Un pobre hombre buscaba
lo que de atrás ya tenía,
y entre más iba y venía,
de hallarlo más se alejaba.
Trabajo no le faltaba,
su familia lo quería,
enfermedad no sufría
y el bienestar le sobraba.
La mañana en que moría,
preguntaba todavía:
—¿al fin yo qué deseaba?—
Mas solo le contestaba
el silencio que reinaba
mientras su angustia crecía.
A la vez ciego e ingrato
es el hombre. Y de hace rato.