Defensor del delito y del pecado
no ha de ser un fiscal, por diccionario;
debe ser exactamente lo contrario:
defensor de la honradez…y del honrado.
Se confunde el delincuente si el Estado
pareciera andar batiéndole incensario;
se confunde la nación si ve que a diario
el honor de su país es ultrajado.
Ya es hora de salir de este letargo;
debemos apurar el trago amargo
de tener un Fiscal politizado.
Nombren a otro ya para ese cargo,
y aquel que no cumplió con el encargo
¡que se vaya a hacer política a otro lado!
Me encanta, Oscar, poesía real y actual.
Muchas gracias, Iliana, de parte de El Diablillo del Parnaso.