Qué magia tenían tus ojos
Que con tan solo mirarme
Yo empezaba a perturbarme
Y me venían los sonrojos.
Qué encanto tus labios rojos
Que solo con susurrarme
En ellos sentía extasiarme
Y adiós decían mis enojos.
Qué sortilegio tu pelo,
Por qué me dejaba lelo
El imán de tu sonrisa;
Pregunto y solo esta brisa,
Siempre gélida y de prisa,
Me responde con su hielo.