Una cosa es Gustavo Petro y otra cosa es Maritzabel Castellanos Aguirre. Por Óscar Humberto Gómez Gómez.

ÓSCAR HUMBERTO GÓMEZ GÓMEZ [Fotografía: Fernando Rueda Villamizar].

 

Mientras el propio Presidente de la República de Colombia y Jefe de Estado procedía a reintegrar de inmediato al destituido alcalde de Bogotá aduciendo que en este país todos los funcionarios públicos, incluido él, tenían que acatar, obedecer y cumplir las decisiones de los jueces, el señor gerente del Hospital de Girón / Santander y el alcalde de ese municipio se daban el lujo de desconocer olímpicamente las decisiones de los jueces y magistrados que le dieron la razón a una pobre lavandera y planchadora de ropa vecina de ese pueblo, sin que nadie hiciera por ella nada, y antes por el contrario, facilitándoles la propia Justicia ese abierto y desafiante desconocimiento, el mismo que en un país donde se respetara de verdad eso que llaman “Estado de derecho”, a estas horas tendría a más de uno destituido del cargo y tras las rejas de una cárcel.

Pero no. Para Maritzabel Castellanos Aguirre, la madre de la bebé Gladys Andrea Castellanos Aguirre, de apenas tres años de edad, a quien mató la negligencia médica cometida contra su incipiente vida por el Hospital de Girón, no hubo Presidente de la República que saliera a hablar en televisión, después de “las notas marciales de nuestro himno nacional”, para proclamar que los fallos se respetan y se cumplen, ni hubo Procurador General de la Nación que saliera a declarar que la institucionalidad hay que respetarla, ni que hablara en su defensa diciendo que los derechos de una mujer cabeza de familia están consagrados por la Constitución misma de esta república democrática y que aquí los poderosos no pueden burlarse de los más frágiles, ni hubo Corte Constitucional que dictara uno de esos fallos extensos y cargados de filosofía y sapiencia según los cuales en Colombia los pobres son ricos en derechos fundamentales, ni hubo dignatario alguno que saliera a hacer respetar a la abogacía ultrajada, ni hubo voz oficial que pregonara que las decisiones jurisdiccionales nadie las puede pisotear ni cogerlas como rey de burlas, ni valieron tutelas falladas a su favor, ni quejas disciplinarias, ni derechos de petición, ni nada. Para esta humilde y anónima lavandera y planchadora de ropa lo único que hay hoy son dos sentencias condenatorias contra el Hospital de Girón que hasta hoy se han quedado en el papel, y cuatro sentencias de tutela a su favor que también se han quedado en el papel, y la incomprensible desidia de la Procuraduría, y el politizado desinterés de la Personería Municipal de Girón, y una montaña de papeles con sellos, huellas digitales impresas, rúbricas de notarios, de jueces, de magistrados, de procuradores y, en fin, toda esa parafernalia insoportable que tiene a Colombia enredada en la maraña tupida, detestable y asfixiante de la leguleyada, el atajo y la trampa.

No ignoro, por supuesto, que en estos tiempos canallas, en los que la tragedia de los humildes no le importa a nadie, porque el país se hundió del todo en el cieno de la politiquería, la corrupción y la indolencia, la historia que este portal empezará a contar, seguramente no le interesará casi a nadie. Se dirá que es una historia muy larga y complicada de entender. A pesar de ello; a pesar de que hoy a la comunicación la dominen los no sé cuántos caracteres del twitter, y el hablar de prisa, y el escribir corto, y el no leer, y el mirar para otro lado y así evitar que los menesterosos nos salpiquen con su apestosa presencia y sus chocantes problemas; a pesar de que estamos “en tiempos donde nadie escucha a nadie”, como canta Fito Páez en su canción “Al lado del camino”, el drama que Maritzabel Castellanos Aguirre ha vivido desde esa madrugada en la que, angustiada, atravesó corriendo con su nena en los brazos las calles empedradas de Girón para llegar al hospital, de donde se había llevado a su diminuta hija la noche anterior porque se la devolvieron con una fórmula con la que dizque le regresarían su salud quebrantada —no obstante que la orden médica era la de que debía ser sometida a exámenes “URGENTES” y hospitalizada— he decidido narrarlo en forma extensa, detallada y completa, no importa que no lo lea casi nadie, porque así al menos tendré tranquila mi conciencia de hombre de bien, de santandereano que, en medio de tanta pusilanimidad y de tanta condescendencia indolente con el abuso oficial, se niega a aceptar que para la gente que no tiene cómo llenar la Plaza de Bolívar, ni la Plaza Galán —ni la plaza de mercado Guarín, o de San Francisco, o de La Concordia— no haya justicia. Que no la haya, ni siquiera cuando limpiamente y después de largos años de lucha en los estrados judiciales, esa pobrería irredenta gana los pleitos judiciales.

Pero eso no será lo único que saldrá a relucir en esta crónica de indignación, de pesadumbre y de vergüenza.

También saldrá a relucir esa sentida necesidad por cuya solución hace largo rato venimos clamando en el foro, en la prensa, en nuestras canciones y en todos los escenarios donde nos han dejado hablar: la necesidad de transformar este país transformando su justicia.

Porque un país donde una madre le gana a una entidad estatal el dilatado proceso que promovió, tramitó y llevó hasta su terminación por la muerte de su hija, y luego tiene que promover, tramitar y llevar hasta su terminación otro proceso, y otro, y otro, y otro más, para que le paguen la indemnización que limpiamente obtuvo a su favor, mientras los funcionarios oficiales obligados a cumplir la condena se carcajean de verla cómo acude a una dependencia y a otra, y a otra, y a otra más, y cómo su abogado obtiene sentencias de tutela a granel sin que nadie las haga respetar, un país donde semejante espectáculo sucede, y nadie dice nada, y nadie hace nada, y a nadie le importa en absoluto, es un país enfermo, que —como todo enfermo— está requiriendo con urgencia que le den su medicina.

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LEA PRÓXIMAMENTE: “LA NIÑA DE LA LAVANDERA. CRÓNICA DE UNA INJUSTICIA” EN ESTE MISMO PORTAL.

 

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6 respuestas a Una cosa es Gustavo Petro y otra cosa es Maritzabel Castellanos Aguirre. Por Óscar Humberto Gómez Gómez.

  1. Ivan Isidro Villamizar dijo:

    Todos por lo general, vemos las consecuencias… pero no miramos de donde vienen las verdaderas raíces de todos estos males…. Ya por poco esto todo cambiará.

  2. LEONARDO ENCISO PINILLA dijo:

    OSCAR,
    TAL CUAL CON TELESANTANDER.

  3. MARIO IVAN PARADA GOMEZ dijo:

    Buenas tardes.

    Colombia es un país muy hermoso. Los gobiernos y las leyes son necesarias, ponen límites a los deberes y derechos. El gran problema radica en nosotros quienes a través del voto miramos y aceptamos candidatos con el corazón, el favor o la expectativa de algún beneficio mas no con la razón.

    Mientras los buenos no aceptemos la responsabilidad para con el país y nuestros hijos, el futuro seguirá siendo incierto.

    Nuestro país está inundado de personas honestas, responsables y con tantos conocimientos, pero que no participan porque nuestros gobernantes han legislado y aplican la ley para beneficio propio y siempre orientada, o mejor dicho: acomodada, para favorecer sus propios intereses. Lo más grave y el temor de un buen ciudadano es que en determinado momento de victima pasa a ser victimario o de denunciante de un hecho de corrupción a acusado de calumniador.

    Gracias por este buen artículo, con un comentario respetuoso: ” Si eso pasa en Santander del Sur, en Norte de Santander no escampa”.

  4. Marta Mosquera dijo:

    Excelente artículo, excelente radiografía de nuestro enfermo país, agobiado por la corrupción, por las bandas criminales, narcotráfico y por una de las peores enfermedades que puede tener una nación, la politiquería, la cual nos ha llevado a vivir, otras veces a observar situaciones inhumanas como la que usted describe en su artículo. Lo felicito y lo invito a que no calle, que siga en su labor patriótica y ciudadana personas como usted son las que necesitan nuestro querido pero maltratado país

  5. ALONSO PRIETO GALVIS dijo:

    Es necesario estar bien posicionado socialmente para que estas cosas no sucedan en este país descuadernado.

    APG

  6. Jorge Díaz Ferreira dijo:

    Nada raro, Oscar Humberto, Ud. no descubrió nada, llevamos siglos donde la ley opera para el que atente mermar la riqueza de un explotador extranjero robándole un Maggi, cerca de las eps, donde atienden 5.000 personas al mes; funcionan los dispensadores de droga, pero si miramos los anaqueles créanme: no hay más de 40 drogas genéricas diferentes para todos los pacientes. ¡Qué tristeza de país!

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