Debió quedar cierto príncipe aturdido
al comprobar que sí fue lambonería:
una placa no se quita al otro día,
ni al otro día la memoria se hace olvido.
En un país que inmortal vuelve al bandido
no es extraña, claro está, esta manía
del respeto tornarlo hipocresía
y despreciar a todo aquel que aquí ha nacido.
Ojalá dejaran ya de ser lambones
con Inglaterra y con todas las naciones
que por oro navegaron estas olas.
Blas de Lezo no es tampoco héroe alguno
que debamos venerar como a ninguno,
sino eslabón de las cadenas españolas.