Un ministro de Salud que no es Acuña,
ni Martínez, ni Jiménez, ni García,
se la pasa pregonando con porfía
que ha llegado, triunfal, la chicunguña.
Por micrófono radial, por prensa y cuñas,
estadísticas él da, y hasta confía
en que muertos haya más y la sangría
le llegue a este país hasta las uñas.
Yo, con toda honestidad, preferiría
un ministro que no hablara todo el día
y, más bien, combatiera los zancudos.
Ya hacen falta, entre tantos charlatanes,
entre tanta burocracia de holgazanes,
unos cuantos laboriosos que sean mudos.