El viernes 31 de octubre de 1997, en un acto especial, el alcalde de Bucaramanga Carlos Arturo Ibáñez Muñoz desveló el busto de “El maestro Salustiano”, el personaje creado y protagonizado por Humberto Martínez Salcedo. La obra había sido esculpida por el artista Melquisedec Tinjacá Quitián. El monumento a la memoria del simpático, crítico y agudo personaje había sido instalado en la esquina noreste de la carrera 26 (Paseo España) con la calle 36, exactamente frente a la que fuera la puerta de entrada a la desaparecida Compañía Colombiana de Tabaco.
Lo primero que se advertía, sin embargo, era que el busto no representaba, en realidad, al maestro Salustiano, sino al propio Humberto Martínez Salcedo. Es más: la placa no mencionaba al personaje, sino a su creador e intérprete (ver fotografía).
De todos modos, más allá de estas glosas, hoy, cuando ya han transcurrido más de veinte años desde aquella fecha, debemos reconocer que fue una actitud plausible la de la Alcaldía de Bucaramanga, y concretamente la del alcalde de entonces, esa de querer perpetuar el recuerdo de este talentoso bumangués, santandereano y colombiano, que no solo nos hizo pasar buenos momentos frente al televisor o junto al radio, sino que contribuyó, a través del humor, a inculcarle a nuestra gente el amor por su terruño, su música autóctona, sus costumbres sencillas y su identidad.
Muy pronto, lamentablemente, los bumangueses se olvidaron de aquel monumento y hoy por hoy pasan —los que pasan— sin siquiera percatarse de quién está ahí representado.
Pero, peor que eso, es el estado de olvido y abandono en que se encuentra el busto de Humberto Martínez Salcedo y el hecho lamentable de que, aparte de estar ahí, en esa esquina, jamás la administración municipal de Bucaramanga, ni su concejo municipal, ni el Instituto Municipal de Cultura, ni la Emisora Cultural Luis Carlos Galán Sarmiento, ni el canal TRO, ni Vanguardia Liberal, ni El Frente, ni nadie, absolutamente nadie, se ha preocupado por programar algún acto especial alrededor de aquel monumento para conmemorar su nacimiento o su deceso.
Circuló alguna vez la versión de que Humberto Martínez Salcedo había sido en la universidad compañero de estudios de Alfonso López Michelsen, solo que este se había dedicado a la política y aquel, a la vida artística. Se decía, entonces, que en el mosaico de grado estaba el retrato de ambos.
Empero, dentro de las indagaciones hechas para esta serie, se verificó la inexactitud de esa versión, entre otras cosas porque mientras Humberto Martínez Salcedo cursó sus estudios superiores en la Universidad Nacional de Colombia, el dirigente liberal los cursó en la Universidad del Rosario.
Ni siquiera fueron compañeros durante el bachillerato, porque Humberto Martínez Salcedo lo cursó en el Colegio San Bartolomé, de Bogotá, y López Michelsen no fue bartolino.
Humberto Martínez Salcedo inició su carrera como hombre de radio en la emisora desde la cual don Álvaro Castaño Castillo, esposo de doña Gloria Valencia de Castaño, se decidió a luchar porque la música clásica no fuera borrada del mapa en Colombia: la HJCK, la radiodifusora “para la inmensa minoría”, que después de largos años de permanencia en el aire —y viviendo del aire— terminó en Internet porque ya era imposible seguirla sosteniendo en el dial.
En la HJCK el talentoso santandereano no solo encontró el apoyo de los esposos Castaño Valencia —quienes también serían pioneros de la lucha por el medio ambiente cuando fundaron el programa televisivo Naturalia—, sino a quien habría de ser su esposa: la secretaria de don Álvaro Castaño Castillo. Los locutores de la naciente radiodifusora cultural colombiana eran ambos, el entonces estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia y la joven que se convertiría en la primera dama de la televisión colombiana durante largos años.
El 19 de enero de 1986 cayó en domingo. Humberto Martínez Salcedo se encontraba en Iza, municipio del departamento de Boyacá, al frente de los trabajos de filmación del programa Colombia y su folclor, de la programadora Alejandro Munévar Televisión. Dicen que lo encontraron acostado en su cama como si con sus ojos sin vida estuviese todavía leyendo el libro que sostenía en sus manos, las manos que ya no volverían a teclear su vieja máquina de escribir para producir los mejores libretos que se hayan escrito jamás para la hoy decadente televisión colombiana. Así, con la misma sencillez con que había vivido, se fue el doctor Humberto Martínez Salcedo, y con él se fue el maestro Salustiano Tapias, y con ambos se fue una época entera de grata recordación, la época dorada de la radio y de la televisión pensante de un país donde tanta falta hacen los pensadores.
A MANERA DE EPÍLOGO
Algunos hombres y algunas mujeres, a su paso por la tierra, dejan una impronta; es como si hubiesen venido a este mundo a cumplir una misión, bien de orden social, bien de carácter cultural, o, en fin, de cualquier naturaleza. Humberto Martínez Salcedo dejó una huella en el corazón y la memoria de muchos colombianos de su época, algunos de los cuales éramos muy jóvenes cuando él ya descollaba. Es más: en 1956, cuando el autor de estas líneas apenas tenía unos meses de haber nacido, y la presidencia de la República se la habían disputado Laureano Gómez, Roberto Urdaneta Arbeláez y Gustavo Rojas Pinilla, para quedar finalmente en las manos de este último mediante un golpe de Estado, y el médico piedecuestano Guillermo Sorzano González era el alcalde de Bucaramanga —a propósito, con su nombre fue bautizado el llamado parque San Pío—, ya Humberto Martínez Salcedo estaba inaugurando en Colombia la televisión cultural. Lo estaba haciendo en la televisora nacional, recién arribada al país en plena dictadura militar. Después habrían de venir sus programas de radio, siempre tan agudos y mordaces como perseguidos: La Cantaleta, El Pereque, El Duende, La Tapa y El Corcho. En fin, las huellas que dejó este genial escritor santandereano de chispeante talento y sencillez perturbadora fueron profundas.
Resulta lamentable, sin embargo, que en un país donde todos los días los periódicos, las revistas, las radiodifusoras, los noticieros de televisión, los dramatizados y hasta el cine se la pasan rememorando —y hasta exaltando—, con una persistencia que ya empieza a resultar sospechosa, a sujetos que solo parecieran haber venido aquí, a esta tierra desventurada, a llenarla de luto, lágrimas, dolor, desolación y atraso, vale decir, a individuos que nunca mostraron la más mínima conciencia social, pero ni siquiera el más mínimo respeto por la vida y la dignidad de los demás, se mantiene en el olvido a quienes, en cambio, como Humberto Martínez Salcedo, parecieran haber venido a llenar los corazones atribulados de alegría y de esperanza a través del buen humor y del difícil y exótico arte de pensar.
Fue, en síntesis, Humberto Martínez Salcedo un santandereano, como dicen en México, de a de veras; un bumangués íntegro y un artista integral; un hombre de esos que solo se dan por estos lares de tarde en tarde, como si, ante el desaliento que nos generan nuestros males, sempiternos y sin solución a la vista; como si, ante tanta corrupción y tanto oportunismo; como si, ante tanta indiferencia oficial por esa dura brega cotidiana que deben asumir quienes tienen que trabajar y siempre trabajar en busca del pan y del futuro; como si, ante tantas cargas impositivas indolentes, destinadas únicamente a ensanchar las abultadas cuentas bancarias de los corrompidos, de los apátridas que solo piensan en ellos, jamás en su pueblo; como si, ante tanto sinvergüenza, tanto embustero y tanto patán al frente de nuestros inciertos destinos; y, en fin, como si, ante nuestro sentimiento generalizado de impotencia frente a tanto desorden y tanta injusticia, el Supremo Hacedor quisiera enviarnos, de vez en cuando, al menos la posibilidad de una sonrisa, unas cuantas gotas de miel para endulzar las amarguras y un rayito de luz para alumbrarnos el sendero, oscurecido por un Estado que solo les ofrece estrés, ansiedad, miedo y desánimo a sus súbditos honestos.
Alguien me llamó la atención hace poco porque, dijo, yo no había hecho alusión en esta serie al hecho de que Humberto Martínez Salcedo es el padre del actual fiscal. En realidad, no anoté eso en esta serie porque es un dato que me parece impertinente. Además, porque no es que Humberto Martínez Salcedo sea el padre del fiscal, sino que el fiscal es hijo de Humberto Martínez Salcedo.
¡Jamás lo olvidaremos, maestro!
Mesa de las Tempestades, Área Metropolitana de Bucaramanga, jueves 20 de diciembre de 2018.
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ILUSTRACIONES: (1) Monumento a Humberto Martínez Salcedo en Bucaramanga. Fotografía de Fernando Rueda Villamizar.
(2) Carlos Arturo Ibáñez Muñoz, el único alcalde de Bucaramanga, ciudad natal del maestro Humberto Martínez Salcedo, que le ha rendido un homenaje a su memoria.
(3) La joven locutora de la HJCK Gloria Valencia de Castaño, compañera de trabajo del también joven locutor de esa naciente radiodifusora Humberto Martínez Salcedo. Este hacía un programa de apreciación musical con el maestro Otto De Greiff.
(4) El maestro Humberto Martínez Salcedo con la periodista Olga Sarasty. 1973, Revista Cromos.
(5) El actor Humberto Martínez Salcedo como “el maestro Taverita”, personaje del seriado de humor “Don Chinche”, dirigido y protagonizado por el talentoso comediante y compositor colombiano maestro Héctor Ulloa.
(6) Póster del programa radial El Corcho, dirigido, presentado y conducido por Humberto Martínez Salcedo.
(7) Humberto Martínez Salcedo como “el maestro Taverita”.
(8) El maestro Humberto Martínez Salcedo, con la guacharaca en alto, como integrante de la agrupación Los Ruanetas.
(9) Gloria Valencia de Castaño quien junto a su esposo, Álvaro Castaño Castillo, desde la década de los años 50 apoyó al maestro Humberto Martínez Salcedo en sus proyectos radiales y fue su compañera de locución en la emisora cultural HJCK.
(10) Los esposos Castaño Valencia en su lugar de trabajo.
(11) La joven Gloria Valencia de Castaño.
(12) Álvaro Castaño Castillo con el maestro de las letras castellanas Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura.
(13) Álvaro Castaño Castillo con el maestro de las letras castellanas Jorge Luis Borges, a quien, por razones políticas, no le fue conferido el Premio Nobel de Literatura a pesar de ser quien fue.
(14) Gloria Valencia de Castaño.
(15) La joven locutora Gloria Valencia de Castaño en la emisora HJCK (Detalle).
(16) Maestro Pedro Nel Martínez, amigo y compañero artístico del doctor Humberto Martínez Salcedo hasta el último día de su vida en Iza.
(17) El pensador. Auguste Rodin. París. La obra, en términos sencillos, representa a quienes, como Humberto Martínez Salcedo, piensan.
(18) Humberto Martínez Salcedo como Don Quijote.
(19) Humberto Martínez Salcedo como Don Quijote. Ilustración de Pedro Jesús Vargas Cordero.
¡Qué acertadas palabras las de esta semblanza, y qué doloroso leer el epílogo y sentir que hoy más que nunca hacen falta hombres de este temple!
Saludos.
Gran emoción y satisfacción me causó encontrar hasta ahora su página de homenaje a Humberto Martínez Salcedo, inolvidable compañero de trabajo durante muchos años y siendo quizás, actualmente, el único sobreviviente (tengo mas de 8 pisos) del combo de la saga que representó esa aventura radioperiodística a finales de los años 50 y hasta bien entrados los sesenta, como que, junto con Hernando Latorre Prieto (El ‘Chato’ Latorre) fuimos creadores de ‘La Cantaleta’ un mes después de la caída de Rojas Pinilla (10 de mayo /57), poniendo al aire en Radio Suramérica, una emisora de unos godos amigos como Rafael y Abel Naranjo Villegas, el 10 de junio del 57 la radio-revista en dos emisiones diarias a las 12:00 m. y 9:00 p.m. de lunes a viernes en vivo y en directo, espacio mamagallista y crítico que inició el estilo, hoy tan chabacano y burdo, pero que entonces gracias al ingenio de quienes lo preparábamos y la habilidad de Humberto para imitar las voces y el pensamiento de personajes públicos tanto nacionales como extranjeros, comenzó a conquistar sintonía local y que nos obligó a pasar a otra emisora de mayor potencia, ya que entonces no había f.m. sino para el enlace entre los estudios de radio y los transmisores; comenzando entonces los conflictos con las emisoras por el contenido y la trascendencia de los comentarios que hacíamos y como resultado la censura publicitaria, lo que nos obligó a cambiar de nombre y volvernos ‘El Pereque’, y que gracias a la visión práctica del dueño de Radio Santa Fé, donde fuimos a caer después de pasar por la Voz de Colombia, un nido conservador, que tampoco nos quiso, pudimos cimentar audiencia a nivel nacional, marcando competencia con las emisoras grandes de igual a igual, con una serie de experiencias que sería extenso comentar en una nota como esta.
De todas maneras, quiero agradecerle la oportunidad de recordar, con muy buenos datos de nuestro Humberto, entre otras gratas sorpresas el saber que usted pertenece al Colegio Nacional de Periodistas (CNP) entidad gremial de la cual fui también uno de sus iniciadores por esos mismos años, junto con compañeros como Cicerón Flórez, de Cúcuta, Marco Tulio Rodríguez (q.e.p.d.), Ramiro Andrade, Aníbal Pineda, etc., etc.
Muy agradecido por su aporte,
Cordialmente,
Antonio Ramírez Caro.
Don Antonio:
Nos hallábamos fuera de Colombia viajando por diversos países y con dificultades para obtener señal de Internet por lo cual el portal quedó suspendido.
Regresamos anoche y estamos revisando la correspondencia.
Un abrazo, y un millón de gracias por su linda nota.