Desde hoy, 19 de diciembre a las 4 de la tarde y hasta el miércoles 11 de enero de 2012, cuando nos estaremos reintegrando, permanecerá cerrada nuestra oficina profesional por vacaciones. Las nuestras, en efecto, coinciden con las que entra a disfrutar la Rama Judicial. En consecuencia, durante ese lapso estarán cerrados: el Consejo de Estado, la Corte Constitucional, la Corte Suprema de Justicia, el Consejo Superior de la Judicatura, los tribunales superiores de distrito judicial, los tribunales administrativos, los consejos seccionales de la judicatura, los juzgados civiles del circuito, los juzgados civiles municipales, los juzgados laborales, los juzgados administrativos y los juzgados penales del circuito.
Como también han salido a vacaciones las universidades y los colegios, toda la familia está de vacaciones.
Rememoramos aquellas veladas en la escuela cuando saludábamos las vacaciones con un acto cultural, en el cual se cantaban canciones de música andina colombiana como Pueblito viejo y Campesina santandereana de José A. Morales, y se declamaban poesías como aquella que recitó, subido sobre una mesa, nuestro compañero Benjamín Santos, el primero de la clase, por allá en 1964:
“Llegaron las risueñas y amables vacaciones,
los libros y lecciones ya vamos a dejar,
y libres como el viento que juega entre las flores,
nos vamos ya, señores, al campo a retozar”.
En los tiempos que corren, al campo, lo que se dice al campo, ya prácticamente no vamos. Menos, cuando a las familias campesinas colombianas dejó de despertarlas el gorjeo de los pájaros y el kikirikí del gallo madrugador y pasó a hacerlo el tronar de la violencia. Hoy en día, por estos contornos, lo más parecido al campo es la Mesa de los Santos. En la memoria quedan, sin embargo, los recuerdos brumosos de cuando, hace muchos años, invitados por don Casimiro Anaya Conde, pernoctamos en la zona rural del páramo santandereano, echando vaho por la boca mientras hablábamos entumecidos por el frío, montando a caballo con manifiesta falta de talento ecuestre, despertando cuando empezaban a resoplar por un tubo para encender el fogón, saliendo a caminar con ruana para observar el ordeño y el trasquilado de las ovejas, y viendo cómo los primeros rayos del sol empezaban a hacer resplandecer los frailejones.
Eran tiempos en los que la música campesina se expandía por los helados aires del páramo, impulsada por la magnificencia de las radiodifusoras, a ninguna de las cuales todavía le producía vergüenza poner a sonar los bambucos de Garzón y Collazos acompañados por el órgano inconfundible de Jaime Llano González.
De todos modos, salir a vacaciones siempre ha sido, y sigue siendo para nosotros un motivo de inmenso regocijo.
Aprovecharemos para reconciliarnos con la guitarra y el teclado, que tanto nos auxilian en la grata tarea de la composición musical, retomar las páginas siempre actuales del Quijote, reencontrarnos con las viejas películas de Cantinflas, Charles Chaplin o el Superagente 86, degustar una copa de Cinzano con hielo acompañada de galletas La Aurora, volver a caminar por las aceras sin la preocupación de que es inminente el vencimiento de un término y, por supuesto, rememorar a los buenos amigos y a las buenas amigas que, como siempre, al lado de la familia, este año volvieron a darle un sentido a nuestra vida e impidieron que se nos fugara el optimismo cuando la adversidad o la incertidumbre intentaron asomarse a nuestro espíritu para sabotearnos la fiesta.
Por eso, para todos y para todas, desde aquí, desde el fondo de nuestro corazón, unas felices vacaciones decembrinas.