LAS MUJERES EN LA FILOSOFÍA. Capítulo XII: SANTA CATALINA DE SIENA. Por Óscar Humberto Gómez Gómez, Miembro de la Academia de Historia de Santander y del Colegio Nacional de Periodistas Seccional Santander.

 

Esta joven filósofa mística y escritora italiana vivió tan solo 33 años (Siena, 25 de marzo de 1347 – Roma, 29 de abril de 1380), pero la vida le alcanzó para hacer méritos suficientes que le permitieron llegar a ser Doctora de la Iglesia (1970, Pablo VI), una de las grandes místicas del siglo XIV, artífice del regreso del papado de Aviñón (Francia) a Roma para ponerle fin al Gran Cisma (1377), canonizada como santa (1461, Pío II) y proclamada, junto a San Francisco de Asís, Copatrona de Europa (1939, Pío XII). Todo ello, a pesar de haber nacido en una familia exageradamente numerosa (tuvo la bicoca de veinticuatro hermanos) y de limitados recursos económicos.

Fue Catalina de Siena no solo una religiosa profundamente comprometida con la Iglesia, con la figura del papa, pero sobre todo con Jesucristo, sino una persona con gran sentido social y al servicio desinteresado de los más humildes y de los enfermos, destacándose por su papel humanitario durante la peste negra que asoló a Siena (1374). Su misticismo extremo la llevaba a experimentar estados de éxtasis que la hacían desvanecerse. Además, solía hacer ayuno, mortificación y penitencia.

 

 

El pensamiento de Catalina de Siena está contenido en su obra Libro della dottrina divina (Libro de la doctrina divina) y en su Corrispondenza (Correspondencia).

Su verdadero nombre era Caterina Benincasa.

 

 

Las frases célebres de la sobresaliente mística italiana están indefectiblemente ligadas a su profunda religiosidad:

“El amor más fuerte y más puro no es el que sube desde la impresión, sino el que desciende desde la admiración”.

“Una cosa te pido, y es que no te dejes llevar por excesivos consejos. Es mejor que elijas un consejero que te aconseje sinceramente, y seguirlo. Cosa peligrosa es acompañar a muchos”.

“Como los pies llevan al cuerpo, así los afectos llevan al alma”.

“¡Basta de silencios!¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber callado, ¡el mundo está podrido!”.

“Grandemente infeliz es aquel que pudiendo tener fuego se deje morir de frío, y que teniendo comida ante sí se deje morir de hambre”.

“Si permanecéis en la santa fe, jamás la tristeza ocupará vuestro corazón. Pues la tristeza no procede sino de la fe que ponemos en las criaturas; y las criaturas son cosa muerta y caduca que viene a menos; nuestro corazón, empero, no puede reposar sino en algo estable y firme”.

“Solamente la perseverancia es coronada”.

“Bañaos en la sangre de Cristo crucificado, y comenzad una nueva vida con la esperanza de que vuestras culpas se consumirán en la sangre y en el fuego del amor”.

“En las amarguras desearéis la dulzura, y en la guerra, la paz”.

 

 

Catalina de Siena expone una filosofía fundada en Aristóteles y Santo Tomás de Aquino, esto es, en la escolástica. Al respecto, escribe el autor JAVIER RUFINO: “Desde su perspectiva, la potencia humana que prima es la inteligencia. La voluntad ha de seguir libremente lo que la inteligencia le indica”.

Para la filósofa italiana, el amor propio es el de aquel que busca su perfeccionamiento espiritual, no el de aquel que solo busca la satisfacción de su sensualidad. Este “amor propio sensitivo” es, precisamente, la causa del descarrío de los hombres; lo que en el lenguaje escolástico se llama “lujuria”, Catalina de Siena lo llama “inmundicia”.

La virtud por excelencia —para Catalina de Siena— es la justicia. Y el primero que debe practicar la virtud —la justicia— es el gobernante. “El que no es virtuoso “mal podrá (…) ver y corregir el defecto del súbdito suyo”, escribe la pensadora. Incluso, ese gobernante no virtuoso “castiga los defectos allí donde no los hay”, y, en cambio, no castiga “a aquellos que son malos e inicuos”.

Pero la noción de la justicia está estrechamente ligada, para ella, a la religiosidad. RUFINO lo sintetiza así: “La justicia que el príncipe debe administrar e impartir es vista como una prolongación de la justicia y el amor divino”. (RUFINO, Javier. Acción y discurso de Santa Catalina de Siena. Una mujer que hizo historia en un tiempo de hombres. En: La aljaba (publicación anual). Universidad de Luján. Buenos Aires. Argentina. 2007).

 

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ILUSTRACIONES: (1) Monumento a Santa Catalina de Siena. Castillo de Sant’ Angelo. Roma (Italia).

(2) Santa Catalina de Siena. Óleo sobre tabla (1612 – 1614). Juan Bautista Maíno (Pastrana, Guadalajara, España, 15 de octubre de 1581 – Madrid, 1 de abril de 1649). Museo del Prado. Madrid (España).

(3) Ermita de Santa Catalina de Siena. Lago Maggiore. Italia.

(4) Desmayo místico de Santa Catalina de Siena. Óleo sobre lienzo (1526). Colección Escenas de la vida de Santa Catalina de Siena. Giovanni Antonio Bazzi, el Sodoma (Vercelli, 1477 – Siena, 15 de febrero de 1549). Iglesia de San Domenico. Siena (Italia).

 

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