Realmente, no existen retratos de Antonia Santos, ni datos sobre su fisonomía que permitan elaborarlos con sujeción al rigor histórico.
Esta deficiencia, común a buena parte de nuestros patriotas, la han suplido los artistas creando la imagen que más han considerado representativa de ella.
Así, por ejemplo, Óscar Rodríguez Naranjo, —a quien, dicho sea de paso, tuve el honor de conocer y de visitar en su casa, donde tenía instalado su estudio— la pintó tomando como modelo a una de sus hermosas hijas.
La tradición oral, por otra parte, sembró en el alma popular la ocurrencia de varios hechos anecdóticos que habrían rodeado su ejecución, como el de haberle entregado su valioso anillo de oro a un oficial español para que se cerciorara de dispararle al corazón, lo cual, unido a que también se habría cerciorado de que la falda del vestido le quedara atada al cuerpo, garantizaba que, al morir, víctima de la descarga de fusilería, no quedara expuesta su intimidad. Este relato nos lo hizo en su despacho, frente a su retrato artístico enmarcado en vidrio, una juez civil del circuito de Bucaramanga que alcanzó a conocer, durante su trámite, un proceso ordinario de responsabilidad civil que adelanté contra la Electrificadora de Santander por la muerte de un ciudadano en la provincia de García Rovira y que, por cierto, acaba de culminar con sentencia condenatoria de segunda instancia.
La juez me contó, con evidente orgullo, que ella era pinchotana como nuestra patriota.
Y este es, precisamente, un punto que ha suscitado controversia porque los socorranos dicen que Antonia Santos era socorrana mientras que los pinchotanos dicen que era de Pinchote.
Realmente, ambas posiciones están en lo cierto: era socorrana, porque nació en Pinchote y en aquel entonces Pinchote era una sub-parroquia del Socorro. Pero, dado que Pinchote es hoy en día municipio, también puede decirse que es pinchotana, porque finalmente fue en Pinchote donde nació.
Sin embargo, también la reclama como suya Cincelada, corregimiento de Coromoro, porque allí era donde quedaba ubicada su hacienda, El Hatillo, donde ella estableció su centro de operaciones, y donde además creció. De hecho, su guerrilla se denominó la guerrilla de Coromoro, comandada —dicho sea de paso— por su hermano Fernando.
Hasta allí llegaron las tropas españolas a capturarla (12 de julio de 1819).
El 28 de julio de 1819 fue fusilada en el Socorro.
Su ejecución tuvo lugar poco después de la terrible Batalla del Pantano de Vargas (25 de julio de 1919) y poco antes de la Batalla del Pienta (4 de agosto de 1819) y, por supuesto, de la Batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819).
La guerrilla de Coromoro —al igual que las demás— constituyeron el eje de la resistencia armada a España luego de que la Reconquista comandada por el general Pablo Morillo había re-instalado al virrey y a las autoridades españolas, contra el querer expresado por la nación de tener sus propias autoridades, voluntad que ya se había expresado en el grito de independencia y en el hecho de que, a partir de él, se estaba dando su propio gobierno.
Antonia Santos fue, en su época, una de las pocas mujeres que habían aprendido a leer y a escribir, y que gozaban de una relativa formación académica.
Su vida, sin embargo, aparte de haberse tenido que encaminar hacia la asunción del papel de jefe de hogar respecto de sus hermanos, por haber quedado sin padre y sin madre, pareció destinada a girar siempre alrededor de años de especial significación histórica, todos relacionados con las luchas libradas en nuestro país por construir una nueva nación, libre, independiente y digna o, al menos, por sentar unas condiciones de vida justas.
En efecto, Antonia Santos nació en el mismo año en que fueron ejecutados en Santafé los líderes comuneros José Antonio Galán, Isidro Molina, Manuel Ortiz y Lorenzo Alcantuz (1782), o sea al año siguiente de la Insurrección de los Comuneros (1781).
El padre de Antonia Santos murió en el mismo año del Grito de Independencia (1810).
La madre de Antonia Santos murió en el mismo fatídico año en que España destruyó en el cadalso la Primera República (1816) al ser fusilados sus presidentes Camilo Torres, Custodio García Rovira, José Joaquín Camacho, Liborio Mejía, y numerosos patriotas (Francisco José de Caldas, entre ellos).
La importancia de Antonia Santos y de las mujeres que, como ella, decididamente contribuyeron a posibilitar la materialización del sueño de fundar una nación libre y soberana en este rincón de la tierra americana, no ha sido apreciado en lo que realmente vale.
Ello, por cuanto la mentalidad machista, efectivamente, invisibilizó a la mujer patriota o redujo su papel al de acompañante de los hombres o colaboradora de ellos en las tareas inherentes a la gesta emancipadora, pero no se magnificó su verdadero papel libertador.
Lo anterior se evidencia cuando, por ejemplo, se lee el Acta de Independencia firmada el 20 de julio de 1810, documento en el que no aparece la firma de ninguna mujer, ni se hace la más mínima mención a ninguna de ellas, ni se toca para nada el punto de su situación y de sus derechos.
Santander en la Red, con ocasión del Bicentenario de la Independencia, y de que hoy se conmemoran los 200 años del fusilamiento de la patriota santandereana Antonia Santos, exalta su memoria ante las nuevas generaciones de colombianos, particularmente ante las nuevas generaciones de santandereanas, y la pone como ejemplo de altruismo, patriotismo y sentido de la dignidad, de la libertad y de la justicia, pero además invita al estudio tanto de su vida como del difícil contexto histórico y social en el que le tocó vivir, y en el que se desempeñó con tantos méritos, los mismos que hoy la ubican como una de las grandes próceres de nuestra Independencia y de las mujeres que contribuyeron a posibilitar el nacimiento de la nación colombiana.
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ILUSTRACIÓN: Antonia Santos. Óleo sobre lienzo. Roberto Páramo Tirado. 1910. Museo Nacional de Colombia.
Gracias Oscar Humberto por recordarnos con lujo de detalles los hechos históricos y los personajes que en ello intervinieron y a los cuales no se les ha rendido el verdadero homenaje y exaltación que se merecen. Gracias por el reconocimiento que le haces a la mujer santandereana, invisibilizada por el machismo, a la cual resucitas y resaltas la gran importancia que jugó en nuestra independencia. Gracias por tus enseñanzas.