Dentro del Poder Ejecutivo colombiano se está poniendo en evidencia, cada vez con mayor claridad, la ruptura de la línea de mando.
Es muy grave que el Jefe de Estado de un país no tenga mando sobre los gobernadores de los departamentos, ni estos lo tengan sobre los alcaldes de los municipios, y que en últimas cada cual haga lo que le venga en gana.
Ya se perdió la cuenta de los gobernadores y de los alcaldes destituidos por corrupción administrativa.
Hay municipios donde literalmente uno no sabe quién gobierna, ni si, en definitiva, hay Estado o no lo hay, porque no se respeta ni acata nada, ni siquiera los fallos judiciales que profiere la justicia encargada de juzgar al Estado, que es la contenciosa administrativa.
Estamos jugando con candela y nos podemos quemar.
Podemos terminar en otro México.