PILATOS. Capítulo Cuarto. Por Óscar Humberto Gómez Gómez

 

Con posterioridad a la crucifixión, agonía y muerte de Jesús, Poncio Pilatos reaparecerá en el escenario bíblico cuando un judío de elevada posición social, José de Arimatea, comparezca ante él para solicitarle “denodadamente” que le entregue el cuerpo del ajusticiado.

“Denodadamente” significa “con denuedo” y“denuedo” quiere decir “Valor, energía y decisión con que se ejecuta una acción”. Son sinónimos de “denuedo” “arrojo, decisión, audacia, valor, intrepidez, atrevimiento, osadía”; son antónimos, “indecisión, cobardía, desánimo”. (V. Diccionario de Autoridades, Diccionario de la Real Academia Española, Diccionario de Uso del Español de María Moliner; WordReference).

 

 

Y es que la cuestión de la entrega del cuerpo de Cristo no era algo tan sencillo. Aún hoy en día en las más diversas latitudes, pedir la entrega del cuerpo de ciertas personas muertas violentamente y que se hallan socialmente estigmatizadas no es fácil. Por el contrario, igual que en aquellos momentos históricos a los que nos estamos refiriendo, implica riesgos muy serios para quien se atreve a formular una petición semejante. Más grave aún la situación de aquel momento para José de Arimatea, pues se encuentra entre dos fuerzas poderosas, frente a ninguna de las cuales le resulta conveniente exhibirse como seguidor de Cristo: por un lado, las autoridades judías, que precisamente han conducido a la muerte a su prisionero, y por otro lado las autoridades romanas, que finalmente han sido las que han consumado su ejecución. Obsérvese que José de Arimatea siente temor por lo que pueda pasarle, pero, en todo caso, se presenta ante Pilatos, y lo hace con decisión, es decir, con denuedo.

Se observa entre las líneas bíblicas un aspecto que refleja la crueldad de las costumbres punitivas romanas. Pilatos, en efecto, se sorprende ante la petición de José de Arimatea, por la rapidez con que ha muerto el prisionero. Y tan se sorprende, que antes de responderle al peticionario se cerciora con un centurión de que, en efecto, el prisionero ya murió. Este párrafo bíblico revela que la agonía de los crucificados se prolongaba normalmente por más tiempo. Como vimos en el Capítulo Tercero de esta serie, Jesús fue crucificado a las 9 de la mañana y murió a las 3 de la tarde. Ello significa que la de él duró seis horas.

 

 

Pero Poncio Pilatos aparece en otra escena. Y es que mientras José de Arimatea comparece ante él para pedirle la entrega del cuerpo del prisionero que ha sido ajusticiado, las autoridades judías también se presentan ante él, pero para pedirle la adopción de medidas encaminadas a evitar que los seguidores de Cristo rescaten su cuerpo y luego salgan a decir que, en efecto, resucitó conforme él mismo lo había vaticinado. Pilatos, con notoria molestia hacia estos personajes, les autoriza que dispongan de una guardia como les dé la gana.

 

 

“57 Siendo ya tarde, compareció un hombre rico, natural de Arimatea, llamado José, el cual era también discípulo de Jesús.

58 Este se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, el cual mandó Pilato que se le entregase.

59 José, pues, tomando el cuerpo de Jesús, le envolvió en una sábana limpia.

60 Y lo colocó en un sepulcro suyo que había hecho abrir en una peña, y no había servido todavía; y arrimando una gran piedra, cerró la boca del sepulcro, y se fue.

61 Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas enfrente del sepulcro.

62 Al día siguiente, que era el de después de la preparación del sábado, o el sábado mismo, acudieron junto a Pilato los príncipes de los sacerdotes y los fariseos,

63 diciendo: Señor, nos hemos acordado de que aquel impostor, estando todavía en vida, dijo: Después de tres días resucitaré.

64 Manda, pues, que se guarde el sepulcro hasta el tercer día; para que no vayan quizás de noche sus discípulos y lo hurten, y digan a la plebe: Ha resucitado de entre los muertos; y sea el último engaño peor que el primero.

65 Les respondió Pilato: Ahí tenéis la guardia: Id y ponedla como os parezca.

66 Con eso, yendo allá aseguraron bien el sepulcro, sellando la piedra y poniendo guardias”. (Mateo, 27:57-66. Negrilla fuera de texto).

 

 

“42 Al caer el sol (por ser aquel día la parasceve, o día de preparación, que precede al sábado)

43 fue José de Arimatea, persona ilustre y senador, el cual esperaba también el reino de Dios, y entró denodadamente a Pilatos, y pidió el cuerpo de Jesús.

44 Pilatos, admirándose de que tan pronto hubiese muerto, hizo llamar al centurión, y le preguntó si efectivamente era muerto.

45 Y habiéndole asegurado que sí el centurión, dio el cuerpo a José.

46 José, comprada una sábana, bajó a Jesús de la cruz, y lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, y arrimando una gran piedra, dejó así con ella cerrada la entrada.

47 Entretanto María Magdalena y María, madre de José, estaban observando dónde le ponían”. (Marcos, 15:42-47. Negrita fuera de texto).

 

 

“50 Entonces se dejó ver un senador llamado José, varón virtuoso y justo oriundo de Arimatea, ciudad de la Judea,

51 el cual no había consentido en el designio de los otros ni en lo que habían ejecutado; antes bien era de aquellos que esperaban también el reino de Dios.

52 Este, pues, se presentó a Pilatos, y le pidió el cuerpo de Jesús.

53 Y habiéndolo descolgado de la cruz lo envolvió en una sábana, y lo colocó en un sepulcro abierto en peña viva, en donde ninguno hasta entonces había sido sepultado.

54 Era aquel el día que llamaban parasceve, o preparación, e iba ya a entrar el sábado.

55 Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea, yendo en pos de José, observaron el sepulcro, y la manera con que había sido depositado el cuerpo de Jesús.

56 Y al volverse, hicieron prevención de aromas y bálsamos; aunque durante el sábado se mantuvieron quietas según el mandamiento”. (Lucas, 23:50-56. Negrilla fuera de texto).

 

 

“38 Después de esto José, natural de Arimatea (que era discípulo de Jesús, aunque oculto por miedo de los judíos) pidió licencia a Pilatos para recoger el cuerpo de Jesús, y Pilatos se lo permitió. Con eso vino, y se llevó el cuerpo de Jesús.

39 Vino también Nicodemo, aquel mismo que en otra ocasión había ido de noche a encontrar a Jesús, trayendo consigo una confección de mirra, y de áloe, cosa de cien libras.

40 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y bañado en las especies aromáticas, lo amortajaron con lienzos, según la costumbre de sepultar de los judíos.

41 Había en el lugar, donde fue crucificado, un huerto; y en el huerto un sepulcro nuevo, donde hasta entonces ninguno había sido sepultado.

42 Como era la víspera del sábado de los judíos, y ese sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús”. (Juan, 19:38-42. Negrita fuera de texto)

 

 

(CONTINUARÁ)

 

ILUSTRACIONES:

(1) a (8) El entierro de Cristo. Siglo XIX. Carl Bloch (Copenhague, Dinamarca, 23 de mayo de 1834 – Copenhague, Dinamarca, 22 de febrero de 1890). Real Academia de Bellas Artes de Dinamarca.

 

¡Gracias por compartirla!
Publicado en Historia | Comentarios desactivados en PILATOS. Capítulo Cuarto. Por Óscar Humberto Gómez Gómez