Nadie sabe cómo se llamaba
el rapsoda del solar santandereano
que plasmó con su lápiz soberano
la sapiencia, la conciencia y lo que amaba.
Con un mundo mejor siempre soñaba,
y en sus sueños construía con su mano
los senderos de Jesús sin ser cristiano
y la felicidad del que lloraba.
Viejo bardo de las viejas ilusiones,
permite que hoy recite tus canciones,
cansado, como tú, de dar batallas.
Ahora, cuando nadie nos escucha,
deja que les cuente de tu lucha,
como tú lo hiciste ayer…a las murallas.