Vivimos siempre a la espera,
morimos siempre esperando
que salga el sol en invierno,
que caiga lluvia en verano,
que todo el mundo nos quiera,
que todos seamos hermanos,
que Dios nos dé larga vida,
salud y amor cada año,
que seamos jóvenes siempre,
que nunca seamos ancianos,
que nazcan grandes ciruelos
donde ciruelos sembramos,
que sea fértil la tierra
donde el trigal cosechamos,
que siempre valgan la pena
todas las cosas que hagamos
y nunca se vaya la vida,
sino que siempre vivamos.
Por eso siembro esperanzas,
así no recoja grano,
pues creo que algo, más tarde,
vendrá de un confín lejano.
Y vuelvo a sembrar mis sueños
dentro del suelo mojado,
en la humedad de la tierra,
entre las huellas del fango,
entre el ascenso del humo
de las calderas del diablo,
entre las llamas rojizas
con que se alumbran los santos,
en mi entorno engalanado
por martinicas y cantos,
en el amor de tus ojos,
en el calor de tus labios,
entre tu pelo reseco
por nuestro sol y sus rayos
y en los oídos que no oyen,
aunque de cerca les hablo.
Siempre esperando esperanzas
y nuevos sueños soñando,
siempre creyendo en lo mismo,
en brujas, duendes y espantos,
siempre naciendo en la cuna,
muriendo sin catafalco,
siempre besando fantasmas
para olvidar otros labios,
siempre esquivando el amor,
como si fuese algo malo,
y siempre diciendo “te quiero”
sin estar de veras amando.
Cada uno espera una cosa,
pues todos esperan algo:
ser grandes en este mundo
y como grandes dejarlo,
tener el oro del rico
y la sapiencia del sabio,
poder conocer al papa,
viajar hasta El Vaticano,
andar por toda la esfera,
y así el placer disfrutarlo,
estar vestido a la moda,
gustar al sexo contrario,
vivir cada día mejor,
y siempre en un mejor barrio,
subir hasta el propio cielo,
hablar con el Dios cristiano,
pertenecer a esa clase
que nunca ensucia sus manos,
que peina pelos de perro
y enjuaga sangre de hermanos,
que pide un beso a una boca
y ofrece dinero a cambio.
Siento el dolor de las gentes
a quienes el mundo ha frustrado,
de aquel que llora en silencio,
del que en silencio ha aguantado,
de aquel que esperaba el tren
y el tren llegó retardado,
de aquel que escribió una carta
y nadie le ha contestado,
de aquel pescador anciano
que se marchó sin pescado,
de aquel que nunca mascó
lo que los otros mascaron,
sino tan solo sus penas,
sus dolores y fracasos,
de aquel que no vio la luz
aunque sus ojos lo ansiaron,
de aquel que dice un adiós
sin desear pronunciarlo,
de aquel que quiso cantar
y nunca escuchó su canto,
de aquel que acabó su vida
bajo las ruedas de un carro,
de aquel que nunca vio el mar
y en él no mojó sus manos,
de todas aquellas gentes
que por siempre se frustraron.
Y vemos cómo se frustran
las esperanzas que ansiamos,
y vemos que ya no hay sueños
como los que ayer soñamos.
Mas yo, aun así, algo espero,
porque todos esperamos:
espero el Amor y la Vida,
a juntos sigo esperando,
porque es amando que vivo
y es viviendo que te amo.
Empresa Licorera de Santander, 1976.
Excelente composición, Dr. Óscar.