PILATOS. Capítulo Tercero. Por Óscar Humberto Gómez Gómez

 

En las escenas bíblicas que muestran lo ocurrido después de que Jesús abandona el Pretorio camino a su crucifixión y hasta las circunstancias que rodearon esta, su agonía y su muerte en la cruz, Poncio Pilatos solamente es mencionado en relación con un letrero.

En efecto, los cuatro evangelios canónicos coinciden en que en la parte superior de la cruz correspondiente a Cristo fue colocado un letrero. Empero, solamente uno de ellos, el de Juan, identifica a su autor: Pilatos.

Aquel letrero despierta el rechazo inmediato de las autoridades judías, quienes, indignadas, acuden ante Pilatos para exigirle que lo cambie por otro.

Y es que aquel letrero dice que el crucificado del centro es “el rey de los judíos” y estos – salvo los que ya han pasado a ser seguidores de Cristo – han venido rechazando tajantemente aquel título.

Sin embargo, lo que les responde Pilatos a las autoridades judías se convierte en el único momento en que hace valer el principio de autoridad y no somete su decisión al vaivén de las opiniones ajenas.

El Pilatos vacilante deja, por fin, de vacilar.

 

 

“31 (…) y habiéndole puesto otra vez sus propios vestidos, lo sacaron a crucificar.

32 Al salir de la ciudad encontraron un hombre natural de Cirene, llamado Simón, al cual obligaron a que cargase con la cruz de Jesús.

33 Y llegados al lugar que se llama Gólgota esto es, lugar del Calvario, o de las Calaveras,

34 allí le dieron a beber vino mezclado con hiel; mas él, habiéndolo probado, no quiso beberlo.

35 Después que le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. Con esto se cumplió la profecía que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, y sortearon mi túnica.

36 Y sentándose junto a él, le guardaban.

37 Le pusieron también sobre la cabeza estas palabras, que denotaban la causa de su condenación: Este es Jesús, el Rey de los Judíos.

38 Al mismo tiempo fueron crucificados con él dos ladrones, uno a la diestra y otro a la siniestra.

39 Y los que pasaban por allí lo insultaban y escarnecían, meneando la cabeza y diciendo:

40 ¡Hola!, tú que derribas el templo de Dios y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, desciende de la cruz.

41 De la misma manera también los príncipes de los sacerdotes, a una con los escribas y los ancianos, insultándole decían:

42 A otros ha salvado, y no puede salvarse a sí mismo; si es el Rey de Israel, baje ahora de la cruz y creeremos en él;

43 él pone su confianza en Dios; pues si Dios le ama tanto, líbrele ahora, ya que él mismo decía: Yo soy el Hijo de Dios.

44 Y eso mismo le echaban en cara aun los ladrones que estaban crucificados en su compañía.

45 Mas desde el mediodía hasta las tres de la tarde quedó toda la tierra cubierta de tinieblas.

46 Y cerca de las tres de la tarde exclamó Jesús con una gran voz, diciendo: ELI, ELI, ¿LAMMA SABACTANI? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

47 Lo que oyendo algunos de los presentes, decían: A Elías llama éste.

48 Y luego, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, la empapó en vinagre, y puesta en la punta de una caña, se la daba a chupar.

49 Los otros decían: Dejad, veamos si viene Elías a librarle.

50 Entonces Jesús, clamando de nuevo con una voz grande y sonora, entregó su espíritu”. (Mateo, 27:31-50. Sagrada Biblia. Traducción de la Vulgata al castellano. Félix Torres Amat. Edición de 1825. Negrita fuera de texto. Reitero que esta Biblia comenzó a ser traducida por el sacerdote jesuita español José Miguel Petisco, trabajo que llevó a cabo hasta su fallecimiento en 1800. Sin embargo, solamente se le empezó a dar el crédito en ediciones posteriores a aquellas en las que solamente se le dio al obispo Félix Torres Amat).

 

 

“20 (…) y volviéndole a poner sus vestidos, lo condujeron afuera para crucificarlo.

21 Al paso alquilaron a un hombre que venía de una granja, llamado Simón Cireneo, padre de Alejandro y de Rufo, obligándolo a que llevase la cruz de Jesús,

22 Y de esta suerte lo conducen al lugar llamado Gólgota, que quiere decir calvario.

23 Allí le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no quiso beberlo.

24 Y después de haberlo crucificado, repartieron sus ropas, echando suertes sobre la parte que había de llevar cada uno.

25 Eran ya cumplidas las nueve de la mañana, cuando le crucificaron.

26 Y estaba escrita la causa de su sentencia con este letrero: EL REY DE LOS JUDIOS.

27 Crucificaron también con él a los dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda,

28 con lo que se cumplió la Escritura, que dice: Y fue puesto en la clase de los malhechores.

29 Los que iban y venían blasfemaban de él, meneando sus cabezas, y diciendo: ¡Hola!, tú que destruyes el templo de Dios, y que lo reedificas en tres días,

30 sálvate a ti mismo bajando de la cruz.

31 De la misma manera, mofándose de él los príncipes de los sacerdotes, con los escribas, se decían el uno al otro: A otros ha salvado, y no puede salvarse a sí mismo.

32 El Cristo , el rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que seamos testigos de vista, y le creamos. También los que estaban crucificados con él, lo ultrajaban.

33 Y a las doce del día se cubrió toda la tierra de tinieblas hasta las tres de la tarde.

34 Y a las tres de la tarde exclamó Jesús diciendo en voz grande: ELOI, ELOI, ¿LAMMA SABACTANI?, que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

35 Oyéndolo algunos de los presentes, decían: Ved cómo llama a Elías.

36 Y corriendo uno de ellos, empapó una esponja en vinagre, y revolviéndola en la punta de una caña, le daba a beber, diciendo: Dejad y veremos si viene Elías a descolgarlo de la cruz.

37 Mas Jesús, dando un gran grito, expiró”. (Marcos, 15:20-37; op. cit.).

 

 

“26 Al conducirle al suplicio echaron mano de un tal Simón, natural de Cirene, que venía de una granja, y le cargaron la cruz para que la llevara en pos de Jesús.

27 Seguíale gran muchedumbre de hombres y de mujeres, las cuales se deshacían en llantos.

28 Pero Jesús vuelto a ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.

29 Porque presto vendrán días en que se diga: Dichosas las estériles, y dichosos los vientres que no concibieron, y los pechos que no dieron de mamar.

30 Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Sepultadnos.

31 Pues si al árbol verde le tratan de esta manera, ¿en el seco qué se hará?

32 Eran también conducidos con Jesús a la muerte dos facinerosos.

33 Llegados que fueron al lugar llamado Calvario, allí le crucificaron; y con él a los ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda.

34 Entretanto Jesús decía: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen. Y ellos poniéndose a repartir entre sí sus vestidos, los sortearon.

35 El pueblo lo estaba mirando todo, y a una con él los principales hacían burla de Jesús diciendo: A otros ha salvado, sálvese, pues, a sí mismo, si él es el Cristo, o Mesías, el escogido de Dios.

36 Lo insultaban no menos los soldados, los cuales se arrimaban a él, y presentándole vinagre,

37 le decían: Si tú eres el rey de los judíos, ponte a salvo.

38 Estaba colocado sobre la cabeza de Jesús un letrero escrito en griego, en latín y en hebreo, que decía: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS.

39 Y uno de los ladrones que estaban crucificados, blasfemaba contra Jesús, diciendo: Si tú eres el Cristo , o Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros.

40 Mas el otro le reprendía, diciendo: ¿Cómo, ni aun tú temes a Dios, estando como estás en el mismo suplicio?

41 Y nosotros a la verdad estamos en él justamente, pues pagamos la pena merecida por nuestros delitos; pero éste ningún mal ha hecho.

42 Decía después a Jesús: Señor, acuérdate de mí, cuando hayas llegado a tu reino.

43 Y Jesús le dijo: En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso.

44 Era ya casi el mediodía, y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta las tres de la tarde.

45 El sol se oscureció; y el velo del templo se rasgó por medio.

46 Entonces Jesús clamando con una voz muy grande, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y diciendo esto, expiró”. (Lucas, 23:26-46; op. cit.).

 

 

“17 Y llevando él mismo a cuestas su cruz, fue caminando hacia el sitio llamado el Calvario, u Osario, y en hebreo Gólgota,

18 donde le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, quedando Jesús en medio.

19 Escribió asimismo Pilatos un letrero, y lo puso sobre la cruz. En él estaba escrito: JESUS NAZARENO, REY DE LOS JUDIOS.

20 Este rótulo lo leyeron muchos de los judíos, porque el lugar en que fue Jesús crucificado estaba contiguo a la ciudad y el título estaba en hebreo, en griego y en latín.

21 Con esto los sacerdotes de los judíos representaban a Pilatos: No has de escribir: Rey de los judíos; sino que él ha dicho: Yo soy el rey de los judíos.

22 Respondió Pilatos: Lo escrito, escrito está.

23 Entretanto los soldados, habiendo crucificado a Jesús , tomaron sus vestidos (de que hicieron cuatro partes, una para cada soldado) y la túnica. La cual era sin costura, y de un solo tejido de arriba abajo.

24 Por lo que dijeron entre sí: No la dividamos, mas echemos suerte para ver de quién será. Con lo que se cumplió la Escritura, que dice: Partieron entre sí mis vestidos, y sortearon mi túnica.

25 Estaban al mismo tiempo junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana, o parienta de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.

26 Habiendo mirado, pues, Jesús a su madre y al discípulo que él amaba, el cual estaba allí, dice a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo.

27 Después dice al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel punto se encargó de ella el discípulo, y la tuvo consigo en su casa.

28 Después de esto, sabiendo Jesús que todas las cosas estaban a punto de ser cumplidas, para que se cumpliese la Escritura, dijo: Tengo sed.

29 Estaba puesto allí un vaso lleno de vinagre. Los soldados, pues, empapando en vinagre una esponja, y envolviéndola a una caña de hisopo, se la aplicaron a la boca.

30 Jesús luego que chupó el vinagre, dijo: Todo está cumplido. E inclinando la cabeza, entregó su espíritu”. (Juan, 19:17-30; op. cit.).

 

 

(CONTINUARÁ)

ILUSTRACIONES:

(1) Cristo abrazando la Cruz. 1580. El Greco. Museo Metropolitano de Arte. Nueva York.
(2) Cristo camino del Calvario. 1560 aprox. Tiziano. Museo Nacional del Prado. Madrid.
(3) Cristo cargando la Cruz. Leonardo da Vinci (atribuido). Colección privada. San Francisco, California (USA).
(4) Cristo llevando la Cruz. 1516 aprox. Rafael. Museo Nacional del Prado. Madrid.
(5) Cristo con la Cruz a cuestas. 1565 aprox. Tiziano. Museo Nacional del Prado. Madrid.
(6) Cristo de San Juan de la Cruz. 1951. Salvador Dalí. Museo Kelvingrove. Glasgow, Escocia.

 

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