MANDARINA. Por: Manuel Enrique Rey.

 

Ésta fruta cítrica, al parecer llegada a occidente desde Tánger en Marruecos, que los europeos comen en otoño, si es que la comen y conocen al menos en sus tantas variedades, es deliciosa y refrescante y, salvo excepciones, casi todos la degustan con placer.
Para quienes viven a la caza de sus propiedades nutricionales (medicinales) y organolépticas (físicas), podría decirse teniendo en cuenta las nutricionales, que consisten de flavonoides, vitamina A y C, ácido fólico y potasio. Científicos afirman que la nobitelina que se encuentra en buenas cantidades en la mandarina previene de la obesidad y ofrece protección para la diabetes tipo 2 y la aterosclerosis.
Confirmo, apoyado en lo expuesto por un destacado médico santandereano cardiólogo, que la vitamina C como antioxidante ayuda a prevenir el daño causado por los radicales libres evitando de esa manera varios tipos de cáncer e infecciones, que su fibra ayuda a reducir el colesterol malo en la sangre; y, que su cáscara, debido al alto contenido de flavonas polimetoxiladas, ayuda a disminuirlo.
La aterosclerosis –afirma- consiste en el endurecimiento de las arterias por acumulación de grasas provocando el deterioro progresivo, disminuyendo el flujo sanguíneo, produciendo coágulos y hasta infarto. No me adentraré, por no corresponderme, en los beneficios de ésta fruta al combatir el estreñimiento, la anemia cuando es por carencia de hierro, los resfriados y la gripa, el cáncer de hígado.
Éste año la clase textural de los suelos y el invierno a destiempo y no continuo favoreció –al menos en el departamento de Santander- la producción exagerada de éste cítrico en árboles que pudieron haber aumentado el número de mandarinas hasta en un 50%. El tamaño normal de cada mandarina no fue grande, como se esperaba por estadística, debido a la planta haber sido engañada por lo edáfico relacionado con la humedad del suelo que, como cosa rara, hubo de prolongarse hasta diciembre. También ayudó al enanismo frutal la llegada de los calores decembrinos atemporales. De todos modos el perjudicado, como siempre, el campesino; especialmente, el de la región comunera y guanentina, que es donde más se cosecha.
Te pedimos, dulce Niño Jesús, para el año venidero, no permitir al humano, como hasta ahora ha sido, seguir siendo el responsable para que el cambio climático afecte las cosechas y, desde luego, a los humanos. Felices fiestas, ojalá brindando un vodka, eso sí endulzado con el delicioso sabor y aroma de una colorida mandarina.

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MANUEL ENRIQUE REY SANMIGUEL. Ingeniero químico, historiador y escritor santandereano. Miembro de Número de la Academia de Historia de Santander. En su finca “El finco” cultiva diversos árboles frutales cuya producción comparte generosamente con sus amigos.

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