El arquitecto Alberto Montoya Puyana, gobernador de Santander, lo nombró alcalde de Tona y, según cuenta Puno Ardila, el decreto se lo fueron a llevar al restaurante.
En efecto, Alberto Flórez Flórez fue el fundador del restaurante La Brasa, el que olía a carne asada desde la puerta, como lo rememoró César Almeida (Kekar) en alguna de las notas que nos alcanzó a escribir antes de que, notoriamente molesto, anunciara que dejaría de hacerlo porque siempre se le complicaba el envío.
Me llamaba la atención en aquel entonces, cuando me sentaba a almorzar o a comer allá, en aquella esquina donde hoy en día queda el desayunadero El Viejo Chiflas, el detalle de que en las mesas todo se anunciaba con coplas. También, que había una pintura de Segundo Agelvis. Era un payaso sentado afuera del circo con lágrimas en los ojos y una carta en la mano: había recibido una mala noticia.
Sólo mucho después vine a saber que el dueño de La Brasa era un campesino autodidacta y culto. De hecho, titulaba sus escritos con el nombre de “Coplas culturales”.
Un día fue a mi oficina a contarme sus proyectos. Me contó que el trago le había afectado mucho la vida, que su paso por la alcaldía le había demostrado que a uno le sobra gente que lo invita a tomar, siempre a tomar, pero jamás a comer. Lo noté cansado y triste. Aun así, sin embargo, hablaba con entusiasmo de que “yo ahora estoy en lo mío”, para referirse a que se hallaba dedicado al noble oficio de escribir.
La noche en que presentó su libro “Coplas por Colombia”, fui a saludarlo a la Casa del Libro Total. Él me agradeció después, como era de esperarse, con coplas.
Tal y como lo rememoré en la nota de presentación con que lo recibí cuando decidió colaborar con este portal, no tenía óbice alguno en donar su sueldo de alcalde para que no dejaran de ejecutarse obras que se requerían en su municipio con urgencia. Fue el exótico caso de un político que jamás vivió de la política, mucho menos de apropiarse de los dineros del erario en beneficio propio, como por desgracia suele ocurrir en este país sobrecargado de inmoralidad administrativa. Si todos los funcionarios tuvieran la honradez de Alberto Flórez Flórez, este país ya habría solucionado, como mínimo, el ochenta por ciento de sus problemas.
Después de aquella alcaldía por designación, lo eligieron alcalde. Empero, según habría de comentar con amargura, no pudo gobernar porque se lo impidió la difícil situación de orden público que entonces se vivía en su tierra.
El pasado viernes 15 de septiembre, Alberto Flórez Flórez dejó de hacer coplas.
Para quienes admiramos a la gente sencilla, inteligente y, sobre todo, honesta, constituye un honor haber conocido a don Alberto Flórez Flórez, un hombre íntegro, un santandereano de pura cepa que, en el cenit de su existencia, se apegó a una de las más auténticas tradiciones de nuestro departamento para sobrellevar los embates de la soledad y la nostalgia.
Cerramos esta nota, insertando las primeras coplas que nos regaló y con las notas del minuto de silencio.
¡Hasta siempre, don Alberto, y que nuestro buen Dios lo tenga por siempre en su gloria!
Desde mi aula de clases,
donde recibo lecciones,
a Usted Doctor Gómez Gómez
gracias le doy por sus bases.
Agradecí su presencia
allá en “El Libro Total ”
cuando lancé mi experiencia
de coplas en lo social.
Era mi segundo libro,
fueron Coplas por Colombia,
su presencia, gran motivo
para despejar mi sombra.
Empírico, autodidacta,
mis coplas sigo escribiendo,
y hoy con “LA PLUMA AJENA”
me he seguido instruyendo.
Mil gracias por ayudar
al coplero del ancestro,
Dios a Usted ha de pagar
gran servidor, gran maestro.
Hace 34 años tuve la suerte de conocer a este santandereano ilustre. Me impresionó su forma sencilla e ilustrada de mantener una conversación. Estábamos Fernando (“El Gato” Sanabria) y yo amenizando una de sus reuniones familiares, se nos acercó y nos narró un par de anécdotas. Recuerdo haberle preguntado si era un buen lector. Me contestó que leía, pero más que leer le encantaba escuchar los programas radiales de opinión donde periodistas como Yamid y Juan Gossaín eran una buena escuela para el buen conversar y hacer buen uso del idioma. Nunca había considerado importante esta premisa hasta ese día. Sus palabras me calaron mucho.
Paz en la tumba a un ciudadano de bien que siempre tuvo interés en ver el bienestar de su comunidad. Dios bendiga su alma y a su familia.
“De Santander es el bolo
esparcimiento y bandera
donde todo parroquiano
lo juega con “verraquera””
“El Bolo Criollo es del campo
y todo el mundo lo admira
orgullo de Santander
hijo de García Rovira”
“A todo buen campesino
la bola lo galardona
cual si sintiera en la mano
el cuerpo de una “culona””
Son algunas de las estrofas que Don Alberto Flórez Flórez (q.e.p.d.), tuvo la gentileza y generosidad de escribir para el primer libro de Bolo Criollo.
Su pluma y voz de entusiasmo por la cultura tradicional no se volverá a leer asiduamente (salvo los escritos que le inmortalizarán) o su voz con léxico especial que brindaba el apoyo a las gestas que los gestores culturales desarrollamos.
La muerte tempranera de su hijo le aceleró el encuentro con nuestro Padre.
Desde la zona de lanzamiento, en cancha de Bolo Criollo, le recordaremos el próximo 24 (domingo) cuando después de dos años volvemos a organizar un evento.
Don Alberto… desde el sitio privilegiado, junto al hacedor de la vida, con el acompañamiento de las arpas celestiales, componga las mejores estrofas en honor a su legado y amigos acongojados, que ha dejado en montes, llanuras, cañadas y su querido Tona.
A La Brasa le faltará el aliento, que hacía chispear el negro carbón, que luego, rojizo, entregaba carne con sabor de pueblo.
Saludo desde esta tribuna a su señora esposa, hija y demás familia.
Este hombre dejó huella al paso por esta vida. Hizo el ejercicio ciudadano y su comportamiento fue digno. Honrado comerciante, excelente amigo, compañero inseparable, enamorado de las coplas y los medios de comunicación, cumplió su misión en la tierra.
Que Dios le depare su Santa Gloria.
Alcides Antonio Jáuregui Bautista
Noticiero del Llano
Villavicencio