Y ahora que respondas ante el Cielo
por todo lo que has hecho y lo que fuiste,
¿cómo vas a explicar lo que tú hiciste
y la sangre que vertiste en nuestro suelo?
El llanto que enjugó con su pañuelo
la viuda a quien viudez tú le trajiste,
fue acaso para ti tan solo un chiste
y a nadie le ofreciste tu consuelo.
Que tu vida era eterna te creíste,
de amor o de piedad nunca supiste,
del otro te reíste en pleno duelo;
hoy, en tu postrer y gris desvelo,
quisiera preguntarte, tiranuelo,
¡a qué sabe el desconsuelo y estar triste!