Jamás le quedaba tiempo
para hablar con sus amigos,
para escuchar algún canto,
ni para tomarse un vino,
pues siempre estaba ocupado
en sus asuntos, urgido.
Nunca contó con un soplo
de tiempo para sus hijos,
ni a su mujer le escuchaba
sus asuntos femeninos:
nada que diera ganancias,
temas tontos, sin sentido.
Jamás le quedaban horas
para un cine o regocijo,
una comedia, un concierto,
una feria, una ida al río,
mucho menos para Dios,
aquel que a él cuando niño
le enseñaron que tuviera
siempre a su lado, de amigo,
y a quien echó de su vida
porque era un ser ficticio.
Una mañana cualquiera
le aconteció lo previsto:
Se hallaba leyendo balances
y hablando de un sobregiro,
soñando en nuevas acciones,
con los banqueros en vilo,
cuando al volver la mirada
hacia el pocillo del tinto
no vio pocillo, ni nada,
sino la imagen de él mismo
en las sombras reflejada
sin colores ni sonidos,
y tarde se dio, por fin, cuenta
de que, por fin, se había ido
hacia los tiempos sin tiempo,
hacia la historia sin hilo,
sin apretones de manos
y sin abrazos fingidos.
La causa real del deceso
el forense no la dijo,
pues antes de que muriera,
tenía muerto el espíritu.
En sus exequias llovió,
mas llanto allí no se ha visto.
Aquellos que lo llevaron
en un féretro sombrío,
rezaron un Pater Noster
y se fueron con sigilo,
cada uno con su vida,
cada uno con sus líos;
él se quedó con las flores,
que a los muertos no hacen vivos.
Quizás ahora le quede
un tiempo para sí mismo,
y pueda sacar un minuto
para hablar con el olvido.
Cierto, Oscar, no sacamos tiempo ni para nosotros mismos; vivimos como autómatas sin disfrutar de la vida, que es hermosa, ni de nuestras familias; y el tiempo se nos va sin darnos cuenta.
Gracias, Oscar; leyéndote reflexiono, me veo en el espejo.
Un abrazo desde Barranquilla.
Doctor Oscar Humberto: Bella su poesía y tal cual. Renovarse como un árbol después de que pierde las hojas o como las aves para cambiar de plumas es lo que cada ser humano debe hacer; descansar en el amor a la familia, a la vida, la contemplación de un simple atardecer, o en el refugio de un abrazo. Me consta.
Oscar Humberto: Hoy que por fin he vuelto a sacar tiempo para mirar con tranquilidad los e-mails de los amigos, esos que recuerdan cosas buenas y transmiten el cariño con el que son enviados, me doy cuenta de que lo que escribes es totalmente cierto: nos perdemos los mejores momentos del día, de la semana y del mes solo por las prisas del trabajo, el estudio, los compromisos… Gracias por recordarme qué es lo realmente importante. He puesto en la página de mi facebook la dirección de este blog para que mis amigos puedan disfrutar de él también.
Un abrazo muy fuerte desde tierras españolas.
Nataly Ortega
Valencia, España
Esta es la verdad monda y lironda que muchos de nosotros hemos vivido en alguna etapa de nuestras vidas. Ya con los años nos damos cuenta de que podemos disfrutar de nuestra familia y de nuestros amigos, en fin de todo lo que nos rodea. Menos mal que algunos logramos sobrevivir para darnos cuenta de esa amarga etapa de nuestra vida.
Cordial saludo, maestro Oscar Humberto, y muchas felicitaciones.
Un saludo afectuoso, Oscar Humberto. ¡Qué buena pieza literaria! Gracias por hacernos aterrizar.
Un abrazo.
Carlos Ibáñez Muñoz
Bastante elocuente, sencillo y claro el mensaje para todos nosotros, que en algunas de estas circunstancias cometemos esas fallas. Gracias, Dr. Oscar Humberto. Dios lo siga guiando y bendiciendo con todos esos talentos múltiples que le dio.
Mercedes Díaz Enciso
Medellín