El juez no es un cazador de errores; el juez no es un concursante que compite con el abogado litigante para demostrar que él, y no este, es el que más sabe de derecho; la administración de justicia no es el escenario para una competencia tan estúpida; el juez, simplemente, es el juez; el juez es la encarnación de lo justo; el juez, a los ojos de la sociedad, es el símbolo humano y la materialización misma del ideal de justicia. Por eso, nadie debe ser investido de la dignidad de juez mientras no haya puesto en evidencia que es una persona justa. Y el juez que ponga en evidencia lo contrario, vale decir, que es una persona injusta, debe ser separado de la judicatura. Nadie debe llegar a la carrera judicial si es injusto, ni escudarse detrás de su pertenencia a ella para dar rienda suelta a toda su capacidad de injusticia.
El poder penal y disciplinario del Estado no deben cohonestar a los jueces injustos. Si lo hacen, le estarán causando a la sociedad un daño tan grave como irremediable.
Grave e irremediable, como el que ya antes había causado el juez cuya conducta no sancionaron.
Con un juez haciendo estragos —por dolo, culpa o ignorancia— y un poder penal y un poder disciplinario haciéndose los de la vista gorda, toda la sociedad —incluido usted, lector— está en gravísimo peligro.
Porque, como dijo Francisco de Quevedo, “Menos mal hacen los delincuentes que un mal juez”.
La ética y los valores están en extinción; hay una delgada línea en que a veces lo legal no es lo más justo; por eso quien imparta la justicia debe ser un hombre revestido de valores y de buenos principios, pero es difícil hallarlos en estos tiempos y es demasiado complejo: ahora al bien lo tildamos de mal y al mal bien; pienso que estará en extinción mientras se mezcle con intereses políticos y particulares y cada día será más difícil a quien emprenda este camino de ser Juez pues deberá hacer muy bien su trabajo; porque podrán juzgar aquí como quieran, a su acomodo, pero ay del que lo haga con doble filo porque recibirá su propia justicia. Para ser Juez, debe tener a Dios en su corazón; lo que sí sé es que esto no es religiosidad, esto es certeza: quien permanece en Él, permanece en su justicia.
Las facultades de derecho deben preparar no sólo para litigar, el valor de lo justo interpretando la ley debe ser parte de la formación académica. Bueno el tema en este momento de crisis.