El soporte fundamental del cristianismo se encuentra en los hechos que en este capítulo van a ser relatados por los evangelistas, acaecidos el domingo inmediatamente siguiente al viernes de la crucifixión, agonía y muerte de Jesús.
En el contexto de estos asombrosos y controversiales hechos bíblicos, Poncio Pilatos no tiene una figuración activa, sino pasiva, y únicamente la tiene en el evangelio de Mateo y en el de Lucas.
En el de Mateo se describe, en efecto, lo que hasta hoy constituye, de acuerdo con el mismo texto bíblico, la versión oficial de lo ocurrido aquel domingo temprano en la mañana. Obsérvese que en esta narración bíblica la supuesta venalidad de Pilatos únicamente está sugerida por las autoridades judías, quienes evidentemente confiaban en que, también a cambio de un soborno, el representante de la autoridad romana accedería a no castigar a los militares romanos que de manera expresa habían sido apostados en los alrededores de la tumba precisamente para evitar que los discípulos de Jesús pudiesen rescatar su cuerpo sin vida y salir a decir que, conforme este lo había predicho, había resucitado.
En el evangelio de Lucas, en cambio, son unos discípulos de Cristo los que, camino de Emmaús, mencionan a Pilatos al narrarle a ese desconocido que va junto a ellos y parece no estar enterado de nada, los hechos que acaban de suceder en Jerusalén, sin darse cuenta de que se los están relatando a quien fue nada más ni nada menos que su principal protagonista.
Los dos restantes evangelios canónicos, el de Marcos y el de Juan, omiten cualquier referencia no sólo a Pilatos, sino también a las autoridades judías, y se aplican única y exclusivamente a relatar las experiencias vividas durante aquellas emocionantes horas por los discípulos de Cristo que tuvieron una cercana relación con estos hechos portentosos.
Lo cierto es que aquí desaparece del escenario bíblico el personaje romano recién llegado a él y quien, desde ese momento, desde el cierre de aquellos turbulentos días de la historia de Judea, de Roma y, en general, del mundo, habrá de ser conocido, a través de las diferentes generaciones, como el hombre investido de poder que, finalmente, dispuso tanto de la integridad física de Jesús como de su vida.
El análisis de la personalidad de Pilatos, de las motivaciones que tuvo para haber actuado como actuó, de quién era antes de estos hechos y quién fue después de los mismos, es todo un contexto que ha resultado ciertamente fascinante para los historiadores. Reconstruir su vida ha sido desde entonces un verdadero reto para los investigadores del pasado. Saber qué sucedió con él, que pensó él acerca de todo lo sucedido, después de aquellos días de turbulencia, y conocer en qué terminó su vida, esto es, dónde, cuándo y cómo murió, han sido siempre unos emocionantes enigmas por resolver.
Unos enigmas que han sido resueltos de las maneras más diversas.
Tan diversas, que, tal y como veremos, mientras para algunos no pasó nunca de ser un deicida, para otros llegó a ser no solo un cristiano más, sino un santo.
“1 El primer día de la semana, al amanecer, cuando todavía estaba oscuro, fue María Magdalena al sepulcro, y vio quitada de él la piedra;
2 y sorprendida echó a correr, y fue a estar con Simón Pedro y con aquel otro discípulo amado de Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.
3 Con esta nueva salió Pedro y el dicho discípulo, y se encaminaron al sepulcro.
4 Corrían ambos a la par, mas este otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro;
5 y habiéndose inclinado, vio los lienzos en el suelo, pero no entró.
6 Llegó tras él Simón Pedro, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos en el suelo,
7 y el sudario o pañuelo que habían puesto sobre la cabeza de Jesús, no junto con los demás lienzos, sino separado y doblado en otro lugar.
8 Entonces el otro discípulo, que había llegado primero al sepulcro, entró también, y vio, y creyó que efectivamente le habían quitado;
9 porque aún no habían entendido lo que dice la Escritura, que Jesús debía resucitar de entre los muertos.
10 Con esto los discípulos se volvieron otra vez a casa.
11 Entretanto María Magdalena estaba fuera llorando, cerca del sepulcro. Con las lágrimas, pues, en los ojos se inclinó a mirar al sepulcro.
12 Y vio a dos ángeles, vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera, y otro a los pies, donde estuvo colocado el cuerpo de Jesús.
13 Le dijeron ellos: Mujer, ¿por qué lloras? Les respondió: Porque se han llevado de aquí a mi Señor; y no sé dónde le han puesto.
14 Dicho esto volviéndose hacia atrás, vio a Jesús en pie; mas no conocía que fuese Jesús.
15 Le dijo Jesús: Mujer, ¿por qué lloras?; ¿a quién buscas? Ella suponiendo que sería el hortelano, le dice: Señor, si tú le has quitado, dime dónde le pusiste; y yo me lo llevaré.
16 Le dijo Jesús: María. Se volvió ella al instante, y le dijo: Rabboni (que quiere decir, Maestro).
17 Le dijo Jesús : No me toques más, porque no he subido todavía a mi Padre; mas anda, ve a mis hermanos, y diles de mi parte: Subo a mi Padre y vuestro Padre; a mi Dios y vuestro Dios.
18 Fue, pues, María Magdalena a dar parte a los discípulos, diciendo: He visto al Señor, y me ha dicho esto.
19 Aquel mismo día primero de la semana, siendo ya muy tarde, y estando cerradas las puertas de la casa, donde se hallaban reunidos los discípulos por miedo de los judíos, vino Jesús, y apareciéndose en medio de ellos, les dijo: La paz sea con vosotros.
20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Se llenaron de gozo los discípulos con la vista del Señor.
21 El cual les repitió: La paz sea con vosotros. Como mi Padre me envió, así os envío también a vosotros.
22 Dichas estas palabras, alentó, o dirigió el aliento, hacia ellos; y les dijo: Recibid el Espíritu Santo,
23 quedan perdonados los pecados a aquellos a quienes los perdonaréis; y quedan retenidos a los que se los retuviereis.
24 Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
25 Le dijeron después los otros discípulos: Hemos visto al Señor. Mas él les respondió: Si yo no veo en sus manos la hendidura de los clavos, y no meto mi dedo en el agujero que en ellas hicieron, y mi mano en la llaga de su costado, no lo creeré.
26 Ocho días después, estaban otra vez los discípulos en el mismo lugar, y Tomás con ellos, vino Jesús estando también cerradas las puertas, y se les puso en medio, y dijo: La paz sea con vosotros.
27 Después dice a Tomás: Mete aquí tu dedo, y registra mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado, y no seáis incrédulo, sino fiel.
28 Respondió Tomás, y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!
29 Le dijo Jesús: Tú has creído, ¡oh Tomás!, porque me has visto: bienaventurados aquellos que sin haberme visto han creído.
30 Muchos otros milagros hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritos en este libro.
31 Pero éstos se han escrito con el fin de que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengáis vida eterna, en virtud de su nombre”. (Juan, 20:1-31).
“1 Después de esto Jesús se apareció otra vez a los discípulos a la orilla del mar de Tiberíades; y fue de esta manera:
2 Estaban juntos Simón Pedro, y Tomás, llamado Dídimo, y Natanael, el cual era de Caná de Galilea, y los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos.
3 Les dijo Simón Pedro: Voy a pescar. Le respondieron ellos: Vamos también nosotros contigo. Fueron, pues, y entraron en la barca, y aquella noche no cogieron nada.
4 Venida la mañana, se apareció Jesús en la ribera; pero los discípulos no conocieron que fuese él.
5 Y Jesús les dijo: Muchachos, ¿tenéis algo que comer? Le respondieron: No.
6 Les dijo él: Echad la red a la derecha del barco; y encontraréis. La echaron, pues; y ya no podían sacarla por la cantidad de peces que había.
7 Entonces el discípulo aquel que Jesús amaba, dijo a Pedro: Es el Señor. Simón Pedro apenas oyó: Es el Señor, se vistió la túnica (pues estaba desnudo, o en paños menores) y se echó al mar.
8 Los demás discípulos vinieron en la barca, tirando la red llena de peces (pues no estaba lejos de tierra, sino como unos doscientos codos).
9 Al saltar en tierra, vieron preparadas brasas encendidas, y un pez puesto encima, y pan.
10 Jesús les dijo: Traed acá de los peces que acabáis de coger.
11 Subió al barco Simón Pedro, y sacó a tierra la red, llena de ciento cincuenta y tres peces grandes. Y aunque fueran tantos, no se rompió la red.
12 Les dijo Jesús: Vamos, almorzad. Y ninguno de los que estaban comiendo osaba preguntarle: ¿Quién eres tú?, sabiendo bien que era el Señor.
13 Se acercó, pues, Jesús, y tomó el pan, y se lo distribuyó, y lo mismo hizo del pez.
14 Esta fue la tercera vez que Jesús apareció a sus discípulos, después que resucitó de entre los muertos.
15 Acabada la comida, dijo Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas tú más que éstos? Le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Le dijo: Apacienta mis corderos.
16 Por segunda vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Le dijo: Apacienta mis corderos.
17 Le dijo por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntase si le amaba; y así respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú conoces bien que yo te amo. Le dijo Jesús: Apacienta mis ovejas.
18 En verdad, en verdad te digo, que cuando eras más mozo, tú mismo te ceñías el vestido, e ibas adonde querías; mas siendo viejo, extenderás tus manos en una cruz, y otro te ceñirá, y te conducirá adonde tú no gustes.
19 Esto lo dijo para indicar con qué género de muerte había Pedro de glorificar a Dios. Y después de esto, añadió: Sígueme.
20 Volviéndose Pedro a mirar, vio venir detrás al discípulo amado de Jesús, aquel que en la cena se reclinara sobre su pecho, y había preguntado: Señor, ¿quién es el que te hará traición?
21 Pedro, pues, habiéndole visto, dijo a Jesús: Señor, ¿qué será de éste?
22 Le respondió Jesús: Si yo quiero que así se quede hasta mi venida, ¿a ti qué te importa? Tú sígueme a mí.
23 Y de aquí se originó la voz que corrió entre los hermanos, de que este discípulo no moriría. Mas no le dijo Jesús: No morirá, sino: Si yo quiero que así se quede hasta mi venida, ¿a ti qué te importa?
24 Este es aquel discípulo que da testimonio de estas cosas, y las ha escrito; y estamos ciertos de que su testimonio es verdadero.
25 Muchas otras cosas hay que hizo Jesús, que si se escribieran una por una, me parece que no cabrían en el mundo los libros que se habrían de escribir”. (Juan, 21:1-25).
“1 Avanzada ya la noche del sábado, al amanecer el primer día de la semana o domingo, vino María Magdalena con la otra María a visitar el sepulcro.
2 A este tiempo se sintió un gran terremoto; porque bajó del cielo un ángel del Señor, y acercándose al sepulcro removió la piedra, y se sentó encima.
3 Su semblante brillaba como el relámpago, y era su vestidura blanca como la nieve.
4 De lo cual quedaron los guardias tan aterrados, que estaban como muertos.
5 Mas el ángel, dirigiéndose a las mujeres, les dijo: Vosotras no tenéis que temer; que bien sé que venís en busca de Jesús, que fue crucificado:
6 ya no está aquí porque ha resucitado, según predijo. Venid y mirad el lugar donde estaba sepultado el Señor.
7 Y ahora, id sin deteneros a decir a sus discípulos que ha resucitado; y he aquí que va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. Ya os lo prevengo de antemano.
8 Ellas salieron al instante del sepulcro con miedo y con gran gozo, y fueron corriendo a dar la nueva a los discípulos.
9 Cuando he aquí que Jesús les sale al encuentro, diciendo: Dios os guarde; y acercándose ellas, postradas en tierra abrazaron sus pies y le adoraron.
10 Entonces Jesús les dice: No temáis: Id, avisad a mis hermanos para que vayan a Galilea, que allí me verán.
11 Mientras ellas iban, algunos de los guardias vinieron a la ciudad, y contaron a los príncipes de los sacerdotes todo lo que había pasado.
12 Y congregados éstos con los ancianos, teniendo su consejo, dieron una gran cantidad de dinero a los soldados,
13 con esta instrucción: Habéis de decir: Estando nosotros durmiendo, vinieron de noche sus discípulos y le hurtaron.
14 Que si eso llegare a oídos del gobernador, nosotros le aplacaremos, y os sacaremos en paz y a salvo.
15 Ellos, recibido el dinero, hicieron según estaban instruidos; y esta voz ha corrido entre los judíos hasta el día de hoy.
16 Mas los once discípulos partieron para Galilea, al monte que Jesús les había señalado.
17 Y allí al verle le adoraron; si bien algunos tuvieron sus dudas.
18 Entonces Jesús , acercándose, les habló en estos términos: A mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra.
19 Id, pues, e instruid a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
20 enseñándolas a observar todas las cosas que yo os he mandado. Y estad ciertos que yo mismo estaré siempre con vosotros, hasta la consumación de los siglos”. (Mateo, 28:1-20. Negrita fuera de texto).
“1 Y pasada la fiesta del sábado, María Magdalena, y María madre de Santiago, y Salomé, compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús.
2 Y partiendo muy de madrugada el domingo o primer día de la semana, llegaron al sepulcro, salido ya el sol.
3 Y se decían una a otra: ¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?
4 La cual realmente era muy grande, mas echando la vista, repararon que la piedra estaba apartada.
5 Y entrando en el sepulcro se hallaron con un joven sentado al lado derecho, vestido de un blanco ropaje, y se quedaron pasmadas.
6 Pero él les dijo: No tenéis que asustaros; vosotros venís a buscar a Jesús Nazareno, que fue crucificado; ya resucitó, no está aquí: Mirad el lugar donde le pusieron.
7 Pero id, y decid a sus discípulos, y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea, donde le veréis, según que os tiene dicho.
8 Ellas, saliendo del sepulcro, echaron a huir, como sobrecogidas que estaban de pavor y espanto, y a nadie dijeron nada, tal era su pasmo.
9 Jesús habiendo resucitado de mañana, el domingo o primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la cual había lanzado siete demonios.
10 Y Magdalena fue luego a dar las nuevas a los que habían andado con él, que no cesaban de gemir y llorar.
11 Los cuales al oírle decir que vivía, y que ella le había visto, no le creyeron.
12 Después de estos se apareció bajo otro aspecto a dos de ellos, que iban de camino a una casa de campo.
13 Los que vinieron luego, trajeron a los demás la nueva; pero tampoco los creyeron.
14 En fin, apareció a los once cuando estaban a la mesa; y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón; porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.
15 Por último, les dijo: Id por todo el mundo; predicad el mensaje de salvación a todas las criaturas;
16 el que creyere y se bautizare se salvará; pero el que no creyere será condenado.
17 A los que creyeren, acompañarán estos milagros: En mi nombre lanzarán los demonios, hablarán nuevas lenguas,
18 manosearán las serpientes; y si algún licor venenoso bebieren, no les hará daño; pondrán las manos sobre los enfermos, y quedarán éstos curados.
19 Así el Señor Jesús, después de haberles hablado varias veces, fue elevado al cielo, y está sentado a la diestra de Dios.
20 Y sus discípulos fueron, y predicaron en todas partes, cooperando el Señor, y confirmando su doctrina con los milagros que la acompañaban”. (Marcos, 16:1-20).
“1 Mas el primer día de la semana, muy de mañana, fueron estas mujeres al sepulcro, llevando los aromas que tenían preparados.
2 Y encontraron apartada la piedra del sepulcro.
3 Pero habiendo entrado dentro, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús .
4 Y quedando muy consternadas con este motivo, he aquí que se aparecieron de repente junto a ellas dos personajes con vestiduras resplandecientes.
5 Y quedando llenas de espanto, y teniendo inclinado el rostro hacia la tierra, los ángeles les dijeron: ¿Para qué andáis buscando entre los muertos al que está vivo?
6 No está aquí, sino que resucitó; acordaos de lo que os previno, cuando estaba todavía en Galilea,
7 diciendo: Conviene que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y crucificado, y que al tercer día resucite.
8 Ellas, en efecto, se acordaron de las palabras de Jesús.
9 Y volviendo del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los once y a todos los demás.
10 Las que refirieron esto a los apóstoles eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Santiago, y las otras sus compañeras;
11 si bien estas nuevas las miraron ellos como un desvarío; y no las creyeron.
12 Pedro, no obstante, fue corriendo al sepulcro, y asomándose a él, vio la mortaja sola allí en el suelo, y se volvió admirando para consigo el suceso.
13 En este mismo día dos de ellos iban a una aldea llamada Emmaús, distante de Jerusalén el espacio de sesenta estadios;
14 y conversaban entre sí de todas las cosas que habían acontecido.
15 Mientras así discurrían y conferenciaban recíprocamente, el mismo Jesús juntándose con ellos caminaba en su compañía;
16 mas sus ojos estaban como deslumbrados para que no le reconociesen.
17 Les dijo, pues: ¿Qué conversación es esa que caminando lleváis entre los dos, y por qué estáis tristes?
18 Uno de ellos, llamado Cleofás, respondiendo, le dijo: ¿Tú sólo eres tan extranjero en Jerusalén , que no sabes lo que ha pasado en ella estos días?
19 Replicó él: ¿Qué? Lo de Jesús Nazareno, respondieron, el cual fue un profeta, poderoso en obras y en palabras, a los ojos de Dios y de todo el pueblo;
20 y cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron a Pilatos para que fuese condenado a muerte y lo han crucificado.
21 Mas nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y no obstante, después de todo esto, he aquí que estamos ya en el tercer día después que acaecieron dichas cosas.
22 Bien es verdad que algunas mujeres de entre nosotros nos han sobresaltado, porque antes de ser de día fueron al sepulcro,
23 y, no habiendo hallado su cuerpo volvieron, diciendo habérseles aparecido unos ángeles, los cuales han asegurado que está vivo.
24 Con eso algunos de los nuestros han ido al sepulcro, y hallado ser cierto lo que las mujeres dijeron; pero a Jesús no le han encontrado.
25 Entonces les dijo él: ¡Oh necios, y tardos de corazón para creer todo lo que anunciaron los profetas!
26 Pues, ¿por ventura no era conveniente que el Cristo padeciese todas estas cosas, y entrase así en su gloria?
27 Y empezando por Moisés, y discurriendo por todos los profetas, les interpretaba en todas las Escrituras los lugares que hablaban de él.
28 En esto llegaron cerca de la aldea adonde iban; y él hizo ademán de pasar adelante.
29 Mas le detuvieron por fuerza, diciendo: Quédate con nosotros, porque ya es tarde, y va ya el día de caída. Entró, pues, con ellos.
30 Y estando juntos a la mesa, tomó el pan, y lo bendijo, y habiéndolo partido, se los dio.
31 Con lo cual se les abrieron los ojos, y le conocieron; mas él desapareció de su vista.
32 Entonces se dijeron uno a otro: ¿No es verdad que sentíamos abrasarse nuestro corazón, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?
33 Y levantándose al punto regresaron a Jerusalén, donde hallaron congregados a los once y a otros de su séquito,
34 que decían: El Señor ha resucitado realmente, y se ha aparecido a Simón.
35 Ellos por su parte contaban lo que les había sucedido en el camino, y cómo le habían conocido al partir el pan.
36 Mientras estaban hablando de estas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos, y les dijo: La paz sea con vosotros: Soy yo, no temáis.
37 Ellos, atónitos, y atemorizados, se imaginaban ver a algún espíritu.
38 Y Jesús les dijo: ¿De qué os asustáis y por qué dais lugar en vuestro corazón a tales pensamientos?
39 Mirad mis manos y mis pies, yo mismo soy, palpad, y considerad que un espíritu no tiene carne, ni huesos, como vosotros veis que yo tengo.
40 Dicho esto, les mostró las manos y los pies.
41 Mas como ellos aún no lo acabasen de creer, estando como estaban fuera de sí de gozo y de admiración, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?
42 Ellos le presentaron un pedazo de pez asado y un panal de miel.
43 Comido que hubo delante de ellos, tomando las sobras se las dio.
44 Les dijo en seguida: Ved ahí lo que os decía, cuando estaba aún con vosotros, que era necesario que se cumpliese todo cuanto está escrito de mí en la ley de Moisés, y en los profetas, y en los salmos.
45 Entonces les abrió el entendimiento para que entendiesen las Escrituras.
46 Y les dijo: Así estaba ya escrito, y así era necesario que el Cristo padeciese, y que resucitase de entre los muertos al tercer día,
47 y que en nombre suyo se predicase la penitencia y el perdón de los pecados a todas las naciones, empezando por Jerusalén.
48 Vosotros sois testigos de estas cosas.
49 Y yo voy a enviaros lo que mi Padre os ha prometido por mi boca: entretanto permaneced en la ciudad, hasta que seáis revestidos de la fortaleza de lo alto.
50 Después los sacó afuera camino de Betania; y levantando las manos les echó su bendición.
51 Y mientras los bendecía, se fue separando de ellos, y elevándose al cielo.
52 Y habiéndole adorado, regresaron a Jerusalén con gran júbilo.
53 Y estaban de continuo en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén”. (Lucas, 24:1-53).
(CONTINUARÁ)
ILUSTRACIONES:
(1) La Resurrección. Siglo XIX. Gustavo Doré. Museo Zumalakarregi. Ormáiztegui, provincia de Guipúzcoa, País Vasco, España.
(2) El actor santandereano Walter Ardila como Poncio Pilatos en el drama “Jesús de Nazaret”. Grupo de Teatro Experimental de Nueva Jersey. Presentación en Las Vegas (USA). Semana Santa de 2002.
(3) La aparición de Cristo a María Magdalena después de la Resurrección. 1835. Alexander Ivanov. Museo Estatal Ruso. San Petersburgo.
(4) En la mañana de la Resurrección los discípulos Pedro y Juan caminan hacia la tumba. Eugéne Burnand. Museo de Orsay. París.
(5) Resurrección. 1439 – 1443. Fra Angélico. Museo Nacional de San Marco. Florencia.
(6) La aparición de Cristo a María Magdalena después de la Resurrección. 1835. Alexander Ivanov. Museo Estatal Ruso. San Petersburgo.
(7) En la mañana de la Resurrección los discípulos Pedro y Juan caminan hacia la tumba. Eugéne Burnand. Museo de Orsay. París.
(8) La Resurrección de Jesucristo. 1570 aprox. El Veronés. Gemäldegalerie Alte Meister (Galería de Pinturas de los Maestros Antiguos). Dresde, Alemania.
(9) La aparición de Cristo a María Magdalena después de la Resurrección. 1835. Alexander Ivanov. Museo Estatal Ruso. San Petersburgo.
(10) En la mañana de la Resurrección los discípulos Pedro y Juan caminan hacia la tumba. Eugéne Burnand. Museo de Orsay. París.
(11) Resurrección del Señor. 1650 – 1660 aprox. Bartolomé Esteban Murillo. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid.
(12) La aparición de Cristo a María Magdalena después de la Resurrección. 1835. Alexander Ivanov. Museo Estatal Ruso. San Petersburgo.
(13) En la mañana de la Resurrección los discípulos Pedro y Juan caminan hacia la tumba. Eugéne Burnand. Museo de Orsay. París.
(14) La cena en Emaús. 1648. Rembrandt. Museo del Louvre. París.