos, sin sus padres. Atravesando ríos, sometidos a vejámenes de todo tipo y en muchos casos, muertos. Niñas violadas por sus guías, los tristemente famosos coyotes. ¿Es acaso ficción? ¿Una mala película de terror que nos quiere hacer pasar un mal momento? No.
Hace muchos años mi papá encontró en el centro de la ciudad a un niño en la calle, con hambre, su ropa sucia. Por causa de sus escasos 4 años no alcanzó ir al baño a hacer sus necesidades, y el papá, que lo cuidaba, decidió pegarle con una sandalia -las marcas eran evidentes en sus piernas- y le ordenó irse para su casa solo, como un castigo ejemplarizante, de machos, por supuesto, estos no se hacen en los pantalones. Nuestras taras ancestrales de machismo. Todo esto se supo después, con la llegada de la mamá, luego de que en mi casa decidieran llamar a una emisora popular para anunciar que había un niño perdido. Mis papás lo bañaron, le pusieron ropa limpia y esperaron hasta que alguien comprobó su paternidad y lo llevó de vuelta a su hogar (?). No sabemos cuál fue el final de esta historia, pero confiamos en que este evento haya hecho reaccionar a sus padres sobre el maltrato y las cosas hayan ido mejor para este muchachito.
Pero las costumbres no han cambiado, se sigue maltratando física y verbalmente a niños y mujeres con los cuales la humanidad ha sido especialmente cruel, como en la historia de Alina, donde se unen su carácter infantil y su condición femenina.
Hondureña, de origen humilde, con tan solo 14 años de vida, ha sido abusada sexualmente en dos oportunidades y ya es madre, como consecuencia de su última violación. Los maras, pandillas feroces de Centroamérica, asolan la región sembrando el pánico en sus habitantes generando uno de los mayores desplazamientos, quizás único en la historia, de niños en solitario. Su destino: la frontera al norte del río Bravo, con la esperanza de recibir la condición de refugiados y reencontrarse con los brazos protectores de sus madres, que se han adelantado en el viaje.
A diferencia de otros ilegales que ingresan a los EEUU, estos valientes críos llevan memorizado el teléfono de sus padres o familiares que ya están en el país del norte, el país del sueño americano, o al menos eso creen ellos en ese momento. No temen a la odiada “Migra”, la policía fronteriza norteamericana, por el contrario, los buscan y se entregan para poder estar rápidamente en su nuevo hogar. Estos niños no deberían estar sacrificando su inocencia, exponiendo su vida, desplazándose a un país lejano que siempre los va a tratar como extraños, dejando sus tradiciones y costumbres para siempre.
Desde octubre del año pasado han sido más de 57.000 niños los que han buscado protección con las autoridades norteamericanas, que están obligadas por una ley, impuesta por el presidente George W. Bush en 2008, a escuchar los argumentos de los inmigrantes y así, afortunadamente, evitan la deportación inmediata.
La historia de Alina aún no termina: su hija nació en un hospital norteamericano, luego de entregarse a las autoridades, y ahora espera la decisión de una juez que soltó un suspiro de desesperanza al saber que se trataba de una madre violada de 14 años. Le dio un mes y medio de plazo para encontrar un abogado. Por ahora permanece al lado de su mamá quien dejó 5 hijos en Honduras con sus abuelos, para trabajar limpiando casas en Texas y poder enviar dinero a casa.
Miremos a nuestro alrededor; no se trata de ser valientes, se trata de ser humanos; debemos denunciar los hechos de violencia contra niños y mujeres, no debemos permitir que el maltrato infantil y a la mujer pase y siga pasando impunemente. Que las niñas como Alina pasen su niñez jugando con muñecas, estudiando y forjando su futuro, no luchando contra su arrasador presente. No lo merecen.