¿Por qué, mamita mía,
(dijo a la llama el humo),
tú eres brillante siempre
y yo soy siempre oscuro,
cuando nada es más claro
que, siendo yo hijo tuyo,
tu rasgo distintivo
debiera sernos mutuo?
—Hijo, la cosa es vieja
(la llama le repuso):
sólo con brillo propio
se brilla en este mundo.
Es hijo de sus obras
cada cual; y a ninguno
padre ilustre ilustróle
ni lo infamó hijo bruto.