En un mundo donde millones de seres humanos padecen de hambre y sobreviven en condiciones infrahumanas, no se entiende qué se busca con esa enfermiza insistencia de revistas y periódicos en estar publicando de manera constante la clasificación general individual, no del Tour de Francia, ni del Giro de Italia, ni de la Vuelta a España, sino de quiénes son los hombres más ricos del mundo.
Que es como decir que andan informando a toda hora quién tiene más plata que quién.
Pero, ¿qué carajos importa si Bill Gates sobrepasó a Carlos Slim, o si Carlos Slim rebasó a Bill Gates, o si a ambos los alcanzó Amancio Ortega?
¿Es fundamental para su circulación que los periódicos y las revistas estén contando cuánto le costó a la reina Isabel el último collar de perlas que se compró o cuánto le costó a Cristiano Ronaldo el más reciente de sus automóviles, cuando la inmensa mayoría de nuestra gente se desplaza en transporte público o a pie y muchas familias tienen que mandar a sus hijos a estudiar sin desayuno?
¿Les parece poco el odio que ya existe en el mundo y la violencia que lo asfixia?
¿Por qué los medios de comunicación no se dedican más bien a publicar crónicas que exalten la bondad y la virtud en lugar de andar de lambones frente a los poderosos de la política y de las finanzas?
Ojalá algún día la sensatez y el sentido común se impongan en este mundo cada vez más deslumbrado por el brillo, tan fulgurante como engañoso, de los oropeles.