Héctor Suárez, el talentoso compositor santandereano que los santandereanos echaron al olvido. Capítulo III. Por Óscar Humberto Gómez Gómez

 

No fueron pocas las serenatas de sábado en la noche con las que llegué a despertar a personas y familias por las que yo profesaba especiales sentimientos de cariño. Además de su grato recuerdo, cargado de anécdotas, guardo en mi memoria, por supuesto, el no menos grato de los músicos que me acompañaron, con sus instrumentos y sus voces, en esas inesperadas irrupciones nocturnas sabatinas dentro de la intimidad de aquellos hogares, a cuyo interior lograba filtrar mi voz, y el sonido de los instrumentos acompañantes, y las voces de quienes me respaldaban con los coros, atravesando la barrera que de manera inútil trataban de oponerme una puerta y unas ventanas cerradas.

 

 

De entre todos los grupos que me secundaron, guardo una remembranza especialmente cariñosa de los tríos. Quizás se deba este singular sentimiento de afecto hacia aquella modalidad de agrupación musical al hecho indubitable de que fue con ellos, más que con las agrupaciones conformadas por un mayor número de integrantes, y que además cantaban con micrófonos y se respaldaban en la sonora y expansiva amplificación posibilitada por la electrónica, que me sentí siempre estrechamente cercano al romanticismo poético, soñador y casi ingenuo que entonces navegaba con total libertad dentro de mi alma juvenil.

 

 

En todo caso, lo cierto es que incluso hasta cuando ya no era tan joven, aún disfrutaba esa especie de ritual consistente en llegar, haciendo el menor ruido posible, ante la puerta cerrada y las ventanas cerradas de la casa donde una familia cercana a mi corazón se hallaba entregada al sueño, y dar comienzo a aquella intromisión, siempre bienintencionada, en el apacible silencio de su descanso.

A su vez, de entre los tríos que fueron cómplices necesarios de aquellos ocasionales y felices trasnochos, indudablemente sobresalen en mi memoria algunos en particular. En primer lugar, el de “Los Caballeros del Sur”, integrado por Gerardo Luna en la guitarra puntera y los coros, Ezequías Macualo Camuán en la guitarra marcante y también en los coros, y Jesús “Chucho” López en las maracas y la vocalización líder. Pero así mismo cobra una importante significación el trío que integraban tres excelentes músicos de nombres Alex, Ramiro y Chepe. (De sus apellidos solo alcanzo a recordar el de Ramiro, que era Blanco).

 

 

De la primera agrupación, “Los Caballeros del Sur”, evoco, con una nostalgia imposible de esquivar, que Gerardo hacía en la interpretación de los temas un punteo tan impecable como sensible. En cuanto al otro trío, era Alex quien ejecutaba el punteo de las melodías, también con singular propiedad y belleza.

Pero de entre todos aquellos punteos, rememoro con especial sentimiento el que se le hacía a un hermoso pasaje llanero. Era una canción pedida siempre por mí en todas las serenatas y que se tocaba unas veces dentro de la serenata misma y otras durante aquella casi fija prolongación que de ella se hacía cuando los residentes prendían las luces, nos abrían la puerta y nos mandaban seguir a la sala para atendernos.

Yo sabía que ese bello pasaje llanero lo había compuesto el maestro HÉCTOR SUÁREZ.

 

 

Tras de hacerlo interpretar una y otra vez en las más diversas ocasiones (Día de la Madre, Día del Padre, Día del Amor y la Amistad, Día de la Corbata, día de lo que fuera), muy pronto fui yo quien terminó cantándolo.

En efecto, una noche de sábado, en la que la serenata era para quien actualmente es mi esposa, me animé a hacerlo y fue tanta la aceptación, no de mi interpretación, por supuesto, sino de la música y la letra de aquel verdadero poema romántico musicalizado, que me lo hicieron repetir, y posteriormente, después de varias canciones que había interpretado el trío y cuando ya nos disponíamos a irnos, nuevamente me pidieron que lo cantara.

 

 

La verdad es que aquel romántico pasaje llanero lo cantaba con un particular sentimiento, no sólo por ser una de las canciones que más me gustaban (y, entre otras cosas, una de las que más me siguen gustando), sino porque me encontraba atravesando aquella etapa mágica del enamoramiento juvenil y, adicionalmente, me habían atendido no solo con la amabilidad de la sonrisa anfitriona, sino además con un buen par de copas de excelente vino.

En aquel debut nocturno como “cantante” de música llanera, nos encontrábamos – lo recuerdo muy bien, desde luego – en una casa de El Jardín, barrio del oriente de mi ciudad nativa que para mí tenía una especial significación porque había sido un sector que frecuentemente había transitado años atrás, dada su vecindad con la universidad donde adelantaba mis estudios superiores, pero también porque allí vivía un querido compañero de semestre – hoy lamentablemente desaparecido – con quien yo solía estudiar para preparar los previos y los exámenes programados.

 

 

Lo mismo que expresé en el capítulo anterior acerca del pasodoble del maestro HÉCTOR SUÁREZ “Feria de Bucaramanga”, esto es, que más allá de las grabaciones meritorias que se hicieron de esa canción, sigo creyendo que faltó la de una banda de pasodobles como la de El Empastre, lo que seguramente le hubiera significado su proyección en España, he de decir con relación a este bello pasaje llanero, también de su autoría. En efecto, pienso que lamentablemente se quedó sin su grabación discográfica por parte de una agrupación llanera que lo hubiera hecho conocer nacionalmente como una de las más lindas canciones del hermoso folclor de los llanos orientales y, con total seguridad, la hubiese catapultado en Venezuela, pues no hay que olvidar que la música llanera tiene una identidad plena tanto en los llanos colombianos como en los venezolanos.

 

 

Aquí está, pues, sin más preámbulos y en la versión del trío Los Zafiros, de Pedro Silva Quintero, “MUCHACHITA CONSENTIDA”, que es como se titula el precioso pasaje llanero del maestro HÉCTOR SUÁREZ, aquel excelente compositor que a Santander, a Colombia y a este subcontinente de habla hispana – que tan rico folclor le ha regalado al mundo – le aportó la hermana tierra lebrijense.

 

Mesa de las Tempestades, Área metropolitana de Bucaramanga, Santander (Colombia). Domingo 4 de noviembre de 2023.

 

 

ILUSTRACIONES:

(1) La serenata. Carl Spitzweg, pintor alemán (1808 – 1885).

(2) Serenata de la banda de montaña. Autor desconocido.

(3) Serenata. Eugene de Blaas, pintor italian (1843 – 1932).

(4) Los tres músicos. Diego Velázquez, pintor español (1599 – 1660).

(5) Chica bonita. Pintura al óleo. DIY. Fuente: Amazon.com

(6) Atardecer en el llano. Fotografía: Caracol. Fuente: redbus.com

(7) Paisaje llanero. Fotografía: María Aparecida Martín. Fuente: Pinterest.

(8) Amanecer llanero. Fotografía: Shannonsmcolina. Fuente: Pinterest.

 

ÓSCAR HUMBERTO GÓMEZ GÓMEZ: Miembro de la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia (SAYCO). Miembro del Colegio Nacional de Periodistas (CNP). Miembro de Número de la Academia de Historia de Santander. Miembro del ilustre y desaparecido Colegio de Abogados de Santander.

 

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