El Estado ladrón y su última fechoría: el abusivo impuesto del 4 x 1.000.

LOS CHICOS MALOS, DE WALT DISNEY

 

Cada cierto tiempo emerge, en este pobre país desesperanzado, un personaje que vuelve a alimentar las ilusiones. Y cuando ello sucede, nuestro incauto pueblo exclama: “¡Éste es el hombre, éste es el hombre!”. Pero pronto pasa el efecto mágico y “el hombre” resulta que no es el hombre, y el país sigue lo mismo. Así sucedió, por ejemplo, con el general Rojas Pinilla, aclamado y adulado, pero al final detestado y condenado. Así pasó con el parlamentario Nacho Vives, en los años 60, cuando durante varios días la radio colombiana transmitió su aguerrido debate sobre el caso Fadul y Peñalosa. “¡Éste es el hombre!”, le oí exclamar a más de uno. Pero tampoco fue el hombre. Y así ha sucedido desde siempre. Por lo menos, desde que los ingenuos comuneros del Socorro dijeron de Berbeo: “¡Éste es el hombre!”. Y, claro, no fue el hombre. No podía ser el hombre.

Hace varios años, Carlos Lemos Simonds anunció, en una combativa entrevista radial, en la que se enfrentó al Gerente de la Empresa de Energía de Bogotá, que crearía un movimiento cívico llamado “El 4, 5 y 6”, con el cual se enfrentaría al “Estado Ladrón” que nos gobernaba.

Lemos advirtió que como abrebocas de su movimiento, escribiría y publicaría un libro llamado, precisamente, así: “El Estado ladrón”.

“¡Éste es el hombre!”, dijeron los oyentes, complacidos. “¡Éste es el hombre!”. “¡Carajo, éste es el hombre!”.

Pero no. Tampoco fue el hombre. Porque poco después apareció el libro. Y nada. Lemos se dedicó fue al tema de la política partidista, de la mecánica electoral, particularmente, de los tejemanejes internos del liberalismo; empero, del candente tema anunciado en la entrevista, es decir, del tema sugerido con el título del libro, o sea, de las actuaciones rapaces del Estado contra sus súbditos, nada. Absolutamente nada. Ni una sola línea que justificara la compra.

Pues bien; a esa falta total de coherencia entre un título y el contenido que el mismo sugiere la bauticé “Síndrome C.L.S”.

 

CIENTÍFICO EN EL LABORATORIO

 

Hasta hoy no me han reconocido en ninguna academia científica ni en texto alguno de Medicina. Claro que nunca se sabe…Hay más de uno por ahí que se ha tropezado con el Premio Nobel sin merecerlo…

Ahora, una pregunta: ¿Habrá relación entre el tema del 4×1000 y el del Estado Ladrón? O, ¿será que estoy sufriendo del mismo síndrome que descubrí y bauticé?

Empecemos por el principio.

Que no hay nada más desacreditado que la palabra oficial es lo que en matemáticas se llama un axioma, el cual, a diferencia de un teorema, no necesita demostración.

 

 

Por eso, cuando el Estado anuncia que tomará una medida desagradable pero que ella sólo regirá durante un tiempo corto, ya podemos irnos preparando para una medida que regirá por el resto de nuestros días.

Si el Estado, por ejemplo, anuncia una campaña drástica contra la delincuencia, prepárense para el peor auge delictivo de la historia. Si advierte que abrirá quinientos mil nuevos empleos, alístense para quinientos mil nuevos desempleados. Si alardea de que impulsará la salud pública, sepan que muy pronto se estarán cerrando los primeros hospitales. Y si pide a los trabajadores de alguna entidad oficial que no se preocupen con su reestructuración porque no habrá despidos, vayan leyendo las ofertas de trabajo a ver qué empleo pueden conseguir, porque se avecina la botazón más horrorosa.

Ustedes recordarán que el gobierno nacional anunció, en noviembre de 1998, la creación, bajo el Estado de Emergencia Económica y Social consagrado en la Constitución, de una contribución especial, sin precedentes en la historia fiscal de Colombia, y con la cual salvaría al sistema financiero, a punto de colapsar: la del 2×1.000 (Sí, así como lo lee: “EL DOS POR MIL”).

Ella gravaría las transacciones financieras donde hubiese retiro de fondos, tanto de cuentas de ahorros como de cuentas corrientes.

Pero, eso sí, el gobierno advirtió que sería algo meramente “TRANSITORIO” (Mejor dicho: ya sabíamos que sería algo PERMANENTE).

Dicha contribución terminaría el 31 de diciembre de 1999 y lo recaudado iría al Fondo de Garantías de Instituciones Financieras (Fogafín).

 

 

Pero pronto se dio cuenta el gobierno de las astronómicas sumas que podía recaudar con semejante esquilmada al bolsillo de los contribuyentes. Sí, de los contribuyentes colombianos, ya cargados con el impuesto de renta más grande del mundo, con el IVA más grande del mundo, con la corrupción oficial más grande del mundo (bueno, está bien: nos gana Uganda) y con la fronda burocrática más grande del mundo.

Lo “transitorio”, entonces, se volvió permanente. Y el porcentaje subió. Primero, 3×1.000. Después, 4×1.000.

 

 

Así, y con la eficaz ayuda de la impredecible Corte Constitucional, la contribución “transitoria” pasó a ser impuesto permanente, y el Fogafín fue reemplazado por la Tesorería General de la República como destinatario del recaudo. Recaudo del que se dijo, primero, que sería para salvar el sistema bancario. Después, ya salvado el sistema bancario, en vez de acabar con el impuesto transitorio, lo que se hizo fue decir que continuaba, pero que ahora sería para salvar al Eje Cafetero. Ya salvado el Eje Cafetero, en lugar de darlo por terminado, se anunció que proseguiría, pero ya no se dijo con qué destinación específica. Ahora, cuando ya había anunciado que lo desmontaría, el Estado -que acaba de descubrir la existencia del campo colombiano- anuncia que tampoco se acabará, sino que se destinará a la salvación del campo.

 

 

Para que observen cómo es el timo con el 4 x 1.000, pongamos un ejemplo: don Sofonías le compra una vaca a don Eleuterio y se la paga con un cheque del Banco Agrario.  Ahí el banco le descuenta a don Eleuterio el 4 x 1.000 y se lo consigna a la DIAN. Don Eleuterio compra unos insumos en el Almacén Agropecuario. Ahí el banco vuelve a descontar, ahora a don Eleuterio, el 4 x 1.000 y se lo consigna a la DIAN.  El Almacén Agropecuario paga la quincena de su empleado Temístocles. Ahí el banco vuelve a descontar, esta vez al Almacén Agropecuario, el 4 x 1.000 y se lo consigna a la DIAN.  Temístocles compra mercado y algunos implementos de hogar en la tienda El Baratillo. Ahí el banco vuelve a descontar, ahora a Temístocles, el 4 x 1.000 y se lo consigna a la DIAN. Y así sucesivamente, cada vez que se gira un cheque o se retira dinero del banco se está pagando el 4 x 1.000. La sucesión de “cuatros por miles” es interminable, pues es interminable la cadena de transacciones. Descubierta semejante mina, se explica que el Estado, faltando a su palabra, haya convertido en permanente lo que anunció como transitorio y destinado a un fin específico. En otras palabras, el Estado salvó el sistema bancario de una catástrofe -catástrofe en la que, por cierto, los clientes nada tenían que ver, ni nada tenía que ver la ciudadanía-, pero una vez logrado su objetivo, en lugar de levantar el impuesto transitorio que había creado con tal propósito, lo que hizo fue mantenerlo vigente de manera indefinida.

La gente, entonces, desesperada, decidió eludir la intermediación bancaria y manejar sus negocios en efectivo.  ¿Saben cuántos asesinados van hasta hoy a consecuencia de ello?

 

 

Pues bien: ¿”En qué parará la cosa aquella”, cantaba la Billo’s Caracas Boys.

Sí, ¿en qué parará lo del 4×1.000?

No lo sé.

Ya empezaron a decir que dizque el gobierno está pensando en quitarlo.

¡Ay, Dios mío! ¡Más bien cállense!

Porque el día en que el gobierno salga a anunciar que piensa quitarlo, prepárense porque se acerca el 8 x 1.000.

 

¡Gracias por compartirla!
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3 respuestas a El Estado ladrón y su última fechoría: el abusivo impuesto del 4 x 1.000.

  1. Pingback: 4×1.000: el impuesto ‘transitorio’ que continúa y cumplirá 15 años. (Tomado de “Vanguardia Liberal”). | Oscar Humberto Gómez Gómez

  2. huascar dijo:

    Pueblo electorero es un esclavo verdadero, pues vosotros elegisteís a una sarta de delicuentes para que os gobiernen, entonces cabe el dicho “Que los pueblos se merecen los gobiernos que tienen “

  3. ALEJANDRO GÓMEZ LAMUS dijo:

    Se suponía que una vez salvados los bancos de la supuesta “crisis” con el impuesto 1 X 1000, sufragado por nosotros los colombianos, las entidades bancarias, y especialmente las hipotecarias, tendrían consideración con las víctimas del “infame” UPAC; pero no fue así; hemos visto cómo muchas familias colombianas tuvieron que entregar sus casas, no obstante que la habían pagado tres veces; porque nuestros economistas se inventaron otras matemáticas: Usted paga y sigue adeudando dos veces más de lo pagado. Muchos hogares se acabaron, y suicidios sucedieron por esa Unidad de “Poder Adquisitivo”. Y el impuesto del 4 X 1000 siguió campante. ALEJANDRO GÓMEZ LAMUS.

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