El incremento del parque automotor, que invade las calles de las grandes ciudades y las carreteras de Santander, ha fortalecido la industria del transporte aéreo, que se mueve por los aires, sin que exista una clara política de la Dirección Nacional de Aeronáutica Civil para la revisión permanente de las aeronaves que prestan sus servicios en las rutas regionales, como parece haber sido la causa del accidente de la avioneta Cessna que se precipitó al abismo en la zona de Pescadero, corregimiento de Umpalá, el pasado 24 de diciembre.
La revisión permanente de las aeronaves y el control de calidad de los equipos es función de las autoridades aeronáuticas, que en las regiones brillan por su ausencia, seguramente por la falta de personal especializado en los terminales aéreos. Los Centros de Diagnóstico, que examinan las condiciones en que se encuentran los vehículos de transporte terrestre, deberían existir en todos los aeropuertos del país para los aparatos utilizados en la aviación comercial.
Un aparato que realiza veinte vuelos diarios en las rutas domésticas está expuesto a la fatiga del metal, especialmente en aeronaves cuyo fuselaje está soportado por estructuras metálicas muy débiles, que terminan agotándose como cualquier ser viviente, al contacto con la atmósfera, al choque permanente con Nimbos y Cúmulos que golpean las aeronaves y ocasionan deterioro del metal.
La prensa regional ha publicado una impresionante racha de accidentes aéreos ocurridos en el departamento de Santander durante estos años, con la pérdida lamentable de vidas humanas muy valiosas, en la mayoría de los casos por el recalentamiento de motores, por exceso de confianza de los pilotos y por el deterioro de los equipos utilizados por las pequeñas aeronaves dedicadas al transporte de pasajeros entre el Aeropuerto Internacional Palonegro y los terminales aéreos de Málaga, San Gil, Socorro, Cimitarra, San Vicente, El Carmen de Chucurí, Zapatoca, San Pablo en el sur de Bolívar, San Alberto y Aguachica en el sur del Cesar.
Inmenso dolor ha producido el accidente de la avioneta que costó la vida del Capitán Carlos Alberto Rueda Castellanos y de los seis pasajeros que habían abordado la aeronave en el aeropuerto de Palonegro, la víspera de la navidad. El Capitán Rueda era un personaje con veinticinco años de experiencia, un veterano que había desafiado el riesgo de los vientos cruzados en el cañón del Río Chicamocha, donde han ocurrido muchas tragedias.
El mal estado de la carretera Los Curos – Málaga, cuya ampliación y pavimentación se ha prometido tantas veces, con enorme irresponsabilidad del gobierno nacional, obliga a muchas personas a servirse del transporte aéreo. Los fuertes vientos en esta zona del departamento han sido muchas veces la causa de accidentes fatales para quienes utilizan este medio de transporte.
Este sábado un inmenso cortejo recorrió las calles de la emblemática ciudad de Málaga, capital de la provincia de García Rovira, transportando los cadáveres insepultos de las víctimas de este siniestro. El pueblo apesadumbrado atestó la Iglesia Catedral, donde el señor Obispo y un grupo de sacerdotes ofreció la liturgia, recordando que los seres humanos somos briznas en las manos de Dios. Algo tiene que hacerse para mejorar las comunicaciones terrestres con esta apartada región del departamento y mucho tiene que exigirse a las aerolíneas, para evitar que se repitan estos accidentes, que arrugan el corazón del pueblo santandereano, donde la muerte ha dejado un recuerdo amargo de esta navidad.
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RAFAEL SERRANO PRADA.— Educador, periodista, locutor, escritor y político santandereano. Director del diario EL FRENTE de Bucaramanga.