Acerca del sexo. Por: Brigitte Bardot.

“Las parejas hacen el amor como amigos, entre dos sesiones de cine. Las jóvenes ya no le asignan ninguna importancia, están en pie de igualdad con los hombres. Uno da su cuerpo como fumaría un cigarrillo. ¡Qué lástima! ¡Es también una falta de poesía y de humanidad!

(…)

Yo soy de naturaleza púdica.
Aun si me he mostrado desnuda en una película, siempre fue dentro de un contexto, donde eso respondía a algo. El acto no era gratuito.

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Nunca he sido una obsesionada del sexo, lejos de eso, pues siempre preferí la ternura a todos esos ejercicios agotadores, a esas contorsiones que con frecuencia lo dejan a uno agotado por muy poca cosa. La dulzura de las caricias prima sobre las demostraciones de la potencia masculina, que me parecen ridículas.

(…)

Ya que hablamos de esto, aprovecho para decir que me siento contenta de haber dejado el cine en el momento en que el talento de los actores se mide por la manera como separan las piernas, desnudos, chupándose la jeta y todo lo demás, bajo el ojo cómplice de una cámara voyerista.
Por más que fui un símbolo sexual, guardo en el fondo de mí un pudor incompatible con ese tipo de ejercicio de estilo. Esa ostentación de carne humana me produce náuseas. Creo que la sugerencia sigue siendo la prueba de que la imaginación es más estimulante que la visión.

(…)

En verdad, la película no era nada interesante, a pesar del esfuerzo de todos mis compañeros talentosos: Maurice Ronet, Robert Hossein, Mathieu Carriére y Jane Birkin.
Vadim, siempre optimista, estaba seguro de que haría otra obra maestra, otro Y Dios creó a la mujer. Para eso, no dudó un segundo en ponerme desnuda en una cama con Jane Birkin.
Las dos estábamos igualmente avergonzadas.
Luego me puso a hacer el amor con un cura, Mathieu Carriére, después de hacerme bailar desnuda delante de él, durante diez minutos, para que sucumbiera a mis encantos.
Ahí también estábamos los dos igualmente avergonzados”.

(BRIGITTE BARDOT. Iniciales B.B. Memorias. Primera edición: Editions Grasset & Fasquelle. París. 1996. Primera edición en castellano: Editorial Norma S.A. Bogotá. 1996, p.p. 236, 284, 500 y 547. Traducción de Álvaro Castro, María Mercedes Correa y Nicolás Suescún).

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