Que José A. Morales había nacido en el Socorro y era, por lo tanto, santandereano, se había tenido siempre como una verdad respecto de la cual nunca hubo el más mínimo asomo de duda. Con ese dato crecieron generaciones enteras, como la de mi madre —nacida en 1925—, como la mía —nací en 1955, treinta años más tarde—, y como la de mis hijos —el mayor de los cuales nació en 1988, es decir, más de treinta años después que yo—.
Cuando ya hablar del gran compositor santandereano José A. Morales era algo así como una frase de cajón, surgió un día cualquiera un extraordinario “descubrimiento” “histórico”: el de que el eximio Cantor de la Patria —como se le llamaba— realmente no había nacido en el Socorro, sino que había llegado allá cualquier día y, también cualquier día se había ido de allí para nunca más volver.
Como lo anotamos en entrada anterior, el diario El Espectador, en una publicitada separata, resultó haciendo, sin el más mínimo rodeo, la afirmación tajante de que había nacido “en Tocaima, Cundinamarca”.
Dada la amplia circulación del entonces diario de los Cano, la novedosa información se regó como pólvora a lo largo y y a lo ancho de Colombia, y todo el mundo empezó a aseverar —cual si hubiese hablado el Oráculo de Delfos o como si lo publicado en El Espectador fuese palabra de Dios— que José A. Morales no era natural del Socorro, sino de Tocaima, y que por ende el más grande compositor santandereano no era santandereano, sino cundinamarqués.
No obstante, circuló también, con menos fuerza pero no con menos capacidad de hacer mella, la igualmente novedosa versión de que tampoco era tocaimuno, sino paisano de Policarpa Salavarrieta, vale decir, que el preclaro autor de Pueblito viejo había nacido en Guaduas.
Sucedió que para la Navidad del año 2004, y dado el inesperado éxito que había tenido mi bambuco El campesino embejucao en los dos años inmediatamente anteriores (gracias al cual mi asesor tributario, el doctor Iván Isidro Villamizar, comentó jocosamente que habíamos vivido dos años, no de la profesión de abogado, sino de la venta de discos), mi esposa y mis hijos andaban de plácemes con la música andina colombiana y por ello pensaron —sobre todo ella— que el regalo ideal para mí era un libro enorme que vieron en la librería Abrapalabra titulado La canción colombiana, del cual era autor un señor de nombre Jaime Rico Salazar.
Empecé a leer el libro, sin sujeción a ningún orden especial, sino en forma aleatoria. Y fue así como di con el capítulo dedicado a los compositores e intérpretes de Santander y, por ahí derecho (y bien pronto) con las notas biográficas que el autor había insertado en su obra acerca del compositor José A. Morales.
El capítulo dedicado a los compositores e intérpretes de Santander no podía ser más desolador. Apenas mencionaba, como compositores, en una apresurada lista, a “Luis A. Calvo, nacido en Gámbita (pág. 166), Luis María Carvajal, el Dr. Miguel Durán López, Victoriano Ordóñez, Temístocles Vargas, Gustavo Gómez Ardila y José A. Morales que se consideraba como si fuera de esta región”. Luego relacionaba a los intérpretes “más destacados de la canción colombiana” y mencionaba a “los Hermanos Martínez y los tiplistas Francisco “Pacho” Benavides, Jorge Ariza y Pedro Nel Martínez”…”. A continuación insertaba una biografía de Lelio Olarte, otra diminuta de Gustavo Gómez Ardila y a continuación una extensa de José A. Morales, de quien ya había advertido, al enumerarlo, que “se consideraba como si fuera de esta región”, con lo cual vaticinaba en qué sentido iría su biografía.
Me pareció evidente la injusticia de no mencionar a otro Temístocles, el maestro Temístocles Carreño, ni a Felipe Lamus Cáceres, ni a Francisco Durán Naranjo, ni a Pablus Gallinazo, ni a Los Luceros de Oiba, entre otros.
Pero el dato que, de entrada, francamente me molestó fue el de que el maestro Gustavo Gómez Ardila, el magnífico director perpetuo de los coros de la Universidad Industrial de Santander, estuviese muerto y enterrado, y yo no hubiese visto al menos una nota necrológica en Vanguardia Liberal o en El Frente.
Y es que, además de que el libro decía que “Su aporte más significativo a la canción colombiana fue el pasillo “Lejos de mi madre” que compuso cuando fue director de La Voz de Pereira”, sin que ni por asomo mencionara su antológico pasillo Aires de mi tierra, que, como todo el mundo sabe, es el que lo pone al lado de los grandes compositores de música andina colombiana, remataba con la siguiente lapidaria frase: “Ya falleció”.
Como yo no recordaba haber sabido del fallecimiento del insigne maestro zapatoca, dejé a un lado el libro y de inmediato llamé al celular al también zapatoca Rafael Serrano Prada, director del diario El Frente, quien como periodista y coterráneo del maestro me podía precisar cuándo había muerto y por qué razón el periódico no había dicho una palabra.
La comunicación con Rafael no me fue posible, por lo cual llamé a su hermano, el también zapatoca Jesús María Serrano Prada, gerente propietario de la empresa Abonos Abimgra, a quien también me une una antigua amistad y a quien nos referimos sus amigos, al igual que sus familiares, con el hipocorístico “Chucho”. Le dije, pues, a Chucho Serrano que cómo era posible que acababa de leer en un libro que me habían regalado en Navidad que el maestro Gustavo Gómez Ardila había fallecido y que, dado que lo decía un libro ya editado, obviamente se encontraba enterrado en camposanto, sin que El Frente hubiera dicho nada. Fue entonces cuando Chucho me respondió: “Pero habrá fallecido y lo habrán enterrado hace menos de cinco minutos. Porque somos vecinos y acaba de pasar por aquí, por el frente del edificio donde vivo, nos saludamos de mano, hablamos un rato, me contó los planes que tenía con el coro, nos despedimos y él se fue para su casa y yo me entré al edificio, y acababa de entrar al apartamento cuando timbró el teléfono, contesté y era usted“.
Entonces descubrí que el autor del libro había “matado” y enterrado al maestro Gustavo Gómez Ardila cuando estaba vivo y coleando.
De hecho, el libro fue editado en el año 2004 y el maestro Gustavo Gómez Ardila, efectivamente, murió el 23 de mayo de 2006.
Con malos presagios sobre el rigor histórico del libro, entré a leer lo que decía del maestro José A. Morales.
Allí, en aquel capítulo de su libro, don Jaime Rico Salazar, de quien pronto supe que era músico y que era paisa, negaba —como lo había advertido al dar la lista— que José A. Morales fuese santandereano, pues —según él— “definitivamente” no había nacido en el Socorro.
Lo curioso para mí, sin embargo, no era esa afirmación —porque ya la había leído en aquella separata de El Espectador y se la había oído a mucha gente—, sino la evidente fragilidad de sus argumentos.
Bastaba leer aquella biografía para descubrir de dónde y de quiénes había partido la nueva versión sobre el pueblo de origen de José A. Morales que El Espectador había recogido en su separata, como se dice en el Derecho Sucesoral, sin beneficio de inventario.
Y es que bastaba ojear aquella biografía para, de una vez, darse uno cuenta de que sus conclusiones eran ambiguas y contradictorias, y que todo había surgido de un mero chisme sin confirmar y del hallazgo de una partida de bautizo que, como quedó demostrado en la anterior entrega, no podía corresponder a la de José A. Morales, a menos que por arte de magia se pudiera bautizar a un niño que nacería tres años después de que el cura le regara el agua bautismal en la cabeza.
Para la cabal comprensión de lo acaecido y para que los lectores vean la precariedad de los argumentos sobre los cuales se edificó la aseveración del gentilicio tocaimuno y cundinamarqués de José A. Morales resulta obligatorio, como es apenas natural, reproducir textual y fielmente lo escrito y publicado en su libro por don Jaime Rico Salazar. Pero antes de hacerlo, resumiremos lo que dice. El lector, después de que lea nuestro resumen y lea lo que dice el libro, nos dirá si la síntesis es correcta o no, o si estamos tergiversando lo que el autor caldense escribió y publicó a los cuatro vientos.
En su libro, Jaime Rico dijo que Raúl Rosero dijo que un viejo en Guaduas dijo que José A. Morales había nacido allá.
Raúl Rosero, en efecto, habría viajado hasta Guaduas, como presidente de la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia (SAYCO), con miras a poder pagarle a ese viejo, que era hermano de José A. Morales y vivía allá en la más extrema pobreza, la plata correspondiente a los derechos de autor, una vez confirmara con él su parentesco.
Según dijo don Jaime que dijo Raúl Rosero, el viejo hermano de José A. Morales —a quien no identifica, como tampoco da la dirección de la humilde casa donde vivía— dijo que en esa misma casa humilde había nacido el compositor.
Con semejante cadena de “dijos”, ni el propio don Jaime Rico Salazar se atrevió a asegurar en su libro que el cantor hubiese nacido en Guaduas y apenas concluyó que era solo una “historia” (sic).
Entonces se va para Tocaima y allí encuentra la partida de bautizo de un tal José Alejandro López, hijo de una tal Dolores López, bautizado en el año 1910.
Lo más relevante es que también descarta que ese solo documento pruebe que José A. Morales haya nacido en Tocaima, porque, según explica, con demoledora lógica elemental, una persona puede nacer en una parte y ser bautizada en otra. Incluso, da como ejemplo concreto que respalda esta última aseveración, el caso del maestro Pedro Morales Pino.
O sea, que según el autor, ni está probado que José A. Morales hubiese nacido en Guaduas —porque es una mera “historia” que le contó Raúl Rosero y que a este le habría contado un viejo de Guaduas, hermano de José A. Morales, cuyo nombre y apellidos no aparecen por ninguna parte—, ni tampoco está probado que José A. Morales hubiese nacido en Tocaima porque lo único que se encontró en la parroquia de este municipio fue una partida de bautizo correspondiente a José Alejandro López, hijo de Dolores López, y a mucha gente la han bautizado en un municipio distinto a aquel donde nació, como sucedió con el maestro Pedro Morales Pino. Lo que sí da por establecido de una vez es que el José Alejandro López, hijo de Dolores López y bautizado en Tocaima en 1910 es el mismo José Alejandro Morales López, hijo de Dolores López y nacido, según su cédula de ciudadanía expedida por la Registraduría Nacional del Estado Civil, en el Socorro en 1913.
En otras palabras, según el libro de don Jaime Rico Salazar, no está probado que José A. Morales haya nacido en Guaduas, ni está probado tampoco que haya nacido en Tocaima.
Sin embargo, afirma que, en todo caso, “definitivamente” no nació en el Socorro.
¿Y cómo saber, entonces, dónde nació?
El mismo don Jaime Rico Salazar da la solución: “la cédula de ciudadanía laminada, ella sí dice la verdad”. Lo dice con una claridad que ya quisiera tener el agua. Es más: dice que la cédula de ciudadanía laminada de José A. Morales la tiene el maestro Jaime Llano González (nombre que pone en negrilla), pero que el problema está en que el maestro Jaime (a quien llama simplemente “Jaime”) quiere guardarle el secreto al maestro José A. Morales (a quien llama simplemente “José”) y que no quiere romperlo.
Con lo que no contaba don Jaime Rico Salazar era con que un acucioso periodista de nombre Puno Ardila Amaya se decidiera a efectuar una investigación a fondo sobre el nacimiento, la infancia, la juventud y, en fin, la vida del maestro José A. Morales, ni que en desarrollo de esa investigación entrevistara al mismísimo maestro Jaime Llano González en persona, ni que tuviera acceso a la cédula de ciudadanía laminada del compositor, ni que la fuera a llevar a una emisora cultural, ni que allí leyera al aire su contenido y dejara al descubierto el supuesto “secreto” que el maestro Llano le guardaba al maestro Morales: el “secreto” de que, de acuerdo con su mismísima cédula de ciudadanía, documento público expedido por la Registraduría Nacional del Estado Civil de Colombia en ejercicio de sus funciones legales, y por consiguiente amparado por una presunción de autenticidad y de veracidad de su contenido, José A. Morales nació en el Socorro (Santander), no en Tocaima, ni en Guaduas, como él se había puesto a divulgar a los cuatro vientos, incluso desde antes de escribir y publicar su libro, porque no se necesita contar con dotes sobrenaturales de adivinación para saber quiénes estuvieron detrás del errado dato que irrigó por toda Colombia el diario El Espectador.
Definido el punto, es decir, determinado inequívocamente que José A. Morales había nacido en el Socorro —lo cual se había hecho siguiendo el camino indicado por el propio don Jaime Rico Salazar en su libro, es decir, a través de la cédula de ciudadanía laminada del maestro José A. Morales, en poder del maestro Jaime Llano González—, este portal publicó una nota que no hizo sino informar a sus lectores el hallazgo que había hecho aquel perspicaz periodista.
Pero cuando ya dábamos por concluido el asunto, don Jaime Rico Salazar nos sorprendió con una dura carta, en la que empezaba por lamentarse de lo difícil que era “luchar contra la ignorancia” y reafirmaba, una vez más, que no, que así la cédula de ciudadanía laminada de José A. Morales dijera que nació en el Socorro, el compositor no había nacido en el Socorro, ni era por lo tanto santandereano, sino que había nacido…¡asómbrense ustedes!…. ¡en Tocaima!
Cuando leímos esta contundente aseveración pensamos que lo que había ocurrido era que don Jaime había conseguido otras pruebas distintas de aquella partida de bautizo a la cual ya se había referido en su libro y que, según él mismo lo escribió allí, no era suficiente demostración de que el compositor hubiese nacido allá porque otras personas habían nacido en un municipio y las habían bautizado en otro distinto, como sucedió con el maestro Pedro Morales Pino.
Pero no: las “pruebas” eran exactamente las mismas: una, la misma partida de bautizo de José Alejandro López, hijo de Dolores López, bautizado en el año 1910, cuando a José Alejandro Morales López le faltaban, de acuerdo con su cédula de ciudadanía laminada, tres años por nacer. Otra, la misma cadena de “dijos”: que a don Jaime Rico le dijo Raúl Rosero que a él le dijo un viejo de Guaduas, hermano de José A. Morales, que este había nacido en la misma casita humilde donde él había nacido y vivido toda la vida, sin que don Jaime haya podido explicar cómo es que, simultáneamente, nació en esa casita humilde ubicada en Guaduas y nació también en el municipio de Tocaima —a menos que aparte del don de la música, José A. Morales hubiese tenido el de la ubicuidad, y lo hubiese tenido desde su nacimiento—, o cómo es que en su libro dijo que una persona bautizada en Tocaima podía perfectamente haber nacido en otro municipio, pero en la carta ya dice que si a José Alejandro lo bautizaron en Tocaima entonces nació en Tocaima, y punto.
Pero no crean ustedes que hasta aquí llegan las especulaciones de don Jaime Rico Salazar para “demostrar” a como dé lugar que José A. Morales nació en Tocaima.
En efecto, ante la evidencia de que en la partida de bautizo de José Alejandro López sentada en la parroquia de Tocaima solo dice que es hijo de Dolores López, pero ni por atisbo menciona al padre, mucho menos a un padre que se apellide Morales, entonces acude —en su carta— a “relatar”, sin la más mínima prueba, que “seguramente” Dolores López vivía con el papá del niño, pero que “seguramente” estaba peleada con él; que “seguramente” la pelea había sido muy fuerte y que por ello “seguramente” no le dio al cura de Tocaima sino el nombre de la mamá y le ocultó el del papá.
Pero como debe reforzar su aseveración, huérfana de pruebas, entonces acude a citar como fuentes a personas indeterminadas. En efecto, como curiosamente la partida de bautismo sentada en Tocaima no dice que haya nacido allí, ni precisa en dónde, don Jaime le da respaldo a su afirmación de que fue en Tocaima echando mano a unos “familiares suyos” cuyos nombres no da ni por atisbo.
Y luego, como por arte de magia, y aunque antes ha dicho que no porque hubiese sido bautizado en Tocaima necesariamente tuvo que haber nacido allí, contradiciéndose a sí mismo —y, lo que es más grave, contradiciendo la lógica— concluye que así la partida de bautizo de Tocaima no diga que nació en Tocaima, José A. Morales nació en Tocaima porque sí, porque lo dice él, y punto.
En cuanto a la fecha de nacimiento, contrariando la que figura en la cédula de ciudadanía, dice que “la fecha que se conoce de su nacimiento es el 19 de agosto de 1914”, sin que precise de dónde sacó esa otra fecha. O sea, que cuando lo estaban bautizando le faltaban para nacer, ya no los tres años que arroja como resultado la sencilla cuenta si se hace sobre su cédula de ciudadanía, sino —peor todavía— cuatro años, si se hace sobre la fecha que don Jaime menciona en su libro sin explicar de dónde la sacó. A José A. Morales lo bautizaron, en todo caso, sin haber nacido. ¡Caso único en el mundo!
Pero tampoco crean que son las únicas inexactitudes en que incurre don Jaime Rico Salazar, con tal de mostrar como sea que José A. Morales no nació en el Socorro, sino en Tocaima.
Es así como en el libro dice que “En su libreta militar (subrayo) que era entonces un pequeño cuaderno de papel, tachó el sitio de su nacimiento y escribió encima con su propia letra: El Socorro. Pero no pudo hacer lo mismo con su cédula laminada. Ella sí dice la verdad. La conserva Jaime Llano González (…), pero Jaime respeta el secreto de José A. y no quiere romperlo”.
No obstante, en su carta ya dice una cosa totalmente distinta. O más exactamente dos. Leamos: “El primer documento de identificación que tuvo, fue una cédula de papel que se doblaba en varias partes. Allí figura el sitio de nacimiento. Pero con una pluma estilográfica (todavía no había lapiceros) tachó el sitio y encima con su puño y letra colocó El Socorro. Ese documento se lo dio Jose´A. a Jaime Llano González que fue su gran amigo, para que se lo guardara y además le guardara el secreto. Y por supuesto que Jaime siempre lo mantuvo en secreto hasta el final”.
Como lo observará el más miope de los lectores —y sin necesidad de gafas—, primero dijo que el lugar de nacimiento se lo había tachado a su libreta militar, que era un pequeño cuaderno de papel, pero luego dijo que se lo había tachado a la cédula de ciudadanía, que era de papel y se doblaba en varias partes.
Pero, además, se contradijo con lo de Jaime Llano González porque en el libro dijo que el documento que tenía guardado el organista antioqueño era la cédula de ciudadanía laminada, o sea, aquella que sí decía la verdad porque no había forma de tacharle nada, pero luego resultó diciendo que el documento que tenía guardado el organista antioqueño era la cédula de papel, o sea aquella donde supuestamente José A. Morales había tachado su lugar de nacimiento y escrito “El Socorro”.
Pero tampoco fue todo. Porque en su última carta, enviada desde Costa Rica y publicada también por este portal, dice que el tachón lo hizo el maestro José A. Morales “con lapicero“, cuando, como se observa, había dicho antes que lapiceros no existían.
Este fue, pues, el “arsenal” probatorio que le permitió al autor de La canción colombiana aseverar, sin permitir que nadie lo refutase so pena de ser descalificado como ignorante, que José A. Morales no nació en el Socorro, sino en Tocaima.
Y esta fue la “base” enclenque sobre la que, irresponsablemente, el editor de aquella infortunada separata de El Espectador se mandó de una vez, sin verificar ni confrontar las fuentes, a pregonar a los cuatro vientos por toda Colombia que José A. Morales había nacido en aquel municipio cundinamarqués.
Comencemos, ahora sí, las reproducciones textuales. Empecemos con las del libro. Dice textualmente don Jaime Rico Salazar en su libro lo siguiente:
“Su verdadero sitio de nacimiento ha permanecido oculto porque José Alejandro nunca quiso decirlo. Sus primeros años de infancia transcurrieron en El Socorro y ese fue el pueblito viejo que aprendió a querer y que le dió motivos para sentirse socorrano. (…) Pero definitivamente no nació allí. En su libreta militar que era entonces un pequeño cuaderno de papel, tachó el sitio de su nacimiento y escribió encima con su propia letra: El Socorro. Pero no pudo hacer lo mismo con su cédula de ciudadanía que ya era laminada. Ella sí dice la verdad. La conserva Jaime Llano González que fue su gran amigo y que lo acompañó hasta en sus últimos momentos, pero Jaime respeta el secreto de José A. y no quiere romperlo.
(…) Supe además que los derechos de autor de sus canciones fueron pagadas (sic) inicialmente a un hermano de José A. que vivía en Guaduas en una gran pobreza. El compositor Raúl Rosero, Director entonces de Sayco fue la persona encargada de pagarle esas regalías pero antes lo fue a visitar a Guaduas para constatar nexos familiares. El mismo le manifestó a Rosero que allí había nacido y también José A.
El compositor Carlos A. Rozo Manrique me aseguró que había visto la partida de bautizo de José A. y que allí constaba que había nacido en Tocaima (Cund.). Viajé a esa población y efectivamente pudimos hallarla. La misma dice así: “Diócesis de Girardot. Parroquia de San Jacinto de Tocaima, Cundinamarca. Partida de Bautismo. Libro 26. Folio 102. José Alejandro López. En Tocaima, a catorce de septiembre de 1910, bauticé solemnemente a un niño a quien nombré José Alejandro, hijo de Dolores López, nació el nueve de febrero. Abuelos maternos: Jesús López. Padrinos: Juan N. Galindo a quién advertí lo necesario. Doy fe. Obdulio A. Chala. Presbítero”.
Según el documento José A. nació el 9 de febrero de 1910 (la fecha que se conoce de su nacimiento es el 19 de agosto de 1914) pero el mismo certificado no da constancia alguna acerca del lugar de su nacimiento. Algo similar encontramos en la partida de bautismo de Pedro Morales Pino que aunque fue bautizado en Ibagué, sabemos que nació en Cartago. O sea que no necesariamente José A. pudo haber nacido (sic) en esa población, aun cuando otros familiares suyos lo sostienen, más cuando su bautizo fue realizado en esa población cuando tenía siete meses de nacido. Con lo cual también queda la posibilidad de que hubiera nacido en Guaduas. La cédula de ciudadanía sería el único documento que lo podría confirmar.
Se sabe que los padres de José A. fueron Tulio Morales y Dolores López y que no formalizaron su vínculo matrimonial en ceremonia religiosa, razón por la cual (sic), se decía que los hijos nacidos en una unión libre eran “naturales” y eran discriminados por las sociedades de esas épocas y no hace mucho tiempo. Ese fue el estigma que llevó en su vida José A. Morales. Y además su cuna humilde.
(…)
Los años de su infancia se pierden entre las brumas del tiempo y sin que sus padres hubieran vivido en El Socorro, apareció en ésta población por el año 1921″. (RICO SALAZAR, Jaime, ob. cit., p.p. 341 y 342).
Ahora, la carta. Aunque ustedes ya la leyeron íntegra en la entrada anterior, copio a continuación, textual y fielmente, lo que en ella dice en lo que aquí concierne. Escribió don Jaime lo siguiente:
“Qué difícil es luchar contra la ignorancia de la gente. Querer demostrar situaciones y circunstancias sin documentos. La historia se hace con documentos, no con bla, bla, bla. Y la historia se repite en todas partes. Querer demostrar que Carlos Gardel nació en Tacuarembó (Uruguay) sin tener una partida de bautismo o certificado de nacimiento que lo acredite cuando en Toulouse si existen la partida de bautismo y el certificado de nacimiento. Continuar afirmando que Agustín Lara nació en Tlacotalpan si su partida de bautismo nos dice que nació en la ciudad de México. Continuar afirmando que Pedro Morales Pino nació en Cartago si yo encontré su partida de bautismo en Ibagué. Y con José A. Morales se repite la historia, querer hacerlo aparecer nacido en El Socorro cuando allí carecen de una partida de bautismo que lo certifique.
La única partida de bautismo que existe de José Alejandro Morales está en Tocaima, según documento que adjunto. Fue bautizado el 14 de septiembre de 1910 en la parroquia de San Jacinto. Y según los datos que dio su madre, Dolores López nació el 9 de febrero. O sea que tenía 7 meses y unos días cuando fue bautizado. Pero no necesariamente pudo haber nacido allí (sic).
Porque hay otra circunstancia que vale la pena tener en cuenta. Cuando Sayco quiso pagar regalías de sus canciones después de que falleció José A. se presentaron dos personas, una hija de José A. que había tenido en un romance de su juventud, de nombre Josefina Rodríguez, y un hermano de José A. Determinaron entonces que el derecho a las regalías legalmente eran del hermano de José y para verificar sus nexos familiares, el director de Sayco entonces el compositor Raúl Rosero, viajó a Guaduas a buscarlo. Y lo encontró viviendo en una casita muy humilde, con mucha pobreza y le dijo a Rosero, que esa era la casita de sus padres, ahí también había nacido José Alejandro.
Seguramente Dolores y Marco Tulio Morales se pelearon y Dolores se fue para Tocaima donde vivían unos familiares suyos y entonces allí lo bautizó. Y como seguramente estaba muy resentida con Marco Tulio no quiso que figurara el nombre de él en la partida de bautismo. Como de la historia que cuenta Raúl Rosero no hay ningún documento, no deja de ser una historia, así haya sido cierta (?). El único documento que existe es la partida de bautismo de Tocaima. José A. legalmente nació en esa población, así no lo diga expresamente el documento. Y no puede ser posible que haya sido bautizado otra vez en otra parroquia.
(…)
Pero lo que nos motiva el artículo es conocer los documentos de identificación que tuvo en su vida. El primer documento de identificación que tuvo, fue una cédula de papel que se doblaba en varias partes. Allí figura el sitio de nacimiento. Pero con una pluma estilográfica (todavía no había lapiceros) tachó el sitio y encima con su puño y letra colocó El Socorro. Ese documento se lo dio Jose´A. a Jaime Llano González que fue su gran amigo, para que se lo guardara y además le guardara el secreto. (…).
(…)
En definitiva, el único documento que acredita el nacimiento de José Alejandro Morales es la partida de bautismo de Tocaima, así no haya nacido allí (?) (…)”.
Solo dos observaciones finales en materia de credibilidad: una, la de querer hacernos creer que SAYCO, una sociedad inmemorialmente cuestionada porque no les paga las regalías a los compositores (como sucede, para no ir tan lejos, con las mías), envió nada menos que a su propio presidente nacional en persona hasta Guaduas para pagárselas a un hermano de José A. Morales; otra, la de querer hacernos creer que la Registraduría Nacional del Estado Civil de Colombia aceptó como “corrección” de un documento público un mero tachón y la consiguiente enmendadura con estilógrafo (o con lapicero, o con lo que haya sido).
Empero, como, de todos modos, finalmente no se supo si el tachón y la enmendadura se le hicieron a la cédula de ciudadanía o a la libreta militar, ni se nos precisó sobre qué prueba grafológica se concluyó que la “falsificación” del documento la hizo el propio maestro José A. Morales, ni se supo quién dictó ni quién copió el lapsus “HERNÁNDEZ” en el apellido del tal Marco Tulio en el documento tachado y enmendado con el apellido “MORALES”, ni se desvirtuó la presunción de autenticidad de la cédula de ciudadanía ni la presunción de veracidad de su contenido en cuanto al lugar y fecha de su nacimiento, ni vemos razón alguna para pretender saber más de José A. Morales que el propio José A. Morales, ni de lo que sucedió en el Socorro más que los propios socorranos, en vez de pasar a reputarlo un falsificador —tan clandestino como torpe— de documentos públicos, nos quedamos teniéndolo como el más grande compositor que ha nacido en Santander a lo largo de su historia.
Mesa de las Tempestades / Área Metropolitana de Bucaramanga / Sábado 10 de octubre de 2015.
Tengo un recuerdo muy grato que me dejó mi abuelo que fue músico y sastre del Socorro quien le enseñó al maestro José Alejandro la sastrería y le regaló el primer tiple a ese joven que tenia 16 años. Ese recuerdo es unas tijeras que le prestaba y con las que José Alejandro trabajaba. Es una historia que me contó mi abuelo.
Leí cuidadosamente lo relativo al verdadero lugar de nacimiento del gran maestro JOSE A. MORALES, y soy consciente de lo delicado que resulta afirmar un hecho sin documento que lo sustente, pero teniendo en cuenta que en esa época de 1910 – 1913 1914, se elaboraban las partidas de bautismo con el suministro de la información en forma verbal por parte de los interesados, sin documento antecedente alguno, información susceptible a errores; teniendo en cuenta del origen del maestro siendo un hijo ilegítimo que para la época era motivo de vergüenza y discriminación que dio origen a su secreto bien guardado, tampoco se puede afirmar que los datos de la cédula sean verídicos, ya que estos documentos también tienen errores, y vivimos y nos identificamos con ellos como si fueran verdad y fallecemos sin rectificarla; casos hay muchos; en conclusión, es posible que haya nacido en un lugar distinto al lugar de su bautizo, hecho ocurrido meses después. Es posible que exista un registro de reconocimiento ya que él figura en su cédula con el apellido Morales, o simplemente lo cedularon en forma verbal, costumbre excepcional de esa época.
Exactamente, doña Caridad; la cuestión se resume así: 1) En la partida de bautizo dice dónde fue bautizado, pero no dónde nació el niño “José Alejandro López”; 2) en la cédula de ciudadanía dice dónde nació el niño “José Alejandro Morales López”; 3) luego, ni siquiera suponiendo, en gracia de discusión, que se trate del mismo niño, la partida de bautizo refuta lo que dice la cédula de ciudadanía; 4) por eso, la partida de bautizo de “José Alejandro López” tampoco permite afirmar, como se hizo a los cuatro vientos, que el niño “José Alejandro López” nació donde fue bautizado; 5) más allá de lo que digan los documentos, no es creíble que un hombre de la sensibilidad poética de José A. Morales no le hubiese dedicado una canción, ni hubiese hecho la más mínima referencia a Tocaima, ni a Guaduas, de haber sido alguno de estos lugares el lugar de su nacimiento; por el contrario, él siempre se refirió al Socorro (“Pueblito viejo”, “Socorrito”) y a Santander (“Bambuquito de mi tierra”, etcétera). Y no se diga que sus tiempos de niño no los hubiese evocado en sus canciones, porque sí lo hizo (“Camino viejo de mi vereda / por donde tantas veces pasé, / llevando al hombro mi taleguera, / con mis cuadernos y mi pizarra, / rumbo a la escuela de doña Inés…”). Entre otras cosas, esta canción denota que el niño José A. Morales vivía en la zona rural, no en el casco urbano.
Como usted lo dice, la cédula de ciudadanía de cualquier persona puede tener errores, pero por ser un documento público se presume auténtica y veraz en su contenido mientras no sea desvirtuada con pruebas en contrario, cosa que en este caso jamás ha ocurrido.
En conclusión, José A. Morales nació en el Socorro, pues eso dice su cédula de ciudadanía y no existe documento alguno que demuestre lo contrario.
Muchas gracias por escribirnos. Un abrazo.
Mi estimado Oscar, esto no debería quedarse en un debate de blog, sino realizar la aclaración en medios de comunicación y hacer la difusión por los medios requeridos y dejar un precedente claro y contundente. Lo que nos faltaba ! Cuándo se había visto que a un pueblo se le quiera robar de forma descarada y sin fundamento un artista connotado que representa e identifica la cultura de un departamento como lo es Santander, por un orgullo ridículo de un personaje desconocido, pero dañino, que está desinformando a las nuevas generaciones.
Felicitaciones por ese profundo y exhaustivo análisis en torno a la polémica sobre el lugar de origen del maestro José A. Morales. Es incuestionable que posee usted la contundencia característica de los buenos boxeadores, de los que rematan bien sus combates; no es por accidente que está catalogado como uno de los más prestigiosos abogados en el área administrativa del país.
Me parece magistral el que haya colocado como punto de partida de su análisis el garrafal error que cometió el autor del libro “La canción colombiana”, al enterrar al maestro Gustavo Gómez Ardila estando éste vivo; si ese error lo cometió con una persona de nuestra época, con el arsenal de recursos de que se dispone en este momento para verificar un dato, qué se puede esperar de los datos referentes a personas que vivieron hace más de cien años.
Escribir no es fácil y exige máxima rigurosidad y objetividad; es claro, como lo ha demostrado usted en forma contundente en el documento que acaba de producir, que en algunos escritores, como en el caso específico del señor Jaime Rico Salazar, no están presentes estos atributos.
En lugar de reconocer el señor Rico humildemente su error, aceptar que concluyó algo sin suficientes elementos de juicio, pasa al ataque tratando de ignorantes a quienes suelen disentir de él. Es un hecho que todos los que escribimos estamos expuestos a cometer errores en nuestros escritos, hace parte de este difícil quehacer, pero aferrarse a defender una idea simplemente porque ya se expresó, desconociendo la información fáctica aportada, es poco inteligente.
Se entiende que para un escritor resulta muy duro constatar que ha cometido errores de cierta significación, como los que señala Óscar Humberto respecto al libro del señor Jaime Rico Salazar, que constituye motivo de vergüenza que se cuestione la seriedad con que se ha trabajado, pero es sano y pedagógico reconocer el error; aferrarse a éste como a un clavo ardiendo, es francamente autodestructivo.
Lo felicito Óscar Humberto por su postura constante en defensa de nuestros valores y de nuestros hechos. Estoy seguro de que la Historia lo reconocerá no sólo por sus poemas, por sus composiciones, por sus interpretaciones musicales, por sus libros, por sus triunfos profesionales, sino también por su decidida defensa de todo lo que tiene que ver con nuestra región, con nuestro departamento.