El desinterés del Estado colombiano por la suerte de sus ciudadanos contrasta de bulto con el interés manifiesto y decidido de Estados Unidos por la suerte de los suyos. Ha trascendido que uno de los taxistas que participó en el asesinato, en el parque de la 93 de Bogotá, del pasajero de taxi que resultó ser el joven agente de la DEA James Terry Watson, ya había sido claramente identificado, señalado y denunciado – tres meses antes del crimen – por dos jóvenes abogadas colombianas a las que, en el mismo parque de la 93, había hecho víctimas del “paseo millonario”, sin que ni la empresa a la cual el taxi se encontraba afiliado, esto es, la empresa TAXIS LIBRES, ni la Fiscalía General de la Nación, ni nadie, hubiese hecho nada. La empresa lo que hizo fue pasarlo a que manejara otro taxi y la Fiscalía ni siquiera supo calificar correctamente el delito que el peligroso taxista había cometido contra las dos jóvenes abogadas, que era -como lo sabe cualquier aprendiz de derecho- el de secuestro. Tuvieron que las mismas víctimas enseñárselo.
Es decir, ha quedado plenamente demostrado que si esta vez se persiguió con decisión y se capturó a los criminales que habían convertido el “paseo millonario en taxi” en la fuente de sus ingresos fue porque el último pasajero víctima de sus fechorías opuso resistencia, lo apuñalaron y, para su enorme sorpresa, resultó ser un agente de la DEA.
Y es que si esa nueva víctima hubiese sido otro colombiano más, es decir, uno de esos tantos colombianos anónimos que pagamos impuestos -entre otras razones para sostener a ese elefante blanco que se llama Fiscalía General de la Nación-, a esta hora la misma banda de hampones estaría otra vez merodeando el parque de la 93 para llevarse de “paseo millonario” a otra víctima más, mientras que el Fiscal General de la Nación estaría dando declaraciones en los grandes medios.
Y es que en eso se la pasan nuestros funcionarios: dándose pantalla en los medios de comunicación, metiéndose a opinar sobre todo aquello que aumente su imagen pública, y – por supuesto – haciendo cuentas sobre cuántas semanas les hace falta cotizar para jubilarse con una mesada bien jugosa, mientras que los deberes inherentes a su cargo los dejan a un lado, como cosa de poca monta, o se los delegan a sus subalternos. (Y pensar que la Sección Tercera del Consejo de Estado dice ahora que cuanto digan los altos dignatarios del Estado en los medios de comunicación dizque carece de valor probatorio).
Que la suerte de nosotros, los colombianos, no les importa un pepino a las autoridades colombianas, dedúzcanlo ustedes mismos dando clic izquierdo encima del siguiente enlace: