[En memoria de László Majthényi]
Éranse una vez dos ciudades vecinas separadas por un río. Una se llamaba Buda y la otra se llamaba Pest.
Un buen día, construyeron un puente sobre aquel río y entonces los vecinos de Buda empezaron a pasar a Pest y los vecinos de Pest comenzaron a pasar a Buda.
Hasta que, finalmente, los de Buda y los de Pest decidieron que sus dos ciudades debían quedar unidas en una sola.
Y las unieron.
Así nació Budapest.
La historia no es en realidad tan simple, pero lo cierto es que luego de que se diera al servicio el primer puente sobre el río Danubio, de los varios que habrían de construirse, la unión de Buda con Pest se hizo cada día más inevitable hasta que en 1873 se produjo, ciertamente, la integración definitiva de las dos ciudades en una sola.
La capital de Hungría no siempre fue Budapest. Pero ese es otro cuento. U otra historia.
En todo caso, la historia de cuento —de cuento de hadas— que podría escribirse con el origen de Budapest y el duro contraste con lo que habría de ser su desenvolvimiento posterior con ocasión de las guerras, guarda una similitud bastante particular con lo que fueron los inicios de la vida del Barón László Majthényi Tamássy y el también duro contraste con lo que habría de ser su existencia a propósito de aquellos terribles conflictos bélicos.
Y es que a pesar de haber venido al mundo en plena Primera Guerra Mundial y de haberse casado en plena Segunda Guerra Mundial, Làszlò Majthényi Tamássy nació y se casó en medio de las comodidades propias de la nobleza húngara de entonces. Y en medio de esas comodidades y de esa vida a la usanza antigua transcurrió su existencia hasta aquel 1950 en que tuvo que huir presuroso de su tierra natal para no terminar en una cárcel o hasta enfrentando el pelotón de fusilamiento. Fue por eso su devenir vital una mezcla compleja de distinción, riqueza, poder, cultura y bienestar con tragedia, zozobra, penalidades, incertidumbre y desesperanza.
Su padre, el Barón László Antal Majthényi, quiso plasmar en sus dos hijos varones su profunda fe católica y su amor por Hungría bautizándolos con los nombres de los dos reyes húngaros a quienes El Vaticano elevó a los altares: curiosamente, sin embargo, fue al que nació de segundo al que le puso el nombre del primer rey, San Esteban, mientras que al primogénito le colocó el del famoso rey San Ladislao (László en húngaro).
Además de sus dos hijos varones, el matrimonio Majthényi – Tamássy tuvo dos hijas.
[CONTINUARÁ…]
Interesante relato histórico.