CON INTENSO DEBATE SE CELEBRÓ AYER LA TERTULIA SOBRE “EL PAÍS DE LA CANELA” EN LA ACADEMIA DE HISTORIA DE SANTANDER. Por Óscar Humberto Gómez Gómez.

 

A las 4:30 de la tarde, conforme a lo previsto, el académico Don Rafael Saavedra Hernández, Ph. D. en Literatura, en su condición de director, y con la venia del Presidente de la Academia, Don Miguel José Pinilla Gutiérrez, dio inicio a la tertulia literaria sobre la novela colombiana EL PAÍS DE LA CANELA, de William Ospina, segunda obra dentro de este nuevo proyecto creado en el seno de la Academia de Historia de Santander.

 

 

El director de la tertulia pregunta a los asistentes cuál podría ser su síntesis acerca del libro objeto de la conversación.

El académico Efraín Mantilla Azula interviene para sugerir que sea el académico Saavedra quien, como director de la tertulia, haga esa síntesis inicial para, a partir de ella, sí pasarse a las intervenciones de los asistentes.

El académico Rafael Saavedra Hernández manifiesta que no, que no está de acuerdo con esa propuesta, que esa no es la idea de la tertulia, que la idea es que sean los asistentes los que, de entrada, empiecen interviniendo.

El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que, entonces, a riesgo de parecer el más locuaz de los asistentes, procede a hacer una síntesis del tema y que empieza por destacar el punto del estilo en el que se escribió la novela.

El director de la tertulia dice que ese aspecto, el del estilo, es muy importante.

 

 

Continúa el académico su síntesis; dice que el escritor creó un personaje de procedencia indígena y española, pues la madre era indígena y el padre español, pero que, por razón de los privilegios que se perdían si alguien no tenía un origen español puro, siempre se le negó su procedencia indígena; este personaje, en una carta, le cuenta a alguien todas las vivencias de lo que fue el terrible drama de la búsqueda que se hizo en el Perú de un supuesto País de la Canela; explica que si se procuró dar con ese mágico país todo sembrado de canela fue porque la canela, y en general las especias, como el clavo, el cardamomo y el jengibre, eran tan valiosas como el oro; que encontrar el País de la Canela se convirtió, entonces, en una obsesión, pero que luego de haberse adentrado en una gran aventura y de haber destruido toda una riqueza cultural, y de haber cometido crímenes y destrucciones, resultó que el tal País de la Canela no existía; que sí existían los árboles de canela, pero ni en las astronómicas proporciones que pensaban los españoles, ni se trataba de la exótica y costosa canela que ellos pensaban, y, debido a la frustración que le significó al jefe de una aventura tan difícil y costosa, el español Gonzalo Pizarro, el fracaso final de ella, este terminó desquitándose brutalmente con los indígenas que le habían servido de cargueros y cometió una horrenda masacre, pues hizo despedazar a muchos indios de los perros feroces que llevaban en la expedición, con el fin de intimidar a los demás indios para que dijeran dónde estaba la canela que ellos buscaban y en las cantidades que ellos buscaban, pero los indios no podían decirles nada distinto porque lo que le estaban mostrando era lo que ellos siempre habían conocido de esos árboles, y entonces el conquistador ordenó aquella terrible masacre; que, entonces, ya fracasado en su proyecto, Pizarro regresó sin canela y en condiciones lamentables. Dijo, además, que la del País de la Canela fue otro de los mitos que la imaginación de los españoles había creado; que el otro había sido el de El Dorado, un mito según el cual había un país lleno de oro y un jefe indígena que se bañaba sumergiéndose en una laguna con el cuerpo cubierto de oro en polvo; que el primero que había hablado del País de la Canela había sido Sebastián de Belalcázar, pero que la búsqueda finalmente la había adelantado Pizarro; que, precisamente, en el libro “Historia de la estupidez humana”, de Paul Tabori, se referían a la búsqueda de El Dorado como una de las tantas aventuras en las que la estupidez humana se había embarcado con sacrificio de muchas vidas e inversión de dinero en cantidades astronómicas para finalmente no encontrar nada; y es que era, de por sí, una estupidez la sola idea de creer que pudiese haber la extensión de todo un país sembrada de árboles de canela. Dijo también que de William Ospina solo sabía que era un escritor famoso, que había sido uno de los que escritores que firmaron una carta de protesta cuando España había dispuesto exigirnos a los colombianos la visa y que anunciaron que no volverían a España mientras esa exigencia no fuera derogada, pero que luego todos empezaron a incumplir la promesa y solo quedó cumpliéndola William Ospina, aunque ahora le había dicho uno de sus hijos que también la había cumplido el escritor Fernando Vallejo; que a él nunca le había interesado leer a William Ospina y que le agradecía al doctor Hernández el que lo hubiese puesto en contacto con un magnífico escritor.

El académico Rafael Saavedra Hernández complementa diciendo que, además de lo expuesto por el doctor Gómez, es importante destacar un aspecto fundamental: el lenguaje que emplea el autor en la novela, la manera bella como narra los hechos y como describe los escenarios.

Esta apreciación es respaldada por los asistentes.

 

 

El director de la tertulia pregunta cuál sería, entonces, el estilo en que está escrita esta novela.

Los asistentes dan diversas respuestas: barroco, dice alguien; epistolar, dice otro; descriptivo, dice otro más. Finalmente, alguien da la respuesta correcta: poético.

El académico Rafael Saavedra Hernández dice que, en efecto, esa manera tan bella como relata y describe el autor aquella aventura en la selva en busca del País de la Canela es escribir con poesía. Agrega que el tema de la selva, además, nos traslada inevitablemente a la novela “La vorágine”, de José Eustasio Rivera, cuando describe con poesía la selva al iniciar la segunda parte: “¡Oh, selva, esposa del silencio, madre de la soledad y de la neblina! ¿Qué hado maligno me dejó prisionero en tu cárcel verde?”.

 

 

El académico Gustavo Galvis Arenas dice que hay que diferenciar entre el final de “La vorágine”, donde los protagonistas no salen de la selva jamás, y el de “El País de la Canela”, donde sí regresan los protagonistas.

Alguien complementa resaltando la frase final de “La vorágine” para significar que a sus protagonistas “Se los tragó la selva”.

El académico Efraín Mantilla Azula manifiesta que, en primer lugar, él considera que la comparación de “La vorágine” de José Eustasio Rivera con “El país de la canela” de William Ospina no le parece exacta, comenzando porque entre Rivera y Ospina hay una enorme diferencia y es que Rivera sí conoció la selva y por eso la describe con tanta propiedad, mientras que Ospina no, por lo cual la pregunta es en qué se basa Ospina para sus descripciones. En segundo lugar, Ospina se refiere a una serie de hechos históricos, pero en ninguna parte da las fuentes bibliográficas en las que se basa; dice el académico que él leyó las tres novelas de la trilogía de Ospina, “Ursúa”, “El País de la Canela” y la de la serpiente, la última de la trilogía, que no recuerda el título exacto.

El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que se llama “La serpiente sin ojos”.

El académico Efraín Mantilla Azula dice que, en efecto, esa es, y que ni en esa, ni en ninguna de las otras dos, Ospina da la bibliografía que consultó.

 

 

El académico Gabriel Saavedra Hernández manifiesta que, en primer lugar, no podemos asegurar si Ospina conoció o no la selva, pero que es de suponerse que, al menos, estuvo investigando en Leticia; que, además, cuando se escribe literatura hay una libertad para el escritor que, en cambio, no tiene el historiador, y que si bien Ospina escribió una novela basada en hechos históricos, eso no significa que ni en sus descripciones, ni en sus relatos tuviera que ceñirse estrictamente a la realidad, pues bien podía hacer descripciones y narrar hechos con base en su propia imaginación, por lo cual, no siendo sus obras libros de historia, sino novelas, no estaba obligado a dar las fuentes donde consultó.

La académica Clara Blanco de Galvis precisa que hay que distinguir entre el viajar al Amazonas ahora, que se hace a bordo de un avión, y haberlo hecho en la época de José Eustasio Rivera, que a él le había tocado viajar por la selva a caballo, y que por ello obviamente su contacto con la selva fue prolongado y directo.

El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que el hecho de que el escritor describa la selva sin haber estado en ella, lejos de ir en contra suya, va a favor; trae a colación el caso del compositor mexicano Agustín Lara, quien compuso una bella canción a Madrid, el chotís Madrid, “Cuando llegues a Madrid, chulona mía, / quiero hacerte emperatriz de Lavapiés, / y alfombrarte con claveles la Gran Vía, / y bañarte en vinillo de jerez”; y resulta que cuando la compuso, no conocía Madrid. Anota que, incluso, si a él le interesó conocer Madrid, fue por la canción de Agustín Lara.

El académico Rafael Gutiérrez Solano acota que en la novela “El país de la Canela”, el autor hace descripciones muy precisas de la selva y lee apartes de una de sus páginas; dice que si no la lee toda completa es porque se demoraría mucho por lo extensa que es, pero que con lo leído el autor muestra un gran conocimiento de la selva.

El académico Rafael Saavedra Hernández precisa que quien hace tales descripciones es el narrador; que es importante dejar en claro ese aspecto en el análisis literario de una obra: que el autor habla a través de un narrador.

Los asistentes asienten en señal de que les ha quedado clara la precisión.

 

 

El académico Hugo Santander interviene para manifestar que, a pesar de que aquí se habla de la belleza literaria con que William Ospina narra los hechos, lo sorprendió, sin embargo, que en diversos apartes pareciera estar hablando, no como un escritor de literatura, sino como un historiador, como cuando llega al episodio de la masacre de los cuatro mil indígenas por orden de Gonzalo Pizarro; dice que bastante diferente es como narra la Masacre de las Bananeras Gabriel García Márquez en “Cien años de soledad”, donde la magia literaria no se pierde.

El académico Efraín Mantilla Azula pregunta si, en últimas, la búsqueda del País de la Canela tuvo que ver con el descubrimiento del río Amazonas por parte de Francisco Orellana; que la idea aprendida de siempre fue la de que él se separa del resto del grupo para ir en busca de víveres, pero que mientras la bajada por el río no ofreció problema, cuando intentó remontarlo ya la fuerza de la corriente se lo impidió y que, por ello, no tuvo más remedio que seguir adelante.

El académico Rafael Saavedra Hernández confirma que, efectivamente, el descubrimiento del Amazonas estuvo asociado a la expedición en busca del País de la Canela, pero que había que precisar que ese nombre no lo tenía el río, que se le dio tal nombre por los manatíes que habitaban en sus riberas, que se asemejaban a lo lejos a las figuras femeninas, particularmente por los senos, y que por ello los asociaron a las guerreras amazonas de la Grecia antigua.

El académico Óscar Humberto Gómez Gómez acota que lo que él ha leído sobre el por qué al río le dieron los españoles el nombre de las amazonas es porque a lo lejos los indígenas, que los atacaban con flechas desde las lejanas riberas, parecían mujeres guerreras debido a las cabelleras largas que lucían; que, incluso, cuando fue a El Vaticano uno de los personajes involucrados en toda esta historia a visitar a un gran hombre, a un hombre muy culto que allí trabajaba, y a quien, por cierto, vio que tenían por poca cosa en El Vaticano, por lo único que se interesaron en preguntarle los cardenales fue por aquellas exóticas mujeres guerreras, las amazonas, que cómo eran, que se las describiera, y que, en cambio, ningún interés mostraron por saber cómo era el imperio inca; que, por eso, alguien había llegado a decir que quien quisiera perder la fe, fuera de visita a El Vaticano.

 

 

La académica Clara Blanco de Galvis explica, luego de ubicar los sitios sobre un mapa, que la ruta seguida por los conquistadores que regresaban de la búsqueda infructuosa del País de la Canela fue por el río Coca y luego por el río Napo hasta llegar al río Marañón, que terminó llamándose Amazonas.

El académico Rafael Gutiérrez Solano recuerda que, en cuanto al viaje de ida, o sea hacia el sur, está documentado que Francisco Pizarro llegó a la Isla del Gallo y que allí fue donde trazó una raya en el piso con la espada y dijo que atrás quedaba Panamá y que adelante quedaba el Perú, y que a quienes se regresaran a Panamá los esperaba la pobreza, mientras que a quienes siguieran adelante hasta el Perú los esperaba la riqueza; que decidieran quiénes se devolvían y quiénes cruzaban la raya para seguir adelante, y que la cruzaron trece, a quienes llamaron “Los trece de la fama”.

El académico Óscar Humberto Gómez Gómez acota que ese lugar conocido como la Isla del Gallo y donde, efectivamente, sucedió ese episodio está en nuestro actual Tumaco.

Dice a continuación que, en todo caso, los españoles que llegaron al Perú cometieron toda suerte de crímenes y atropellos contra la población indígena, y que arrasaron con la cultura inca e impusieron la de ellos, y que los hermanos Pizarro, que, entre otras cosas, no eran tres —como se ha dicho— sino cuatro, eran unos individuos de mala ley que solo persiguieron la satisfacción de sus ambiciones a costa de destruir una nación entera.

El académico Rafael Saavedra Hernández dice que, de todos modos, más allá de estas observaciones, lo cierto es que si bien se cometieron excesos, también es cierto que hay que repasar cómo terminaron los conquistadores, prácticamente todos muertos violentamente; que, por eso, cuando se aborda el tema de la Conquista española no se debe ser tan radicales en decir que los indios eran los buenos y los españoles eran los malos, porque lo que hubo fue un encuentro de culturas, una con mejores elementos que la otra y que por eso terminó por imponerse, pero que el sufrimiento fue común; que eso sucedía siempre y en todas partes; que así había sucedido, por ejemplo, con el gran conquistador de Asia; que si los españoles no hubiesen llegado a estas tierras, los pueblos indígenas hubiesen seguido esclavizados por emperadores como el del Perú; que aquí tampoco vivían en el Paraíso, como se ha querido hacer ver.

 

 

El académico Gustavo Galvis Arenas acota que, en efecto, habría que hablar de Alejandro Magno; dice que eso de hablar mal de los antecesores solo sucede aquí; que en el resto del mundo se siente orgullo por los antecesores, que aquí nos dan vergüenza; que, por ejemplo, los noruegos se sienten orgullosos de sus antepasados y que al turista que va a visitar Noruega, a lo primero que lo llevan es a que conozca un barco vikingo; ¿y quiénes eran los vikingos? unos salteadores. Dice que, en todo caso, está documentado que los indígenas tenían costumbres terribles, como el canibalismo, comerse a los demás, y que eso horrorizó a los españoles; que los indígenas sometían a los demás pueblos más débiles, que había guerras y que a los prisioneros los sometían a la esclavitud cuando no al canibalismo; que el historiador tenía que ser objetivo.

El académico Hugo Santander dice que él insiste en que, en últimas, ciertamente hay que ser objetivos y no apasionados en el análisis de lo que fue la Conquista, porque en México, por ejemplo, Hernán Cortés pudo conquistar a los aztecas porque contó con la colaboración de los pueblos vecinos a ellos, que se le unieron porque querían salir de las terribles condiciones de esclavitud a las que los tenían sometidos los aztecas.

 

 

El académico Gustavo Galvis Arenas dice que él escuchó personalmente relatos de la supervivencia del canibalismo en diversos lugares del mundo, y de la misma América, incluso hoy en día; que eso era algo completamente desagradable y terrorífico.

El académico Rafael Saavedra Hernández lee un listado de las crónicas que se escribieron y publicaron sobre lo que fue la conquista de las Indias y llama la atención sobre el nombre de una de ellas cuyo título incluye la palabra “verdadera”, dando a entender con ese título que las escritas y publicadas hasta ese momento no lo eran, es decir, que la “verdadera” era esta, y que en todas ellas se habla de la esclavitud de unos pueblos indígenas por otros y de hechos como el canibalismo de los aborígenes. Dice que, incluso, el nombre de “indios” ya no es el correcto hoy en día, sino el de indígenas, porque en aquel entonces se entendía que todo había sucedido en las Indias y, por consiguiente, los nativos de aquí se entendían como indios; insiste en que, entonces, lo que se dio fue un encuentro de culturas, una cultura con unas costumbres que a los representantes de la que llegaba les parecían atroces.

El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que el problema con la historia es que la historia la han escrito siempre los triunfadores y que, obviamente, ellos narran lo que les conviene y en la forma en que mejor les conviene; que el historiador no puede conformarse con leer esos relatos, escritos unilateralmente por cronistas españoles, pues debe también consultar el otro punto de vista, el de los perdedores; que así como están esas crónicas, también, por ejemplo, el antropólogo mexicano Miguel León Portilla recopiló importantes documentos provenientes del bando opuesto, el de los indígenas invadidos por España, en su obra “Visión de los vencidos”, y que esa obra daba una perspectiva distinta a la de las crónicas; dice que aquí se ha criticado cómo vivían los indígenas, a sus gobernantes, sus costumbres, etcétera, pero la pregunta es: ¿entonces, porque las cosas eran así, la Conquista fue legítima? ¿quién les dio legitimidad a estos españoles que vinieron para apoderarse de tierras que no eran suyas y repartirse lo que no era de ellos?

El académico Hugo Santander responde que el papa.

Algunos asistentes corroboran la respuesta.

El académico Óscar Humberto Gómez Gómez pregunta: ¿y al papa quién le dio legitimidad para repartir esas tierras? ¿acaso eran de él?

 

 

El académico Rafael Saavedra Hernández dice que la palabra “cronista” es una abreviación de la palabra “coronista”, porque era la Corona española la que les daba a esos relatores la función oficial de escribir esos relatos, y que esos son los relatos con los que contamos; que en cuanto a la legitimidad de la Conquista, nos tenemos que atener a lo que ya sucedió.

El académico Hugo Santander dice que sí, que la historia la han escrito los vencedores, que la de la Conquista la escribieron los cronistas españoles, pero que no queda otro camino que el atenernos a ella, porque desgraciadamente a los vencidos, por lo general, ni les interesa escribirla, ni tienen cómo hacerlo porque, entre otras cosas, su lengua ha desaparecido.

El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que, en todo caso, lo cierto es que España invadió a unos países que ya existían, unas naciones que ya existían; que argumentos como el de que tenían emperadores, y que entre ellas había guerras, y que poseían esclavos, no pueden servir como justificación para decir que nada pasó, porque sí pasó, o que lo que pasó simplemente tenía que pasar, porque lo cierto es que España se apropió con violencia de unos territorios ajenos, que destruyó unas culturas ajenas, que masacró a unos pueblos que tenían derecho a su propia autodeterminación; y, por ello, la gravedad de lo ocurrido no puede ser minimizada o ignorada; que nosotros también tenemos malos gobernantes, pero que eso no es justificación para que, entonces, vengan a invadirnos países más poderosos.

El académico Hugo Santander dice que lo que ya ha ocurrido, ya no se puede cambiar.

El académico Rafael Gutiérrez Solano dice que existe una expresión latina: “Contra factum non valet argumentum” (“Contra los hechos no valen argumentos”), que los vencedores escriben su propia historia y que los vencidos no escriben la suya porque no les asiste interés en tener historia alguna.

El académico Gustavo Galvis Arenas dice que, en efecto, el historiador no puede cambiar la historia y que lo único que puede hacer es conocerla; ya los hechos no los puede cambiar, no puede hacer que sucedan de otra manera.

El académico Rafael Saavedra Hernández manifiesta que, sí, que los hechos no se pueden cambiar, que lo verdaderamente importante es evitar que vuelvan a repetirse, así sea de otra forma; que, por ejemplo, hoy en día estamos siendo invadidos: nos están invadiendo con la tecnología, con la industria, con el comercio, etcétera, y nosotros estamos quizás propiciando esa invasión.

 

 

El académico Hugo Santander interviene para acotar que al hecho de que se dé y se perpetúe ese tratamiento del que se está hablando han contribuido los mismos indígenas, y no de ahora, sino desde siempre; dice que, según las crónicas, por ejemplo los guanes fueron los indígenas que más rápido se sometieron a los españoles, que incluso en el aprendizaje de la lengua española eran los más rápidos en aprenderla, y que las que la enseñaban eran, por lo general, mujeres.

El académico Rafael Saavedra Hernández anota que las crónicas relataban que las mujeres guanes eran, incluso, las más dispuestas hacia los españoles.

La académica Clara Blanco de Galvis dice que se han hecho comparaciones no solo entre lo que se demoraban en aprender el español los guanes y los demás grupos indígenas, sino entre el número de instructores que se requerían y mientras a los demás grupos les tocaba con tres o cuatro instructores, los guanes lo aprendían con uno solo.

 

 

El académico Rafael Saavedra Hernández dice que considera importante que se proceda a darle lectura a la nota final que trae el libro, la nota del editor, porque ella ilustra con toda claridad los hechos alrededor de los cuales transcurre la novela.

La académica Clara Blanco de Galvis asume la lectura de la nota.

El académico Rafael Gutiérrez Solano advierte que se ha continuado leyendo un texto que ya no está en la nota que aparece en la edición que él tiene en sus manos.

El académico Rafael Saavedra Hernández explica que, en efecto, la primera edición del libro traía una nota final extensa, que luego el editor la fue reduciendo y que, incluso, seguramente en la edición más reciente ya no aparece nota alguna.

El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que, en efecto, en el libro de él, que es la última edición, no hay nota final alguna.

El académico Rafael Saavedra Hernández explica que a medida que avanzan las ediciones, pareciera que los editores encuentran inconveniente dar tantas explicaciones de tipo histórico en esta clase de obras literarias. Pregunta qué opinan los asistentes sobre si estas notas son convenientes o no cuando el lector es una persona que apenas se aproxima por primera vez al tema y si lo son o no cuando el lector es ya un experto en el tema del que trata el libro.

El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que esas notas no deberían insertarse en las novelas históricas, pues eso de darle todo molido al lector es altamente inconveniente porque le cercena la imaginación, la magia literaria, el encanto, su capacidad de soñar; dice que así sucedió con la novela “El general en su laberinto” de Gabriel García Márquez; que a él no le había gustado que le hubiesen agregado al final la cronología histórica sobre Bolívar que le agregaron, porque abruptamente le metieron una aridez que contradecía la magia del relato literario que el lector acababa de terminar de leer; rememora lo que ocurrió con las radionovelas cuando aparecieron las telenovelas; que, en las radionovelas el oyente ponía a funcionar su imaginación, se imaginaba los caballos galopando por el sonido que hacían en el estudio, y se imaginaba la tormenta por los ruidos que hacían en el estudio agitando una lata, etcétera, pero que luego, cuando aparecieron las telenovelas, se acabó la imaginación porque todo se veía ahí directamente en la pantalla del televisor.

 

 

El académico Rafael Saavedra Hernández dice que va a leer una nota de Wikipedia, la enciclopedia virtual, que debió ser el texto en el que Ospina encontró la fuente para que le surgiera su interés en escribir “El País de la Canela”. Efectivamente, procede a leerlo.

Al final de la lectura, dice que, en todo caso, lo que aparece claro es que aquellos hombres que se adentraron en la selva en busca del País de la Canela eran soñadores, perseguían un sueño; que, así persiguieran unas ambiciones personales, y con todo y sus errores, eran personas soñadoras.

El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que eran sueños perversos, que hay sueños de sueños, que estas eran personas de mala índole y llevadas por la ambición; pregunta: ¿saben ustedes cómo murió este Gonzalo Pizarro, el del País de la Canela?

Los asistentes contestan que sí, que murió ejecutado.

El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que sí, pero ejecutado por qué; porque resulta que este sujeto era un encomendero y trataba a los indígenas como los trataban los encomenderos; y es cuando aparece Fray Bartolomé de las Casas y escribe y publica un libro donde denuncia las atrocidades que los encomenderos están cometiendo contra los indígenas; se llama “Breve relación de la destrucción de Indias”, o algo así; y, entonces, esas denuncias llegan a España y la Corona procede a dictar unas Leyes Nuevas para proteger a los indígenas, para que los encomenderos no los sigan tratando en semejante forma; y para hacer cumplir esas Leyes Nuevas mandan un nuevo virrey; pero Pizarro se asocia con los demás encomenderos y forman un ejército que se enfrenta a las tropas del virrey; hay un combate y Pizarro mata al virrey; es decir, su ambición lo lleva a enfrentarse a la propia Corona; entonces, la Corona envía un ejército mucho más poderoso y un representante suyo, y es cuando se produce un nuevo enfrentamiento militar; pero esta vez sí pierde Pizarro, lo capturan, lo juzgan como traidor, lo condenan a la pena de muerte y lo ejecutan; esta fue la clase de sujetos que vinieron aquí a conquistar estas tierras.

El académico Rafael Saavedra Hernández dice que ya es hora de dar por concluida la tertulia y que, por ello, pasa a señalar, entonces, el libro que será objeto de la próxima, la cual se celebrará el tercer martes del mes de agosto.

El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que, con todo respeto, pero que, de todas maneras, antes de dar por concluida la tertulia, quiere hacer una respetuosa observación final: que es muy importante que estas tertulias sirvan para algo más que simplemente analizar un libro y pasar al siguiente; que deben, además, servir para un fin más trascendental en nuestras vidas; que sí, que es cierto que la historia ya no se puede cambiar y solo nos queda el leerla para saber qué ocurrió; pero que el conocimiento de unos hechos tan graves, tan atroces, y de unos personajes tan crueles, y de todos los crímenes que se cometieron, al menos sí debe servirnos para sensibilizarnos ante el dolor de los más frágiles, de los más débiles; debe servirnos para que procuremos aproximarnos al otro, para que aprendamos, y le enseñemos a nuestros hijos, eso de respetar al otro; para que esas actitudes de sujetos como Gonzalo Pizarro, que porque no encontró el País de la Canela, hizo masacrar a los cuatro mil aborígenes que le habían servido de cargueros, ese tipo de atrocidades, no sean socialmente aceptadas; esas atrocidades no pudieron pasar como si nada; dice que nosotros somos cristianos y que, como tales, debemos seguir las enseñanzas de Jesús, que enseña que debemos amarnos los unos a los otros, que no se nos está permitido el pasar por encima de los demás.

 

 

La asistente Nylse Blackburn Moreno interviene para decir que quisiera hacer una pregunta.

El director de la tertulia le da la palabra.

La asistente pregunta cuál es, finalmente, la razón por la cual, si los indígenas eran los habitantes naturales de estas tierras y fueron los protagonistas centrales de esta historia, porque fueron las víctimas del despojo y de los crímenes, no solo se les está discriminando hoy en día y sometiendo, igual que en esos tiempos, al trato de negarlos, de relegarlos y de agredirlos violentamente, sino que, además, el Ministerio de Educación no promueve el estudio de ellos dentro de la niñez y la juventud de escuelas y colegios.

El académico Rafael Saavedra Hernández responde que aquí se sigue manteniendo una convicción de superioridad de unos con respecto a los demás y que a los indígenas se les sigue considerando inferiores; que ese sentimiento de superioridad de uno y de inferioridad de los demás distintos a uno ha sido perpetuado a través del tiempo, y eso lleva a no considerar importantes a esos otros; que, de hecho, durante la Conquista se discutió si los indígenas tenían alma, si realmente eran seres humanos o no; y el trato que se les dio fue el de cosas.

La asistente Carmen Lucía Plata pide la palabra.

El director de la tertulia le dice que siga, por favor.

La asistente dice que respalda lo que ha señalado la compañera que habló (refiriéndose a Nylse Blackburn); que, efectivamente, es lamentable que en Colombia hayan quitado la enseñanza de la Historia y el conocimiento de todas estas cosas, porque por eso es que los muchachos de hoy en día ya no saben nada sobre su tierra, ni sobre cómo se formó su país, ni quiénes lo hicieron, ni nada; que todas estas cosas, ciertamente, deberían enseñarse en escuelas y colegios.

La asistente sentada a su lado dice que también quiere intervenir.

El director de la tertulia le dice que siga, por favor.

La asistente dice que, en todo caso, independientemente de las bondades que haya tenido la evangelización, fue lamentable el que se hubiesen perdido todas esas costumbres mágicas de los indígenas como las ceremonias de adoración del sol, del culto al viento, al río, etcétera, que todo eso era muy bello y ha debido conservarse.

 

 

El académico Rafael Saavedra Hernández, con la venia del señor presidente de la Academia de Historia de Santander, académico Miguel José Pinilla Gutiérrez, da por terminada la tertulia, dice que les agradece a todos la asistencia y el que la hayan hecho una tertulia tan interesante y movida; que el siguiente libro es una novela referente a la esclavitud de los negros en Colombia. Explica que aquí se ha producido una importante literatura sobre la negritud y cita el caso de las obras de Manuel Zapata Olivella.

El académico Óscar Humberto Gómez Gómez trae a colación, de ese autor, su novela “Chambacú, corral de negros”.

El académico Rafael Saavedra Hernández precisa que su principal novela, sin embargo, es “Changó, el Gran Putas”.

Los asistentes asienten que, efectivamente, esa es.

El académico Rafael Saavedra Hernández manifiesta que, no obstante, la novela que será el tema de la siguiente tertulia no es esa, sino otra obra muy bonita e interesante acerca de ese tema, y la saca de entre su portafolio: se titula “La tejedora de coronas”, escrita por Germán Espinosa. Informa, además, que la tertulia se llevará a cabo el último martes de septiembre a la misma hora.

Se da por terminada la tertulia y a continuación se sirve un aperitivo —buñuelos con gaseosa— para todos los asistentes.

 

Santander en la Red informará acerca de los detalles de la próxima tertulia en entradas posteriores.

 

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1 respuesta a CON INTENSO DEBATE SE CELEBRÓ AYER LA TERTULIA SOBRE “EL PAÍS DE LA CANELA” EN LA ACADEMIA DE HISTORIA DE SANTANDER. Por Óscar Humberto Gómez Gómez.

  1. Héctor Hernández Mateus dijo:

    Mi querido Oscar Humberto, me ha sacado de mi letargo mental afligido, con su recopilación de tan especial tertulia.
    El énfasis critico, que siempre demuestra a favor de los más débiles, debe conservarlo, muy a pesar de las posturas tradicionales, de quienes tienen confort y no buscan aportar el grano de arena de inconformidad para buscar una sociedad más justa.
    El duelo que estoy viviendo me limita la realización de vida plena.
    Estaré, Dios mediante, pendiente para asistir a la próxima.

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