En el año 1978 me encontraba adelantando mis estudios de derecho y mi compañera María Adela Pulido dirigía la página de Sociales del diario Vanguardia Liberal. Un día cualquiera en que estaba allí de visita, ingresaron a su oficina dos jóvenes, uno de ellos de gafas. Se notaba que ya habían hablado anteriormente con ella y que venían de alguna otra dependencia del periódico, porque luego de que María Adela me presentó como “un compañero” y de que ambos me dieron la mano sonrientes, los remitió a otra sección donde, según les dijo con amabilidad, terminarían de atenderlos. Los dos jóvenes abandonaron la oficina de Sociales y se dirigieron hacia ese lugar y fue entonces cuando la persona que estaba con ella le hizo a María Adela el comentario de que el joven que no tenía gafas le había caído muy bien, pero el que sí le había parecido insoportable había sido el de las gafas. María Adela respaldó aquella observación y fue ahí cuando me abordó:
—¿Lo conoce?—, me dijo.
—¿A quién? —, le interrogué.
—¿No ha escuchado la canción?—, me replicó.
—¿Cuál canción?—, le dije.
—Esa que están pasando en la radio —me respondió—. La de “Pistolero Siglo XX”.
—Claro —le contesté—. La he escuchado.
—¿Por qué?— contrainterrogué enseguida.
—Él es el que la canta —me explicó—. Y es el compositor. Se llama Antonio Frío.
—¡Qué va!—, exclamé sonriendo.
—¿Y cuál de los dos es Antonio?— le pregunté.
—El de las gafas es el “manager” —me precisó—. Antonio es el otro.
—¿Y por qué —pregunté— les cae mal el otro?
—Es que es engreído— me respondió luego de mirar a quien estaba con ella—. En cambio Antonio es muy sencillo.
—De modo que este Antonio —concluí— es el que a toda hora canta…
Y de una vez empecé a cantar un trozo de memoria. De la misma manera —de memoria— como hoy, cuarenta y tres años después, traigo toda su letra a estas líneas, como si el tiempo hubiese retrocedido:
“El Pistolero Siglo XX del oeste / es el sobrino consentido del Tío Sam, / descendiente del vaquero Pecos Bill / y más rápido para disparar. /
Aquel Colt 45 que tenía / hoy lo ha cambiado por equipo militar / Y su caballo de montar en el rodeo / por un auto que le corre más /.
Tiene en la mira a la América Latina / y al Medio Oriente quiere conquistar / manda a la guerra a Batman y a Superman / y los de la CIA dan el golpe final.
/Y al guardaespalda, a quien le dice secretario, / si se le apaga el auto Mustang Ford, / muy elegante lo manda al Medio Oriente / por gasolina, que el tanque se rompió /. Y por allá en los comienzos de este siglo / firmó la paz para llevarse a Panamá / y donde estaba la vida de mi tierra / de un disparo el pistolero hizo el canal /.
Tiene en la mira a la América Latina / y al Medio Oriente quiere conquistar / manda a la guerra a Batman y a Superman / Y los de la CIA dan el golpe final”.
Así, en la oficina de Sociales del diario Vanguardia Liberal, conocí al artista bumangués que habría de convertirse en hijo ilustre de la ciudad de Zipaquirá luego de que abandonara su terruño natal y sus estudios de ingeniería para irse a estudiar los pictogramas inscritos en las rocas zipaquireñas y años más tarde se convertiría en el pintor del Libertador Simón Bolívar desde una perspectiva totalmente diferente de aquella con que lo habían abordado siempre los pintores, el Bolívar cubierto de fama, de poder y de gloria, para optar por un Bolívar enfermo, envejecido y sumido en la derrota, la tristeza y la amargura, un Bolívar con humilde ruana en vez de pomposo traje militar, un Don Simón al que terminaría aplicando los conocimientos que había adquirido en los talleres de forja y de fundición del Instituto Tecnológico Santandereano para reproducirlo en sus esculturas.
Esta madrugada, en el hospital de Zipaquirá, víctima de la pandemia que nos azota y cuando apenas había superado el umbral de los 70 años de vida, murió el connotado pintor, escultor, compositor y cantor colombiano Édgar Adarme, quien con su nombre artístico y seudónimo Antonio Frío, y gracias a su talento innato y a su esfuerzo personal indoblegable, llegó a posicionarse como uno de los artistas más versátiles y polifacéticos de nuestro país.
Nos unimos al inmenso dolor de su familia, de sus amigos y del pueblo zipaquireño que lo apreciaba. A todos les enviamos, desde el fondo de nuestro corazón atribulado, el más cálido abrazo de solidaridad en estas horas de profunda tristeza y de total desconcierto por la muerte del talentoso artista.
Ruitoque, Mesa de las Tempestades, área metropolitana de Bucaramanga, martes 17 de agosto de 2021