A medida que se conocen nuevos antecedentes del crimen contra el joven agente de la DEA James Terry Watson en el parque de la 93 por parte de taxistas dedicados al “paseo millonario” y sus compinches, se incrementa el asombro, la indignación y la sensación general de que, definitivamente, los colombianos estamos a merced del hampa y que ya es hora de que se piense seriamente en medidas drásticas como el cierre de la inepta Fiscalía General de la Nación, la abolición del fracasado sistema penal acusatorio y la adopción urgente de un sistema penal que consulte nuestra realidad y no se limite a copiar de mala manera los modelos extranjeros. Un artículo del Dr. Guillermo Rodríguez, publicado por la revista Semana en su edición virtual, nos revela a los atónitos colombianos lo que antes del salvaje asesinato del ciudadano norteamericano le había sucedido nada menos que a un subdirector del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), atracado por los mismos delincuentes que mataron al pasajero de taxi que, para su enorme sorpresa, resultó ser un agente de la DEA.
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Allí verán hasta dónde hemos llegado, hasta dónde estamos desprotegidos por el Estado, un Estado que nos cobra altísimos impuestos sin contemplación alguna, pero que se desentiende por completo de sus deberes cuando se le necesita. Observen cómo el autor del artículo coincide con nosotros en nuestra aseveración de que el asesinato de James Terry Watson -y muchos otros delitos cometidos contra colombianos, agregamos nosotros- hubieran podido evitarse si las autoridades hubiesen cumplido con su deber, cosa que no hicieron. Con razón Álvaro Gómez Hurtado decía que era mejor un Estado pequeño pero eficiente, que un Estado gigantesco pero inoperante.
Saquen ustedes sus propias conclusiones. Seguramente, coincidirán con las nuestras.
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