Carta V
Querido Tomás:
Nos corresponde hoy dedicar algunas páginas a hablar de Guillermo de Ockham. Te he dicho que sus ideas esenciales son las que hoy caracterizan gran parte del pensamiento actual y por eso me parece muy importante conocer al menos algunas de las enseñanzas de este monje que, aunque vivió hace unos 700 años, sigue influyendo poderosamente en nuestra sociedad.
Guillermo de Ockham fue monje como Tomás de Aquino, pero a diferencia de él Ockham no fue dominico, sino franciscano. ¿Qué es eso de dominicos y franciscanos? Nada del otro mundo, mi querido Tomás; sencillamente, se les dice dominicos a los religiosos que pertenecen o han pertenecido a la comunidad religiosa que fundó el español santo Domingo de Guzmán en el año 1216. Y, por otro lado, se les dice franciscanos a los religiosos que pertenecen o han pertenecido a la comunidad religiosa que fundó el italiano san Francisco de Asís en el año 1209.
Sobre la fecha de nacimiento de Guillermo no se ponen de acuerdo los historiadores (ya vas viendo, querido Tomás, que los historiadores no se ponen de acuerdo en casi nada), lo más probable es que haya ocurrido entre 1280 y 1288, varios años después de la muerte de nuestro Tomás de Aquino; y murió en el año 1349, al parecer debido a una peste que por esos años cobró la vida de miles de personas.
Guillermo nació en Inglaterra, hizo sus estudios en la Universidad de Oxford, una de las más famosas en ese entonces y aún hoy una de las más importantes universidades del mundo. Se dedicó también, como Tomás, a la escritura. Y es famoso sobre todo por sus escritos sobre lógica y sobre asuntos políticos. Y es que efectivamente Guillermo se interesó mucho por los asuntos políticos, y en unos enfrentamientos que en esa época había entre el papa y el emperador, Guillermo apoyó al emperador y dedicó muchos de sus escritos a defenderlo. Vivió enemistado con el papa y al parecer así murió. Como puedes ver, querido Tomás, se trató de un personaje bastante particular: ¡monje, pero enemigo del papa!
Pero lo que nos interesa aquí son sus enseñanzas teológicas y lógicas, porque de ellas fue de donde Ockham extrajo las demás. Veamos un par de ellas, y espero que te armes, querido Tomás, de mucha paciencia, por si el tema se pone aburrido, ¡espero que no!
Debes saber en primer lugar que en aquellos años, cuando todavía estaba vivo Tomás de Aquino, hubo grandes enfrentamientos entre teólogos y filósofos. Uno de esos enfrentamientos tenía que ver con un grupo de filósofos que pertenecían a la universidad de París y que eran llamados averroístas. ¿Por qué se llamaban así? Porque eran seguidores de las enseñanzas de Aristóteles, pero aceptaban la interpretación que el filósofo árabe Averroes había hecho de las doctrinas aristotélicas. De manera que eran más seguidores de Averroes que de Aristóteles. Y una de las características de estos averroístas era que decían que las enseñanzas de Aristóteles eran la verdad absoluta en filosofía, es decir, que ya después de Aristóteles no había nada más por descubrir y que por lo tanto lo que había que hacer era exponer y defender todo lo que Aristóteles había dejado escrito. Eran seguidores ciegos de Aristóteles y además lo interpretaban según la manera en que Averroes lo había entendido.
Y resulta que entre las doctrinas que estos averroístas enseñaban y defendían, había dos que a muchos otros teólogos les parecieron especialmente peligrosas: la doctrina sobre la eternidad del mundo y la doctrina sobre las esencias de las cosas.
No te voy a explicar aquí, querido Tomás, esas dos enseñanzas. Son un poco complejas y sería abusar de tu capacidad de perseverancia en la lectura. Pero sí quisiera al menos aclararte un poco el asunto, ya que te ayudará a comprender lo que sigue después.
La enseñanza sobre la eternidad del mundo era eso: enseñar que el mundo es eterno. Lo cual significaba, en otras palabras, decir que no había sido creado, que no necesitaba un creador. Y eso era gravísimo en una época tan amante de Dios, que tiene como una de sus características esenciales ser precisamente Creador de todo.
Y la enseñanza sobre la esencias decía, más o menos, que todas las cosas que existen tienen una esencia que ha sido como el modelo que Dios ha utilizado al crearlas. Algo parecido a la imagen de la silla que el carpintero primero forma en su inteligencia y luego como que la transmite a los trozos de madera con que trabaja en su taller. De manera que tú y yo, querido Tomás, tenemos esencia de hombres, de seres humanos, y esa esencia es como el modelo que Dios siguió para crearnos. Piensa si quieres en un molde. Un molde es un recipiente que tiene cierta forma, y allí se pone un líquido que toma esa forma al endurecerse. El ejemplo es bastante simple pero ayuda a entender lo que te estoy diciendo de las esencias. Estas son como el molde según el cual se hacen los individuos que existen en el universo.
Pues bien, ¿Cuál era el problema con estas enseñanzas de los averroístas? Pues que la de la eternidad del mundo atacaba a Dios Creador, y la de las esencias atacaba en cierta forma la libertad de Dios, porque en definitiva Dios debía resignarse a seguir esos moldes en la creación de los individuos, de todas las cosas existentes. Era una cierta forma de limitar a Dios.
Mi querido Tomás, si has tenido la valentía de seguirme hasta acá, ¡te felicito!, sé que no son tus temas favoritos pero como deseo que comprendas lo que ahora te diré, necesitaba darte primero este recorrido para lograrlo.
Entonces, cuando aparece en escena Guillermo de Ockham, su gran preocupación (al menos durante sus primeros años, ya que después se dedicó completamente a la política) es defender a Dios, o eso creía él. Como al parecer la libertad de Dios estaba siendo atacada por los averroístas, Ockham decidió oponerse y atacarlos a ellos. ¿Cómo? Atacando la doctrina de las esencias por medio de la doctrina sobre la omnipotencia de Dios.
Que Dios sea omnipotente significa que lo puede hacer todo y nada lo limita, su poder es absoluto y por ende su libertad también. Pero para poder defender la libertad absoluta de Dios, eso creía Ockham, consideró que era necesario negar o distorsionar la doctrina sobre las esencias. Entonces para Ockham no existen esas dichosas esencias, lo único que realmente existe son los individuos, es decir, las cosas individuales que vemos en el universo. De manera que tú y yo, querido Tomás, no es que pertenezcamos a la especie humana, no tenemos la esencia de seres humanos, sino que nada hay de común entre nosotros, no pertenecemos en común a nada. Puede que seamos aparentemente parecidos, y por eso se dice que somos hombres los dos, pero no lo somos por tener la esencia de hombres, la naturaleza de hombres, sino simplemente porque Dios quiso que fuéramos parecidos. Dios al crearnos no siguió ningún modelo que lo limitara, ninguna idea en su inteligencia. Simplemente decidió que nos pareciéramos un poco, pero sin haber detrás una idea, un molde o un modelo, según el cual hayamos sido hechos.
¿Y esta enseñanza de Ockham es grave? Sí, y mucho. Trataré de explicártelo: si solo existen individuos y no esencias ni naturalezas, entonces no es posible la sabiduría. ¿Recuerdas ese estudio de la sabiduría del que te hablé recientemente? ¿Ese estudio que subía a través de las criaturas y sus causas hasta Dios como causa suprema? Pues bien, ese estudio se hace imposible porque solo existen individuos y nada más. Solo existe este árbol y aquél perro, y este sujeto llamado Luis (y fíjate que no digo este hombre llamado Luis, porque hombre es una esencia y estas no existen. Luis no es un hombre, Luis es solo este Luis), y aquél llamado Carlos. Y así sucesivamente. En resumen: solo existen cosas que se ven y se tocan, individuos, sujetos individuales, esta cosa, y aquella, y la de más allá. Nada más.
¿Y qué tiene que ver todo eso con no poder llegar hasta Dios demostrando su existencia? Pues que, para decirlo en palabras sencillas, para demostrar la existencia de algo habría que poder señalarlo, decir ¡ahí está! Porque solo es posible la existencia de lo individual. Y respecto de Dios no podemos hacer eso, porque Dios no es un sujeto que podamos ver por la calle caminando (eso sí sería limitarlo, pero Ockham no se dio cuenta). Lo mismo pasa con la existencia del alma y su inmortalidad.
¿Y la ética? La ética también sufre las consecuencias de estas ideas, porque si no hay naturaleza humana ¿cómo es posible decir que algo es malo porque es contrario a la naturaleza humana? Algo será malo entonces porque afecta a un individuo, o a muchos, y nada más. Y será bueno si beneficia a un individuo, o a muchos, y nada más. Ockham al aparecer acabó enseñando que las cosas que la moral prohíbe no son prohibidas por Dios porque son malas, sino que son malas porque Dios las prohíbe. En otras palabras, las cosas no son en sí mismas malas o buenas, sino que depende de si Dios decide prohibirlas o no. De manera que es perfectamente posible, para Ockham, que el robo, por ejemplo, fuera bueno, siempre y cuando Dios lo hubiera dispuesto así. No hay un orden objetivo para la ética, sino que todo depende de la voluntad de Dios y de su libertad, que es absolutamente ilimitada.
Imagínate, querido Tomás, la gravedad de estas ideas. Si no hay moral objetiva, ¿Qué pasa en un mundo que niega que Dios exista? Pues que el fundamento de la moral pasa a ser la mera voluntad de los seres humanos. Tal cual. Sería cada hombre el encargado de decidir el bien y el mal.
Resumamos. Ockham ha echado por tierra la sabiduría, ha hecho imposible demostrar que Dios existe, que existe el alma y que es inmortal, ha hecho imposible la moral objetiva, etc. No sabemos si Guillermo en realidad quiso enseñar todas estas cosas directamente, pero sí es cierto que son enseñanzas que se derivan de lo que él escribió, son hijas suyas.
Luego de enseñar todo esto, Guillermo se dedicó a su lucha contra el papa y a favor del emperador. Y murió de peste en el año 1349. Sin saberlo quizá, Guillermo estableció las bases del pensamiento que vendría después de él. Todos los que en nuestros días, año 2018, a 672 años de su muerte, creen que no es posible demostrar que Dios existe, que solo las ciencias que estudian lo observable son verdaderas ciencias, que la moral es la que cada uno elige, etc., todos estos son ockhamistas incluso sin saberlo.
Pero vayamos ya terminando…
¡Verdaderamente te admiro, querido Tomás! Ya que has tenido la valentía de seguir las letras de este viejo hasta acá, te concedo por hoy un descanso. Ya te escribiré en una próxima oportunidad para continuar este viaje que hemos emprendido.
Con sincero afecto,
L.R.
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LEONARDO RODRÍGUEZ V. Psicólogo, filósofo, teólogo y escritor santandereano.