“En el sitio de Bucaramanga, en veinte y dos días del mes de diciembre de mil y seiscientos y veinte y dos años, yo, Miguel de Trujillo, Presbítero, Cura Doctrinero del Río del Oro y sus anexos, e yo, Andrés Páez de Sotomayor, Juez Poblador, certificamos, en cumplimiento de esta comisión despachada por el señor Juan de Villabona y Zubiaurre del Consejo de su Magestad, su Oidor más antiguo de la Real Audiencia de este Reino y Visitador General de las provincias de Tunja y Pamplona, y, por particular comisión, Visitador de los Reales de Minas de las Vetas, Montuosa, Suratá y Río del Oro: que hoy, dicho día, dije yo, el dicho Cura, misa en la iglesia de esta población, que para este efecto mandamos hacer, por estar acabada, con su Sacristía; y está cubierta con paxa, con muy buenas maderas, estantillos, varas y vigas; y tiene de largo ciento y diez pies y de ancho veinte y cinco; y está bien acabada y es copiosa para la jente que a ella acude a misa, demás de lo cual están acabados los bohíos de las parcialidades siguientes: de los lavadores de Cachagua, tres bohíos grandes para la jente que tienen. Item, los indios de Gerira, dos grandes para la jente que tienen. Item: otros dos buhíos grandes, los indios de la cuadrilla de mí, el dicho Andrés Páez, que son bastantes para ellos. Item, están armados y se están haciendo con mucha priesa, otros bohíos grandes y buenos para los indios de la Encomienda del Capitán Juan de Velasco, y en el interin que se acaban, viven en dos ranchos pequeños que están hechos en este sitio. Demás de lo cual, está hecha y acabada la casa de la morada de mí, el dicho cura. Y a estos indios se les repartieron resguardos en conformidad con la dicha comisión, en esta manera: a los lavadores de Cachagua, desde la loma que llaman de Chitota hasta una quebrada que llaman de Namota; a los indios de la Encomienda del Capitán Juan de Velasco, desde la dicha quebrada de Namota hasta la quebrada de Zapamanga, con un pedazo de tierra que cae junto al Río Suratá donde tienen unas labranzas de yucas y batatas; y a los indios de Gerira se les dió desde la quebrada de Bucaramanga hasta la quebrada que llaman de la Iglesia; a los indios de Andrés Páez se les dió desde la quebrada de Cuyamata hasta la quebrada que llaman de los Mulatos. Todos los cuales dichos resguardos, de susso declarados, es tierra buena, sana y útil para cualquier género de semillas como son: maíz, fríjoles, yucas, batatas, ahuyamas, plátanos y otras cosas, en la cual hay tierra bastante para año y vez. Y todo está en contorno de la dicha población. Y para que de ello conste, damos la presente firmada de nuestros nombres, en el dicho día, mes y año arriba dichos.- Miguel de Trujillo.- Andrés Páez de Sotomayor”.
Este es el texto del valioso documento que encontró el historiador Enrique Otero D’Costa en mayo de 1913 cuando hurgaba en los archivos coloniales que se guardaban en el piso tercero del Edificio Nacional de Santo Domingo, en Bogotá, concretamente en la sección Tierras de Santander, Tomo XLII, páginas 48 a 50.
El martes 6 de enero de 1914, Otero le escribió al Concejo Municipal de Bucaramanga una carta para ofrecer lo que llamó un “Hallazgo histórico” y, por supuesto, pedir apoyo para su propósito de publicarlo junto a sus demás hallazgos en un libro.
Otero D’Costa había encontrado en su investigación toda la información documental que daba cuenta de las circunstancias antecedentes, concomitantes y subsiguientes de aquel 22 de diciembre de 1622 y con ella armó una obra a la que tituló CRONICÓN SOLARIEGO, la cual terminó de escribir en 1916.
Sin embargo, el historiador no encontró en su ciudad natal el apoyo que esperaba. Alegando falta de presupuesto, en efecto, la municipalidad de Bucaramanga no respaldó la publicación de la obra que daría a conocer nada más ni nada menos que los orígenes de la ciudad.
Seis años después, en marzo de 1922, la Gobernación del departamento de Caldas y la Asamblea Departamental de Caldas aprobaron asociarse a la celebración de los 300 años de Bucaramanga y dispusieron editar el libro en la Imprenta Departamental de Manizales.
Así nació la versión oficial sobre la fundación de Bucaramanga.
No obstante, como lo advertimos en nuestro libro Historia de Bucaramanga, “Tampoco fue una fundación como tal porque de lo que se trató fue del traslado de unos asentamientos indígenas a este lugar con el fin de reagruparlos y facilitar así, entre otras cosas, su catequización”. (Historia de Bucaramanga. 2009, p. 16, pie de página).
El reagrupamiento indígena en este lugar (que ya para entonces se llamaba “Bucaramanga” en la lengua aborigen imperante en el sitio), que es como decir el nacimiento de Bucaramanga como un pueblo de indios, había sido ordenado por el oidor español Juan de Villabona y Zubiaurre.
Según Enrique Otero D´Costa en su CRONICÓN SOLARIEGO, el oidor Villabona y Zubiaurre había llegado a esta comarca designado por la Real Audiencia de Santa Fe para investigar las graves denuncias formuladas en la capital por los indios Gaspar de Guaca, Luis de Guaca y Miguel de Bucarica en contra de los encomenderos de Bucarica, entre ellos Juan de Velasco y Juan de Arteaga, por malos tratos y otras irregularidades.
Sin embargo, el establecimiento del pueblo de indios de Bucaramanga – tenido por la versión de Enrique Otero D´Costa y por el criterio oficial reinante como la fundación de la ciudad – obedeció a un contexto histórico: el despoblamiento indígena.
Este despoblamiento tuvo como causas: i.) la violencia; ii.) las enfermedades traídas por los españoles y para las cuales no estaba preparado el sistema inmune de los aborígenes, y iii.) las terribles condiciones a que fueron sometidos estos en las duras tareas de la minería.
La investigación abierta a raíz de las quejas formuladas por los indios Gaspar de Guaca, Luis de Guaca y Miguel de Bucarica en contra de los encomenderos de Bucarica, entre ellos Juan de Velasco y Juan de Arteaga, no culmina en nada.
“Sin embargo, algo sí queda claro para el oidor Villabona y es que los indios están viviendo en forma desperdigada y que eso le dificulta al cura doctrinero Miguel Trujillo el cumplimiento de su misión pastoral, razón por la cual hay niños que han muerto sin bautizo, adultos que han fallecido sin confesión, parejas que deben vivir en concubinato porque no hay cura que los case y feligreses que no tienen a dónde ir a misa. Entonces dispone que se establezca el pueblo de Bucaramanga (Orden de noviembre 4 de 1622).
En la orden, Villabona señala por cuáles grupos de aborígenes deberá estar conformado el nuevo pueblo, ordena que se le construya casa al cura doctrinero y determina los diversos aspectos de su organización. Inicialmente, en la misma orden, el oidor comisiona para tal efecto al Alcalde Mayor de Minas de Las Vetas, Montuosa y Río de Oro, Antonio de Guzmán, pero veinte días después (noviembre 24 de 1622) la comisión se la confiere a Andrés Páez de Sotomayor, a quien se le dan treinta (30) días para que la cumpla.
Dos días antes del vencimiento del plazo, el 22 de diciembre, se cumple la fundación”.
Del pueblo de indios, debe entenderse. (GÓMEZ, ob. cit., p. 20).
Como advertimos en pie de página acerca del texto del acta, “Algunos de los vocablos y expresiones tienen hoy otra ortografía o distinta redacción. Es el caso de “Magestad”, que hoy se escribe “Majestad”; “paxa”, que se escribe “paja”; “jente”, que se escribe “gente”; “buhíos”, que hoy en día sólo permite la escritura “bohíos”; “priesa”, que se escribe “prisa”; “interin”, que quedó “ínterin” y significa “entre tanto”; “demás”, en el contexto en que allí aparece, quedó “además”; “dió” perdió la tilde; “Cuyamata” pasó a llamarse “Cuyamita”; “susso declarados”, pasó a ser “susodichos”; “ahuyamas” hoy es también sin “h”, es decir, se puede escribir “auyama” (Ver: Pequeño Larousse Ilustrado); “año y vez” pasó a ser “cosecha y atraviesa o mitaca”, que es la “segunda recolección anual”. (Historia…, p. 21). De igual manera, la expresión “e yo” equivale a la actual “y yo”.
Modernamente, la versión oficial ha sido replanteada por una nueva corriente historiográfica que ha tenido en el doctor Armando Martínez Garnica y una pléyade de historiadores contemporáneos suyos una verdadera cantera de nuevos conocimientos sobre lo que verdaderamente sucedió en los albores de nuestro solar nativo. Sin embargo, la versión tradicional, a pesar de su demostrada inexactitud, se mantiene como la que se enseña y se tiene por cierta. De hecho, nosotros mismos, y a pesar de nuestra reserva de pie de página, hablamos de la fundación de Bucaramanga, siguiendo a Otero D´Costa, y también siguiéndolo a él dijimos que antes del 22 de diciembre de 1622 se habían dado otros intentos anteriores de fundación, cuando, en realidad, solamente se trató de ocasionales y convenientes agrupamientos de los indios cerca de su transitorio lugar de trabajo minero, asentamientos que iban terminando su efímera existencia bajo el fuego de los incendios de las rancherías.
Gracias a las enseñanzas del doctor Martínez Garnica y sus colegas hoy sabemos que, definitivamente, Bucaramanga no fue fundada, como sí lo fueron Bogotá, Cali, Santa Marta, Cartagena, Pamplona o Girón, y que lo que aconteció el 22 de diciembre de 1622 fue el nacimiento de un pueblo de indios en un sitio que ya para entonces se llamaba “Bucaramanga”.
Bucaramanga, como pueblo español, aparecerá mucho después, ya por la época en que se produce la Insurrección de los Comuneros.
Pero esa es otra historia.
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Fotografías: Quintilio Gavassa Mibelli y Carlos Eslava Flórez
Canción: “Hubo una ciudad”. CD “El Campesino Embejucao” (Vol. 1). Carátula: Fotografía y diseño de David Navarro Gámez