“En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer se le secó el celebro (cerebro), de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo.”
Sucede en la actualidad –que de poco enfrascarse la gente en leer buenos libros, y menos importar la calidad, nadie acaba enloqueciendo y menos creyéndose héroe luego de haber leído tan admirados relatos y fabulosas narraciones.
Traigo a cuento el párrafo inicial de “Don Quijote de la Mancha”, recalcando la inaudita y relevante importancia del 23 de abril de 1616, que en 2016 se ha vuelto cuatricentenaria y por al igual que en tiempos del Caballero de Lepanto ser misión del libro, mostrar a la sociedad la inutilidad de algunos libros teniendo en cuenta que quien y sin selección se dedica a leer desaforadamente pueda terminar volviéndose loco.
Se encargan ellos al azar de aclarar y a la vez de confundir, de laicizar y a la vez de confesionalizar, de ampliar la dicotomía entre la duda y la certeza, de alegrar y a la vez entristecer, etc.; en fin: “Derribar la máquina mal fundada destos caballerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados de muchos más”.
Por cronología ha de cumplirse cada 23 de abril un año más de la muerte de tres luminarias de la literatura universal, motivo por el cual la Unesco desde 1995 declaró dicho día: “Internacional del Libro” así en la actualidad pocos lean. Me refiero al bardo inglés William Shakespeare y tres de sus vertientes o corrientes teatrales: dramas históricos, comedias y tragedias, sus 154 sonetos blanqueados que la prepotencia latina se ha encargado de desconocer y calificar como tales; al novelista y dramaturgo español Miguel de Cervantes Saavedra, y al menos célebre de los tres el Inca Garcilaso quien conjugó dotes de historiador y poéticas que lo convierten junto a su padre en uno de los grandes del Siglo de Oro español como también mestizo americano.
Simplemente he de complementar esta reflexión histórica afirmando que la lectura y las personas que de ella hicieron favor a la humanidad de proveerla de manera erudita, jovial, placentera y complementadora, que ella y ellos son importantes porque debido a su implementación y conocimiento biográfico desde temprana edad y escogiendo autores de envergadura, habrá de mantenerse la costumbre de leer por el resto de la vida, conferir el conocimiento de manera formal que a la larga constituye educación; presuponer que es por ella que nos volveremos atentos, concentrados, a tener reflexión y ser comprometidos; y por qué no: menos incautos, tener mayor desempeño durante nuestra ontología y definitivamente obtener mejores resultados en todos los aspectos de la cotidianidad.
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*: Miembro Correspondiente de la Academia de Historia de Santander.