Hablando de expropiación,
un dictador le decía
a su pueblo, que lo oía,
en gran manifestación:
“¡Yo tengo un gran corazón!”,
(y en el pecho se ponía
la mano que agradecía
por la ruidosa ovación).
Un niño que lo escuchaba,
al ver lo que se elogiaba,
a gritos le preguntó:
“¿Y de lo suyo, Excelencia,
también ha dado a conciencia?”.
Y el dictador… ¡se marchó!
Hay por ahí mucho bueno
que solo obsequia lo ajeno.
El Diablillo del Parnaso le agradece el comentario, ingeniero Acuña.
Oscar Humberto, me causó risa la respuesta del dictador que en seguida se marchó!!! Esto no es conmigo! Ganando indulgencias con avemarías ajenas. Situación muy parecida al legislador que legisla lo que a veces ni él mismo puede cumplir.