Nuestro entrañable amigo el distinguido ingeniero agrónomo y amante y cultor indeclinable de la música andina colombiana doctor Roberto Villamizar Mutis nos ha dirigido un comentario a propósito del soneto publicado en la entrada anterior y que bajo el título EL NOMBRE DE NUESTRO ESTADIO escribió El Diablillo del Parnaso. A pesar de que la respuesta se publicó en la sección de comentarios de esa entrada, por la importancia del asunto, del remitente, y porque no es la única voz de desaliento que hemos conocido luego de la muerte de Hermánn el Cuca Aceros sin que se le hubiese cambiado el nombre al estadio Alfonso López por el de él, hemos decidido dedicarle una entrada.
Aquí está, pues, el texto de la respuesta, que condensa la posición del director de este portal acerca de toda la temática que rodea este asunto y que rebasa por completo los límites de la reacción a la desaparición lamentable del admirado jugador santandereano.
“Apreciado Roberto:
Como yo —y tú lo sabes— no soy aficionado al fútbol, no conozco nada de ese tema. Le he transmitido tus críticas a El Diablillo del Parnaso. Él dice que está de acuerdo contigo en que el nombre del estadio ha debido cambiarse en vida del futbolista. Me asegura —no sé qué tan cierto sea— que los cronistas deportivos de la ciudad insistieron en ese cambio, pero ignora por qué razón no se produjo el mismo.
Yo, desde mi ignorancia en la materia, considero que más allá de la satisfacción personal que traen consigo las condecoraciones y los homenajes en vida del exaltado, cuando el hombre deja una impronta en el seno de la sociedad a la que perteneció, pasa a ser un patrimonio histórico de ella y ya no pertenece ni a sí mismo, ni a sus seres queridos más cercanos. Perpetuar la memoria de los personajes sobresalientes de un pueblo o de una nación, e incluso de un continente o del planeta todo, pasa a convertirse en un derecho colectivo.
Indudablemente, esta es una tierra que ha ido perdiendo su identidad. Tú lo sabes mejor que nadie. Pero, precisamente porque estamos luchando por recuperarla, tenemos que enviarles a las nuevas generaciones un mensaje claro, no equívoco, acerca del valor inmenso que tienen nuestros símbolos.
Si, como lo percibo, a juzgar por lo que he leído y escuchado en estos días, Hermánn el Cuca Aceros llegó a convertirse en un referente dentro de un vasto sector de nuestra gente —y me da la impresión de que principalmente dentro de los más humildes, dentro de aquellos que ya casi en Santander no tienen referentes—, no me parece bien que, por haber muerto, se deba abandonar una lucha que se venía librando para exaltar su memoria histórica.
Si todos seguimos resignándonos a que se vayan nuestros mejores hombres y nuestras mejores mujeres sin que quede un registro en la Historia, bajo el argumento de que, en últimas, todo viene y todo pasa, y que finalmente el muerto ya no va a disfrutar los homenajes, Santander terminará siendo un mero agregado geográfico y poblacional sin identidad alguna y las futuras generaciones no sabrán siquiera qué era Santander.
Mucho más grave esa actitud de derrota y resignación en un país donde se vive exaltando a personajes oscuros que solo nos dejaron, a su paso por la vida, una estela de dolor, sangre, desolación, viudez, orfandad, lágrimas y miseria.
Los hombres nos perpetuamos en aquellos a quienes quisimos y en aquellos a quienes les dimos la vida, y asumo que el caso del conspicuo deportista fallecido no es la excepción. Pero, independientemente de ello, desde el punto de vista social, el inmenso futbolista que nos ha abandonado no puede pasar inadvertido ante una juventud que quizás no tuvo de él mayores referencias. Las nuevas generaciones de santandereanos tienen que conocer quiénes fueron los hombres y las mujeres que hicieron posible que esta tierra y este pueblo existieran, y que existieran con su propia y particular identidad cultural, étnica e histórica.
Indudablemente se ha fallado al no exaltarlos en vida de ellos. Pero, cometido el error, no podemos refrendarlo con un error nuevo y aún más grave como sería el borrarlos de la Historia. Patriotas, educadores, abogados, músicos, poetas, médicos, odontólogos, enfermeras, militares, oradores, pintores, escultores, sastres, choferes, boticarios, tenderos, ingenieros, sacerdotes, arquitectos, comerciantes, locutores, periodistas, tipógrafos, fotógrafos, escritores, empresarios, policías, historiadores, y un largo etcétera, conforman un mosaico colosal de personajes santandereanos que han sido relegados al olvido, como han pasado al olvido personajes de toda Colombia que la enaltecieron con sus vidas ejemplares, mientras que ante el mundo solamente se perpetúa, con sospechosa insistencia, la memoria de nuestros peores hampones, cuyo único aporte a esta desdichada nación nuestra fue asesinar o dejar mutilados a centenares y miles de nuestros compatriotas.
En lo que a mí concierne, bien sabes que seguiré en esta misma lucha. Y seguiré en ella, porque esta tierra nos pertenece y porque nos pertenecen hombres que, como Hermánn el Cuca Aceros, le dieron tanta alegría a nuestro pueblo y con sus vidas hicieron que la suya fuera un poco más amable.
Recibe un abrazo de quien sinceramente te estima.
Óscar Humberto Gómez Gómez”.
Sin necesidad de un decreto u ordenanza, que sea la voz del pueblo, por su efervescencia y gratitud, quien lo imponga.
Debemos ser más grandes, que los temporales mandatarios.
Apreciado Óscar, tiene mucha razón en lo que atañe a perpetuar el nombre de un hombre de bien y por mi parte (…) seguiré apoyando la idea del cambio del nombre de nuestro estadio.