La historia del sindicalismo en Santander, el nuevo libro de Rafael Serrano Prada. Por Óscar Humberto Gómez Gómez

ACADEMIA DE HISTORIA DE SANTANDER / CASA DE BOLÍVAR. SEDE DE LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA DE LA GRAN COLOMBIA EN 1828.

El pasado jueves, a las 6:30 PM, la Academia de Historia de Santander, bajo la Presidencia Honoraria de Don Alfonso Gómez Gómez y la Presidencia de Don Miguel José Pinilla Gutiérrez, dio inicio a la sesión especial en la que fue presentado el nuevo libro del periodista santandereano Don Rafael Serrano Prada, Director del periódico El Frente, titulado LA HISTORIA DEL SINDICALISMO EN SANTANDER.  En el trabajo de investigación para esta obra, el autor contó con la asesoría del periodista y economista santandereano Don Alfonso Pineda Quintero.

DON RAFAEL SERRANO PRADA, AUTOR

ACADEMIA DE HISTORIA DE SANTANDER EN SESIÓN

DON SERGIO RANGEL CONSUEGRA, PRESENTADOR

La obra, que viene a enriquecer la bibliografía de nuestro terruño natal, fue presentada por Don Sergio Rangel Consuegra, Miembro de Número de la Academia.

DON ALFONSO GÓMEZ GÓMEZ, PRESIDENTE HONORARIO

DON MIGUEL JOSÉ PINILLA GUTIÉRREZ, PRESIDENTE

A pesar de inoportunos quebrantos de salud, el afortunado advenimiento de la mejoría me permitió, finalmente, atender la gentil invitación que me habían extendido: la institución, en mi calidad de Miembro Correspondiente, y el autor de la obra, en mi calidad del más modesto, pero no el menos sincero, colaborador de EL FRENTE.  Allí estuvieron también, por supuesto, Nylse, mi esposa, y todos mis hijos, Óscar Fernando, Sergio Andrés, Édgar Leonardo y Paula Natalia, procedentes de Bogotá, y Alejandra Estefanía.  Fue, como siempre, además de un sobrio acto cultural, un amable reencuentro con personas a quienes apreciamos y con las que, por infortunio, el trabajo no suele permitirnos que nos veamos más seguido.

ACERCA DEL AUTOR

Los alumnos del Instituto Técnico Industrial de Zapatoca creían que Rafael Serrano Prada era un estudiante nuevo, hasta que cayeron en la cuenta de que quien acababa de llegar al plantel no era otro condiscípulo más, sino un nuevo profesor.
Y es que Rafael ingresó al magisterio santandereano -ese mismo magisterio que figuras ilustres como Juan de Dios Arias, Mery Luna Santos o José Fulgencio Gutiérrez, enaltecieron con su presencia luminosa- cuando todavía no alcanzaba la mayoría de edad.
De sus padres, Don José María Serrano Serrano y Doña Rosa María Prada Pinilla, le habló un día a una multitud congregada frente a la tribuna más respetada de Zapatoca, el balcón de su Palacio Municipal, en un fogoso e inolvidable discurso con ocasión del homenaje a Hisnardo Ardila, primer santandereano que alcanzaba el cargo de Alcalde de Bogotá, discurso en el que rememoró cuando sus padres, calzando las venerables cotizas, descendían de la zona rural al casco urbano, en ejercicio de su trabajo honrado como campesinos agricultores. Y lo rememoró con voz emocionada y enfatizado acento, para que a sus oyentes nos quedara bien claro cuán orgulloso se sentía, no sólo de ser oriundo de la Ciudad Levítica, aquella donde familia que se respete tiene a un cura dentro de su casa, sino de serlo del campo santandereano, hijo de campesinos laboriosos, honestos y católicos, de esos de azadón y escapulario, que le enseñaron a su prole, con el buen ejemplo y, de cuando en cuando, con el fuete disciplinario, entre otras cosas olvidadas más tarde, que lo ajeno se deja quieto.

En los años 60, el mundo hervía. Copaban entonces la atención de las atónitas gentes en Bucaramanga las protestas contra la guerra de Vietnam, el hippismo, Gonzalo Arango y el nadaísmo, la irrupción del boom latinoamericano en la literatura, el “I have a dream” de Martin Luther King, la Nueva Ola, el ecumenismo del Concilio Vaticano II, el Discurso de la luna de Juan XXIII, su llorada muerte y la elección de Giovanni Baptista Montini como el nuevo Papa Pablo VI, la Mater et Magistra, la Populorum Progressio y la Humanae Vitae, los Beatles y los Rolling Stones, la píldora anticonceptiva, el Club del Clan, las jornadas del Mayo Francés, la lucha por conquistar el espacio, el atentado contra el Presidente Kennedy, el asombro de América Latina ante la decisión de un sacerdote católico de ingresar a la guerrilla, el surgimiento del ELN y de las FARC, la psicodelia del pelo largo en los varones y del corto en las mujeres, la turbulenta intervención del Che Guevara en Punta del Este, su polémica ejecución extrajudicial en Bolivia, Pablus Gallinazo y el surgimiento de la nueva canción protesta, la tertulia cotidiana en la fuente de soda Very Good donde alrededor de una Club Soda se arreglaba el país y se transformaba el mundo, la escuchada emisión diaria de Radio Quince desde la cual Alfonso Lizarazo lanzaba al aire los últimos discos a go-gó, el asombro de los bumangueses ante la evidencia de que un domingo cualquiera el cerro de Pan de Azúcar paró por siempre el veloz desplazamiento de un avión enloquecido que acababa de ser impactado sobre Las Terrazas por una avioneta y, en fin, toda la agitada magia de los inolvidables años en que muchos alcanzamos a soñar que se advenía el reinado del amor y de la paz, la erradicación del hambre y de la guerra, y el ingreso de nuestro pueblo a un sitial por fin digno en el largo, tortuoso e ininteligible berenjenal de la historia. Pues bien: el miércoles 10 de octubre de 1965, ingresaba al periódico conservador santandereano EL FRENTE, al que había dado vida el excelso rapsoda Rafael Ortiz González y que a la sazón dirigía Ciro Emilio López Mendoza, un nuevo redactor de planta. Quienes como yo (en mi caso en busca de datos para mi libro Historia de Bucaramanga), hemos hurgado en los anaqueles del diario correspondientes a aquellos años, hemos corroborado la agilidad de su pluma y lo ameno de su estilo. Aquel nuevo cronista de EL FRENTE era Rafael Serrano Prada, quien de inmediato empezó a contarles a los santandereanos de entonces todos los emocionantes, espeluznantes e interesantes pormenores que habían rodeado los hechos que copaban la llamada “página roja”, la que más tarde sería bautizada con el eufemismo de “página judicial”.
De aquellas épocas hacia las presentes, Rafael ha sido muchas cosas: maestro de escuela en Barbosa y en Puente Nacional, redactor del Radioperiódico del Oriente, noticiario de la inolvidable Radio Bucaramanga dirigido por el inquieto, talentoso y temperamental periodista paisa Guillermo León Gutiérrez (LEO); director de Actualidades RCN; cofundador de Radiosucesos RCN; director del Noticiero Caracol; director del Noticiero Todelar (“Un mundo de noticias para un mundo de oyentes”); fundador de Últimas Noticias de Santander; fundador, junto con Álvaro Grass Uribe, de Radio Lengerke (apellido que, en mi sentir, no debe escribirse con “u” cuando se refiera al del famoso y controvertido ingeniero empírico alemán que unió con sus caminos no pocas poblaciones de Santander); director y propietario de Radio Melodía (“La que manda en sintonía”); fundador de El Zapatoca, periódico que siempre leímos con interés; editor de la obra completa de Manuel Serrano Blanco; coautor, con Héctor Gómez Cabarique, de un pequeño libro, en su momento asombroso y peligroso, titulado Las Farc se confiesan; concejal de Zapatoca, San Vicente, El Playón, Villanueva, Galán, Betulia y Girón; Diputado de la Asamblea de Santander; Representante a la Cámara; Presidente del Colegio Nacional de Periodistas y miembro prominente del Directorio Departamental Conservador.

Dios le dio el don de la palabra, un lenguaje florido y un timbre de voz que desde siempre le hemos admirado. Esas cualidades lo habían posicionado ya como uno de los mejores oradores con que contaba el parlamento colombiano.
Las señoras de antes, como mi mamá, hablan de “la mala hora” para referirse a aquellos momentos inesperados y adversos que nos cambian la vida. Seguramente también a ellos se refería Doña María Santiaga Márquez de García y ello explica el por qué su famoso hijo Gabriel tituló así una de sus novelas. Rafael tuvo su mala hora, y esa mala hora, y una defensa -a mi juicio- equivocada, y un fallo al que -a mi juicio- le faltaron “los cinco para el peso” y hubiese sido un fallo justo; y una norma constitucional absurda, que trata con el mismo rasero conductas que no se pueden igualar así; en fin, una combinación infortunada de circunstancias en las que no vale la pena ahondar en este momento, lo alejaron, no de la política -de la que sólo podrá alejarlo el llamamiento de Dios a calificar servicios-, sino de su escenario natural -el Capitolio- y de las posibilidades de haber llegado mucho más lejos de lo que llegó en esa actividad y en la oratoria forense colombiana.
Pero, como el Ave Fénix, que resurgía de sus cenizas, Rafael emergió otra vez con todos los hierros, y en su resurrección también le dio el soplo de vitalidad a EL FRENTE, que ya desfallecía, hasta convertirlo en la segunda opción informativa que anhelaba el pueblo santandereano, siempre reacio a admitir en su suelo libertario el poder avasallador del monopolio.

Hace algunos meses publiqué estas palabras con ocasión de su cumpleaños y advertí que no revelaría cuántos años estaba cumpliendo porque no me gustaba desnudar públicamente a los amigos. Prometí, más bien, que revelaría su edad tan pronto como Rafa arribara a los cincuenta.

Por ahora, y mientras llega ese día, van para él mis felicitaciones, pero no porque esté otra vez de cumpleaños, sino porque la noche del jueves se consolidó como escritor e historiador con esta importante reseña acerca de un tema que -a la gente se le ha olvidado- fue abordado en primerísimo lugar por las encíclicas papales: el del sindicalismo.

Sindicalismo que en esta oportunidad el autor circunscribe, específicamente, al que se desarrolló dentro de nuestro departamento en procura de obtener para los trabajadores de esta comarca, y desde orillas ideológicas disímiles, un porvenir más promisorio.

Esa fue la idea original.

Seguramente, la galana pluma de Rafael Serrano Prada nos contará en qué paró ese sueño.

 

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1 respuesta a La historia del sindicalismo en Santander, el nuevo libro de Rafael Serrano Prada. Por Óscar Humberto Gómez Gómez

  1. ALEJANDRO GÓMEZ LAMUS dijo:

    A mi estimado maestro don Rafael Serrano Prada: Usted tuvo a bien aceptarme como practicante, mas no trabajador, en cuanto a que para esa época yo era menor de edad, no tenía aún 18 años (la mayoría en ese entonces era a los 21 años), en RCN Radio Santander, y usted acertadamente, con espíritu de buen zapatoca, dirigía “Radio sucesos RCN”, con José Antonio Churio y Armando Niño Colmenares “ARNICOL”. He sido testigo de su labor en la radio y de su arduo trabajo como periodista. Todo eso lo plasmé en mi “PELEKIS”, novela inédita que contiene 166 capítulos, y donde coincido con hechos que narra el gran profesional e intelectual bumangués Dr. Óscar Humberto Gómez Gómez en su obra espléndida “Historia de Bucaramanga”. Al hablarse sobre sindicalismo en Colombia, es fuente esencial referirnos a “Ecopetrol” y su sindicato la USO, y a Barrancabermeja con su corregimiento El Centro. Abrazos, ALEJANDRO GÓMEZ LAMUS

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