SOMOS SUBSIDIO
Por Manuel Enrique Rey
Irónicamente, debido tal vez a lo que escucha en los noticieros, lee en los twits o se entera a través de los periódicos virtuales, el viviente de mi finca terminó proponiéndome ésta semana que tendría obligatoriamente que subsidiarlo, so pena de que si no lo hacía, iría al paro. De nada sirvieron mis explicaciones, relacionadas con que eso era una reclamación justa de un sector del campesinado comercializador, desde luego agremiado, como por ejemplo el de los paperos, el de los caficultores, etc. que por el hecho de sentirse atacados y afectados económicamente precisamente por el sector ejecutivo en cuya cúpula estaba el presidente, hacía que hacia el Palacio de San Carlos se encauzaran las protestas, el diálogo ministerial, incluso la huelga.
Habilidosamente pretendió hacerme creer que también él merecía ese pequeño óbolo al gratín, socorro, ayuda o auxilio de carácter económico llamado subsidio, que pretendía verlo extendido sin excepción a todos aquellos sustentadores de la economía agrícola de éste país, que en este momento se hallaban arruinados, debido precisamente a los altos costos en los transportes, en los insumos agrícolas, por los bajos precios del mercado debido a los tratados de libre comercio desde todo punto de vista onerosos, absurdos y desproporcionados, los bajos salarios de los asalariados, etc.; y, hasta por lo pagado a las mismas agremiaciones oficiales a las pertenecen, que terminan quedándose con una porción del esfuerzo campesino; por último, por considerarse que él, sin lugar a dudas, pertenecía también a un gremio: el de los no agremiados, motivo por el cual consideraba justo el pliego de reclamaciones que pretendía dejarme por escrito.
Para ablandar su irreversible posición de ir a la huelga si no resolvía satisfactoriamente sus peticiones, tuve que explicarle que al igual que él, yo también pertenecía a un gremio arruinado llamado: propietarios de fincas, que por las mismas razones que él aducía, se encontraba también ad portas de un descalabro económico. -Qué se sacaba –terminé explicándole- si en los supermercados, definitivamente, son mucho más baratos y abundantes los productos agrícolas, desde luego subsidiados, provenientes del Ecuador; las naranjas tangelos traídas desde la Florida; los bocachicos y miles de productos de río y mar provenientes de Vietnam; el contrabando de dátiles, almendras y olivas traídas desde el Oriente Medio, y hasta aguardientes, tequilas, pisco y cervezas provenientes de la mejor organización comercial de los poderosos.
Tuve que aumentarle el sueldo a sabiendas de que su producido no alcanzaba para tratar de solucionarle el problema de extrema pobreza por medio del subsidio. “Igual debe de estarles sucediendo -pensaba- a los campesinos colombianos agremiados, si el gobierno no se decide a subsidiarlos, lo que podría significar, si no se hace pronto y efectivamente, que termine formándose un nuevo gremio, único y de Ripley, que podría ser llamado irónicamente: “famélico de labradores y hambreados productores de alimento”.
¡Vaya,vaya! Como van las cosas, ¿quién podrá subsidiar al presidente para que termine subsidiándonos a todos? De pronto, el Chavo del Ocho. ¡No contaban con mi astucia!