Amigas y amigos de “La piedra filosofal”:
En el año 2000, al director de este portal le dio por escribir, curiosamente a mano, una novela.
No tenía otra pretensión distinta a la de que su “obra” la leyera su esposa. De hecho, el relato estaba inspirado de cerca en vivencias que había venido escuchándole a ella y la idea que había tenido era la de entrelazar aquellas narraciones con sus propios recuerdos de la misma época para construir un universo común que trajera al presente aquellos años idos.
Por supuesto, no se trataba de un libro de historia y era obvio, por lo tanto, que podría tomarse las licencias que quisiera con el fin de introducir la fantasía, acaso proveniente de sueños propios y de sueños de seres queridos suyos que no habían podido realizarse debido a los infaltables imponderables de la vida.
Pero, igualmente, en aquel tiempo venía experimentando un profundo desencanto y una gran molestia frente al derrumbamiento de aquel entorno que había sido el suyo y que últimamente había visto venirse abajo como consecuencia de la invasión de nuevas gentes con diferentes costumbres, ante las cuales lo que había sido para él caro desde siempre lo veía desaparecer sin que él pudiera hacer nada para evitarlo. Ese sentimiento también tenía que quedar plasmado en aquellas líneas que había empezado a garrapatear sin pausa.
Fue así como en pocos días estaba culminando un escrito extenso al que decidió ponerle el título de “Tierra de cigarras”.
En un bello, concurrido e inolvidable acto cultural íntimo que se llevó a cabo en un salón de La Triada, con música, comida, vino y palabras incluidas, la novela fue presentada “en sociedad”, pero limitando dicha presentación a sus familiares y amigos más cercanos.
Esa es la historia fiel de “Tierra de cigarras”.
Recientemente, personas que conocieron al autor décadas atrás por diversas razones, como las académicas, reaparecieron en su vida y empezaron a preguntar —directa o indirectamente— por aquella “obra” que él había publicado, pero que no se conseguía en ninguna parte. Fue el caso del doctor Antonio María Rincón Stella, a quien no había vuelto a ver jamás luego de haber sido su profesor en la universidad, cuya llamada telefónica recibió cualquier día con inmenso agrado. También, el de su compañera de estudios Esperanza Angarita Marín, de quien, dicho sea de paso, supo que había sido la persona que le había informado al profesor Rincón sobre la existencia de la novela.
Ello hizo que naciese en él la intención de volver a editar su “obra” para extender el conocimiento de la misma hasta personas que, como estas, también formaban parte de su entorno afectivo de viejos años y quienes no la tenían, pues para las calendas de su publicación se hallaban ausentes de su vida desde hacía largo tiempo.
Sin embargo, sobrevinieron diversos inconvenientes, casi todos derivados de su trabajo profesional, y luego los hechos de salud pública ampliamente sabidos, de modo que el proyecto se vio trunco.
Recientemente, otras personas retomaron el tema y le hicieron saber su interés en conocer la novela. Fue entonces cuando acudió a la editorial y le solicitó su valiosa colaboración con el fin de que le posibilitara publicar en este su blog al menos algunos apartes del relato. Gracias a la amabilidad de la editorial, puede contar hoy con el archivo que le permite dar comienzo a la prometida publicación de algunos de sus apartes, a manera de avance.
De modo que “Tierra de cigarras” estará aquí, en “La piedra filosofal”, desde este fin de semana, para deleite de su autor y para desdicha de sus sufridos y por fortuna siempre pacientes lectores.
Un abrazo grande,
Óscar Humberto Gómez Gómez