No pudo caminar más,
cayó tendido en la hierba,
Y descubrió que lloraba,
Sin saber si era tristeza.
El frío de aquella noche
Hacía presagiar tormenta,
Mas solo hizo viento helado
Y en la madrugada, niebla.
Reincorporarse no pudo:
Lo abandonaron las fuerzas,
Por eso cerró los ojos
Y se imaginó a su tierra.
De que se estaba muriendo
Tan solo cayó en la cuenta
Al querer susurrar versos
Y no evocar el poema.
Lo hallaron al día siguiente
Asiendo en sus manos yertas
Dos flores entrecruzadas,
Un clavel y una azucena.
Nadie fue a su sepelio,
Salvo un cura sin iglesia
Que por ganarse unos pesos
Leyó un misal de carrera.
Y nadie tampoco supo,
Según lo que todos cuentan,
Su nombre, ni su apellido,
Ni el país de procedencia.
Que se murió “el extranjero”,
Es todo lo que comentan,
Mas si preguntas “¿de dónde?”
Te nombran la tierra entera.
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